Evangelio de hoy – Miércoles, 22 de mayo de 2024 – Marcos 9,38-40 – Biblia Católica

Primera Lectura (Santiago 4,13-17)

Lectura de la Carta de Santiago.

Queridos amigos, y ahora, vosotros que decís: “Hoy o mañana iremos a esa ciudad, pasaremos allí un año, negociando y ganando dinero”. Sin embargo, ¡ni siquiera sabes qué pasará en tu vida mañana! De hecho, no eres más que una niebla que se ve por un momento y luego desaparece. En lugar de decir: “Si el Señor quiere, estaremos vivos y haremos esto o aquello”, te glorias en tu jactancia. Ahora bien, toda arrogancia como ésta es mala. Así, el que sabe hacer el bien y no lo hace, incurre en pecado.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Marcos 9,38-40)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: “Maestro, vimos a un hombre que echaba fuera demonios en tu nombre. Pero se lo prohibimos, porque no nos sigue”. Jesús dijo: “No lo prohibáis, porque nadie hace milagros en mi nombre y luego habla mal de mí. El que no está contra nosotros, está con nosotros”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Imagina por un momento que recibiste un regalo especial. Un regalo que sólo puedes usar una vez, pero que tiene el poder de transformar tu vida y la de quienes te rodean. Ahora imagina que este regalo es el tiempo. Cada día, cada minuto es un regalo dado por Dios. ¿Cómo estás usando este regalo? Hoy reflexionemos sobre cómo usamos nuestro tiempo a la luz de las Escrituras.

En la primera lectura, Santiago nos advierte sobre la presunción. Habla de aquellos que dicen: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero”. Pero James nos recuerda que no sabemos qué pasará mañana. Nuestra vida es como una niebla que aparece por un rato y luego se disipa. En lugar de hacer planes presuntuosos, deberíamos decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”.

En el Evangelio de Marcos encontramos a Juan hablando a Jesús: “Maestro, vimos a un hombre que echaba fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no nos sigue”. Pero Jesús respondió: “No lo prohibáis, porque nadie hace un milagro en mi nombre y luego habla mal de mí. Quien no está contra nosotros, está con nosotros”.

Reflexionemos sobre cómo se aplican estos pasajes a nuestra vida cotidiana. Santiago nos habla de la fugacidad de la vida y de la necesidad de reconocer la voluntad de Dios en nuestros planes. ¿Cuántas veces hacemos planes sin considerar la voluntad de Dios? Planificamos nuestra carrera, nuestras finanzas, nuestros proyectos personales, pero nos olvidamos de consultar a Aquel que nos dio el don del tiempo. El mensaje de Santiago es un llamado a la humildad y la dependencia de Dios.

En el Evangelio vemos a los discípulos preocupados por la exclusividad del poder de Jesús, pero Él los corrige, mostrando que muchos pueden hacer el bien, aunque no estén directamente vinculados a nosotros. Esta es una lección de inclusión y colaboración. A menudo podemos sentirnos tentados a monopolizar la gracia de Dios o a pensar que sólo nosotros sabemos cuál es la mejor manera de hacer el bien. Pero Jesús nos enseña que todos pueden ser instrumento de Su voluntad, siempre que actúen en Su nombre.

Déjame contarte una historia para ilustrar estos puntos. Había un hombre de negocios muy exitoso que dedicaba todo su tiempo a planificar y ampliar su negocio. Tenía una agenda ocupada y poco tiempo para su familia, sus amigos o incluso para Dios. Creía que todo su éxito era resultado de su propio esfuerzo e inteligencia.

Un día, le diagnosticaron una grave enfermedad y se dio cuenta de que toda su planificación no podía controlar su vida. En el hospital tuvo tiempo para reflexionar y se dio cuenta de que nunca había agradecido realmente a Dios por el regalo del tiempo. Comenzó a orar y buscar la voluntad de Dios, y encontró paz y propósito, incluso en medio de su enfermedad. Aprendió a valorar cada momento como un regalo de Dios.

Ahora, pensemos en la lección del Evangelio sobre la inclusión. Imagínese una pequeña comunidad cristiana que se dedicara a ayudar a los pobres. Creían que sólo los miembros de su iglesia sabían cómo ayudar adecuadamente. Un día, un grupo de jóvenes de otra iglesia empezó a ayudar en la misma comunidad, pero con diferentes métodos. Al principio hubo tensión y desconfianza. Pero, poco a poco, se dieron cuenta de que, a pesar de sus diferencias, ambos grupos trabajaban por el mismo objetivo: servir a los necesitados en el nombre de Jesús. Esta colaboración produjo aún más frutos y unió a la comunidad.

Usemos la metáfora del tiempo como un río. El río fluye constantemente, sin detenerse ni retroceder. Podemos optar por navegar con prudencia, aprovechando la corriente y evitando peligros, o podemos luchar contra la corriente y desperdiciar nuestras fuerzas. El río del tiempo nos lleva hacia el mar de la eternidad. Cada momento que no reconocemos la voluntad de Dios es como una piedra que arrojamos al río, creando ondas que pueden afectar nuestro camino y el de quienes nos rodean.

Repitiendo el mensaje central: el tiempo es un regalo de Dios y debemos usarlo sabiamente, buscando siempre Su voluntad. Reflexiona: ¿cómo estoy usando el tiempo que Dios me dio? ¿Estoy incluyendo a Dios en mis planes diarios? ¿Estoy abierto a colaborar con otras personas que también están haciendo el bien, aunque no formen parte de mi círculo inmediato?

Convirtamos esta reflexión en acción práctica. Primero, tómate un tiempo cada día para pedirle a Dios que te guíe sobre tus planes y decisiones. Podría ser una breve oración por la mañana, pidiendo: “Señor, guía mis pasos hoy y ayúdame a hacer Tu voluntad”. En segundo lugar, esté abierto a la colaboración y la inclusión. Reconocer que Dios puede obrar a través de otras personas y estar dispuestos a trabajar juntos por el bien común.

Queridos hermanos y hermanas, recordad siempre que el tiempo es un don precioso. Úsalo bien, buscando siempre la voluntad de Dios y colaborando con los demás para hacer el bien. Que seamos cada día más humildes en nuestros planes y más abiertos a la acción de Dios en nuestra vida y en la vida de quienes nos rodean. Que la gracia, el amor y la esperanza divinos nos guíen en cada momento y que vivamos plenamente de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras.

Pidamos ahora a Dios que nos ayude a aplicar estas lecciones en nuestras vidas. Oremos juntos: “Señor, te damos gracias por el don del tiempo. Ayúdanos a vivir cada día buscando Tu voluntad, siendo instrumentos de Tu amor y colaborando con todo aquel que actúa en Tu nombre. Amén.”

Al acercarnos a la Eucaristía, recordemos el sacrificio de Jesús, quien nos dio el regalo más grande de todos: la vida eterna. Que participemos de este sacramento con corazones agradecidos y decididos a vivir según la voluntad de Dios.

Que Dios nos bendiga a todos y nos guíe siempre. Amén.