Evangelio de hoy – Domingo, 4 de agosto de 2024 – Juan 6,24-35 – Biblia Católica

Primera Lectura (Éxodo 16,2-4.12-15)

Lectura del Libro del Éxodo.

En aquellos días, la comunidad de los hijos de Israel comenzó a murmurar contra Moisés y Aarón, en el desierto, diciendo: “Si tan solo hubiéramos muerto por mano de Jehová en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan en abundancia ¿Por qué nos trajiste a este desierto para matar de hambre a toda esta gente? El Señor dijo a Moisés: He aquí, yo haré llover pan del cielo para vosotros. El pueblo saldrá cada día y tomará la ración de cada día, para poder probarlos y ver si andan o no en mi ley. habéis oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles, pues: “Por la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan”. Efectivamente, por la tarde vino una bandada de codornices y cubrieron el campamento; y por la mañana se formó una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando el rocío que había caído se evaporó, apareció en la superficie del desierto una cosa diminuta con forma de grano, tan fina como la escarcha del suelo. Cuando los hijos de Israel vieron esto, dijeron entre ellos: “¿Qué es esto?” Porque no sabían qué era. Moisés les respondió: “Este es el pan que el Señor os ha dado para comer”. Palabra del Señor.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Segunda Lectura (Efesios 4,17.20-24)

Lectura de la Carta de San Pablo a los Efesios.

Hermanos: Esto es lo que digo y doy fe en el Señor: no sigáis viviendo como viven los paganos, cuya inteligencia los lleva a la nada. En cuanto a vosotros, no es así como conocisteis acerca de Cristo, si tan solo fuera él de quien oísteis, y si fuese él quien os enseñó, conforme a la verdad que es en Jesús. Renunciando a vuestra existencia pasada, deshacedos del viejo hombre, que se corrompe bajo la influencia de pasiones engañosas, y renovad vuestro espíritu y vuestra mentalidad. Vestir al nuevo hombre, creado a imagen de Dios, con verdadera justicia y santidad.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 6,24-35)

Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando la multitud vio que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm a buscar a Jesús. Cuando lo encontraron al otro lado del mar, le preguntaron: ‘Rabí, ¿cuándo llegaste aquí?’ Jesús respondió: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque comiste pan y te saciaste. No luchéis por el alimento que se pierde, sino por el alimento que perdura hasta la vida eterna, y que el Hijo del Hombre os dará. Porque éste es a quien el Padre ha marcado con su sello.” Entonces preguntaron: “¿Qué debemos hacer para hacer las obras de Dios?” Jesús respondió: “La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado. .” Le preguntaron: “¿Qué señal realizas para que podamos verte y creer en ti? ¿Que trabajo haces? Nuestros padres comieron maná en el desierto, como está escrito en la Escritura: “Les dio pan del cielo”. Jesús respondió: “De cierto, de cierto os digo, Moisés no os dio el pan que bajaba del cielo. Es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo.” Entonces pidieron: “Señor, danos siempre este pan.” Jesús les dijo: “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que cree en mí, nunca tendrá sed”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis hermanos y hermanas en Cristo, hoy somos bendecidos con lecturas que hablan profundamente sobre la providencia de Dios, la transformación espiritual y la verdadera fuente de vida. Cada uno de estos pasajes nos ofrece una idea de cómo Dios cuida de nosotros, nos llama a la renovación interior y nos revela el pan de vida. Profundicemos en estas lecturas y permitamos que la Palabra de Dios transforme nuestros corazones.

Comencemos con la primera lectura del libro del Éxodo. El pueblo de Israel, después de ser liberado de la esclavitud en Egipto, se encuentra en el desierto, enfrentando hambre y sed. Comienzan a murmurar contra Moisés y Aarón, lamentando las difíciles condiciones e incluso deseando regresar a Egipto. En su angustia, claman a Dios, y Él, en su infinita misericordia, responde enviándoles el maná, el pan del cielo.

Imagínese en el desierto, con el sol abrasador y el horizonte vasto y desolado. El hambre y la sed empiezan a apoderarse de él y la desesperación llega. Es en este momento de extrema necesidad que Dios proporciona maná. Este pan del cielo simboliza no sólo la provisión física sino también la fidelidad de Dios. Nos recuerda que incluso en nuestros momentos más difíciles, Dios está presente y atento a nuestras necesidades.

En la segunda lectura, San Pablo escribe a los Efesios, exhortándolos a abandonar la vieja vida de pecado y revestirse del nuevo hombre, creado a imagen de Dios, en justicia y santidad. Pablo habla de la transformación radical que ocurre cuando aceptamos a Cristo en nuestras vidas. Nos llama a dejar atrás las viejas costumbres, las vanidades y los deseos engañosos, y a ser renovados en el espíritu de nuestra mente.

Pensemos en una mariposa. Antes de convertirse en una criatura hermosa y libre, es una oruga que se arrastra por el suelo. A través del proceso de metamorfosis, ella se transforma por completo, dejando atrás su antigua forma y adquiriendo una nueva identidad. Asimismo, estamos llamados a sufrir una metamorfosis espiritual. Estamos llamados a apartarnos de nuestros pecados y vivir como nuevas criaturas en Cristo.

Finalmente, en el Evangelio de Juan, Jesús nos revela la verdadera fuente de la vida. Después de alimentar a una multitud con cinco panes y dos peces, la gente sigue a Jesús en busca de más señales y milagros. Jesús, sin embargo, les exhorta a no trabajar por alimentos que perecen, sino por alimentos que duran para vida eterna. Él declara: “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que cree en mí, nunca tendrá sed”.

Esta declaración de Jesús es profundamente reveladora. No se refiere sólo a satisfacer nuestra hambre física, sino a satisfacer nuestras necesidades espirituales más profundas. En un mundo que muchas veces nos ofrece “pan” que no nos llena, que nos deja siempre buscando más, Jesús nos ofrece verdadera saciedad. Él es el pan bajado del cielo, que da vida al mundo.

Reflexionemos sobre el pan en nuestras vidas. El pan es un alimento básico, imprescindible y cotidiano. Representa el suministro diario, la sustancia que nos sustenta. Jesús se presenta como este pan esencial para nuestras almas. Sin Él, nuestra vida espiritual está vacía y sin propósito. Con Él encontramos plenitud, propósito y vida eterna.

Ahora bien, queridos hermanos y hermanas, ¿cómo podemos aplicar esas verdades a nuestra vida diaria?

Primero, confiemos en la providencia de Dios. Así como proporcionó maná a los israelitas en el desierto, se ocupará de nuestras necesidades. En tiempos de dificultad, recordemos que Dios está con nosotros y nos sostiene. Debemos confiar en Él, incluso cuando el viaje parezca arduo y el camino incierto.

En segundo lugar, respondamos al llamado de San Pablo a la transformación espiritual. Examinemos nuestras vidas e identifiquemos las áreas donde necesitamos cambios. Que seamos renovados en el espíritu de nuestra mente, dejando atrás viejos hábitos y abrazando una nueva vida en Cristo. Esto podría significar perdonar a alguien, abandonar una adicción o buscar vivir con más integridad y compasión.

En tercer lugar, busquemos la verdadera saciedad en Jesús. En un mundo lleno de distracciones y falsas promesas de felicidad, volvamos nuestro corazón a Cristo. Él es el único que puede llenar el vacío de nuestra alma. Participemos de la Eucaristía con fe y devoción, reconociendo a Jesús como el pan de vida, que nos alimenta y nos fortalece para el camino.

Tengamos ahora un momento de silencio, pidiéndole a Dios la gracia de confiar en Él más profundamente, de ser transformados a su imagen y de encontrar nuestra saciedad en Jesús, el pan de vida.

Señor, te damos gracias por Tu Palabra que ilumina nuestros caminos. Ayúdanos a confiar en tu providencia, a buscar la renovación espiritual y a encontrar en Jesús la verdadera fuente de vida. Que vivamos como nuevas criaturas, reflejando Tu amor y justicia en todas nuestras acciones. Amén.

Al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la esperanza y la determinación de vivir de acuerdo con estas enseñanzas. Que la gracia de Dios nos acompañe y seamos luz y sal en el mundo, viviendo como verdaderos discípulos de Cristo. Amén.