La soberanía de Dios es un tema importante en toda la Biblia, pero es particularmente evidente en el libro de Isaías. En el capítulo 46, Dios se presenta como el único Dios verdadero, que reina sobre el universo y controla el curso de la historia. Él declara: “Yo soy Dios, y no hay nadie más; Yo soy Dios, y no hay nadie como yo. […] Hago lo que quiero, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito será firme, y haré lo que me place” (Isaías 46:9-10).
Esta declaración es una afirmación de la soberanía de Dios sobre todas las cosas. Él es el Creador del universo y por lo tanto tiene el derecho de gobernarlo. No está sujeto a ningún otro poder o autoridad; Él es el único Dios verdadero y no tiene competidores. Y como tal, Él puede controlar el curso de la historia y cumplir Sus propósitos.
La soberanía de Dios es garantía de seguridad y protección para su pueblo. Cuando confiamos en Dios, podemos estar seguros de que Él tiene el control de todas las cosas, incluso cuando las circunstancias parecen estar en nuestra contra. Isaías declara: “Acordaos de las cosas pasadas desde el principio: que yo soy Dios, y no hay otro; yo soy Dios, y no hay ninguno como yo; anunciando el fin desde el principio, y desde la antigüedad las cosas que aún no han llegado pasar: que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que yo quiero” (Isaías 46:9-10).
Así, podemos confiar en Dios, sabiendo que Él tiene el control de todas las cosas y que Sus propósitos siempre prevalecerán. La soberanía de Dios nos da la seguridad y protección que necesitamos en tiempos difíciles, porque sabemos que Él es fiel y cumplirá todas Sus promesas.
En resumen, la soberanía de Dios es garantía de seguridad y protección para su pueblo. Cuando confiamos en Dios, podemos estar seguros de que Él tiene el control de todas las cosas y que Sus propósitos siempre prevalecerán. Podemos confiar en Él en todas las circunstancias de la vida y descansar en Su fidelidad y amor.
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