Evangelio de hoy – Domingo, 30 de junio de 2024 – Mateo 16,13-19 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 12:1-11)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, el rey Herodes arrestó a algunos miembros de la Iglesia para torturarlos. Ordenó que mataran a espada a Santiago, el hermano de Juan, y viendo que esto agradaba a los judíos, ordenó también que arrestaran a Pedro. Estos eran los días de los Panes sin Levadura. Después de arrestar a Pedro, Herodes lo puso en prisión, custodiado por cuatro grupos de soldados, de cuatro soldados cada uno. Herodes tenía la intención de presentarlo al pueblo después de la fiesta de la Pascua. Mientras Pedro estuvo en prisión, la Iglesia oró continuamente a Dios por él. Herodes estaba a punto de presentarlo. Esa misma noche, Pedro durmió entre dos soldados, atado con dos cadenas; y los guardias custodiaban la puerta de la prisión. He aquí, apareció el ángel del Señor y una luz iluminó la celda. El ángel tocó el hombro de Pedro, lo despertó y le dijo: “¡Levántate pronto!”. Las cadenas se le cayeron de las manos. El ángel continuó: “¡Ponte el cinturón y las sandalias!” Pedro obedeció y el ángel le dijo: “¡Ponte tu manto y ven conmigo!” Pedro lo acompañaba, y no sabía que lo que pasaba por medio del ángel era realidad, pues pensaba que era una visión. Después de pasar al primer y segundo guardia, llegaron a la puerta de hierro que conducía a la ciudad. La puerta se abrió sola. Se fueron, caminaron por una calle y al poco tiempo el ángel lo dejó. Entonces Pedro recobró el sentido y dijo: “¡Ahora sé con certeza que el Señor envió a su ángel para liberarme del poder de Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba!”

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Segunda Lectura (2 Timoteo 4,6-8,17-18)

Lectura de la Segunda Carta de São Paulo a Timoteo.

Queridísimo: En cuanto a mí, estoy a punto de ser derramado en sacrificio; Se acerca el momento de mi partida. Peleé la buena batalla, completé la carrera, mantuve la fe. Ahora está guardada para mí la corona de justicia que me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su gloriosa manifestación. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas; hizo que el mensaje fuera anunciado por mí en su totalidad, y oído por todas las naciones; y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me salvará para su Reino celestial. ¡A él sea la gloria, por los siglos de los siglos! Amén.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mateo 16,13-19)

Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Cesarea de Filipo y allí preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” Ellos respondieron: “Algunos dicen que es Juan el Bautista; otros dicen que es Elías; y otros dicen que es Jeremías o uno de los profetas”. Entonces Jesús les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. Respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no fue un hombre el que te reveló esto, sino mi Padre que está en los cielos. Por eso te digo que tú eres Pedro, y en esta materia edificaré mi Iglesia sobre piedra, y el poder del infierno nunca podrá vencerla. Os daré las llaves del Reino de los Cielos: todo lo que atéis en la tierra, quedará atado en el cielo; en la tierra serán desatados en el cielo “.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy somos agraciados con tres poderosas lecturas que nos llevan a reflexionar sobre la fe, la valentía y la misión que Dios nos encomienda. Estos pasajes nos muestran ejemplos inspiradores de entrega total a Dios, confianza inquebrantable en Su providencia y la responsabilidad que tenemos como discípulos de Cristo. Profundicemos en estas lecturas y busquemos comprenderlas profundamente, aplicando sus lecciones a nuestra vida diaria.

En la primera lectura, extraída del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 12,1-11), encontramos la historia de Pedro siendo liberado milagrosamente de la prisión. El rey Herodes había decidido perseguir a la Iglesia e hizo arrestar a Pedro, poniéndolo bajo la vigilancia de cuatro escoltas de soldados. Le parecía imposible escapar. Pero Dios tenía otros planes. La noche antes de su juicio, apareció un ángel del Señor, iluminó la celda y le dijo a Pedro que se levantara. Las cadenas se le cayeron de las manos y siguió al ángel fuera de la prisión, pasando desapercibido para los centinelas.

Este pasaje nos recuerda que, incluso en las situaciones más desesperadas, Dios puede liberarnos. El arresto de Pedro simboliza cualquier situación de esclavitud u opresión que podamos enfrentar, ya sea física, emocional o espiritual. Dios nos llama a confiar en Él y creer que Él puede salvarnos, independientemente de las circunstancias. Cuando ponemos nuestra fe en Dios, Él actúa de maneras que a menudo sobrepasan nuestra comprensión humana.

Ahora, pensemos en nuestras propias vidas. ¿Cuáles son las cadenas que nos atan? Podría ser miedo, duda, culpa o algún pecado que no podemos superar. Así como Pedro fue liberado, Dios también quiere liberarnos a nosotros de estas prisiones. Él nos envía a sus ángeles, ya sean visibles o invisibles, para guiarnos hacia la libertad. Nuestra parte es confiar, levantar y seguir.

En la segunda lectura, de 2 Timoteo 4:6-8.17-18, encontramos a Pablo reflexionando sobre su vida y ministerio mientras se acerca al final de su viaje terrenal. Declara: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he mantenido la fe”. Pablo ve su vida como una ofrenda a Dios, un sacrificio vivo que ofreció con alegría y dedicación. Sabe que le está reservada la corona de justicia, que el Señor, juez justo, le dará en aquel día.

Estas palabras de Pablo nos desafían a considerar cómo vivimos nuestras propias vidas. ¿Estamos peleando la buena batalla? ¿Estamos corriendo la carrera con perseverancia y fe? ¿Estamos manteniendo la fe incluso en medio de las pruebas? Pablo no sólo nos da un ejemplo de cómo vivir, sino que también nos asegura la recompensa que nos espera si permanecemos fieles.

Continúa diciendo que el Señor estuvo a su lado y le dio fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado plenamente y todos los gentiles lo oyeron. Reconoce que fue liberado de la boca del león y que el Señor lo librará de todo mal, llevándolo sano y salvo a Su Reino celestial. Esto nos recuerda que mientras estemos en la misión que Dios nos ha encomendado, Él estará a nuestro lado, fortaleciéndonos y protegiéndonos. Nuestra confianza debe estar en Su fidelidad, no en las circunstancias que nos rodean.

Finalmente, en el evangelio de Mateo 16:13-19, encontramos la famosa confesión de Pedro. Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” Y responden que unos dicen que es Juan el Bautista, otros Elías, y otros Jeremías o alguno de los profetas. Entonces Jesús hace la pregunta más importante: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”.

Luego Jesús declara que Pedro es bienaventurado, porque esta revelación no vino de carne ni de sangre, sino del Padre que está en los cielos. Le dice a Pedro que sobre esta roca edificará Su Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Le da a Pedro las llaves del Reino de los Cielos, con el poder de atar y desatar en la tierra y en el cielo.

Este pasaje nos revela varias verdades profundas. Primero, la identidad de Jesús como el Cristo, el Hijo del Dios vivo, es el fundamento sobre el cual se construye nuestra fe. Reconocer quién es Jesús es el primer paso para comprender nuestra propia identidad y misión. En segundo lugar, vemos la importancia de Pedro y su papel en la Iglesia. Jesús le confía una responsabilidad única, simbolizada por las llaves del Reino de los Cielos. Esto nos enseña sobre la autoridad y la continuidad del liderazgo espiritual en la Iglesia.

Pero también hay una vocación personal para cada uno de nosotros. Así como Pedro fue llamado a reconocer y declarar la identidad de Jesús, nosotros también estamos llamados a hacer lo mismo en nuestras vidas. ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cómo transforma esta verdad la forma en que vivimos, nuestras decisiones y nuestras relaciones con los demás?

Al reflexionar sobre estas lecturas, se nos invita a renovar nuestra fe y confianza en Dios. Estamos llamados a vivir con la valentía de Pedro y Pablo, confiando en que Dios está siempre con nosotros, incluso en las circunstancias más difíciles. También tenemos el desafío de reconocer la autoridad de Cristo en nuestras vidas y vivir como verdaderos discípulos, testificando su verdad y amor al mundo.

Tomemos ahora un momento de silencio para reflexionar sobre estos pasajes y pedirle a Dios que nos ayude a aplicar sus lecciones a nuestra vida diaria. Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos fortalezca para vivir según su voluntad.

Señor, te damos gracias por Tu Palabra que nos guía y fortalece. Danos el valor de Pedro para confiar en Ti en la adversidad y la dedicación de Pablo para vivir nuestra fe plenamente. Ayúdanos a reconocer a Tu Hijo Jesús como el Cristo y a vivir de acuerdo con ese reconocimiento, proclamando Tu amor y Tu verdad al mundo. Amén.

Al salir hoy de aquí, que llevemos con nosotros la esperanza y la determinación de vivir como verdaderos seguidores de Cristo. Que la gracia de Dios nos acompañe y seamos instrumentos de su paz y amor en el mundo. Recuerde, estamos llamados a ser luz y sal: brillemos y sazonemos el mundo con la bondad, la justicia y el amor de Dios. Amén.