Evangelio de hoy – Jueves, 22 de febrero de 2024 – Mateo 16,13-19 – Biblia católica

Primera Lectura (1Pd 5,1-4)

Lectura de la Primera Carta de San Pedro.

Queridos hermanos, exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, yo también, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que será revelada: Sean pastores del rebaño de Dios, que les ha sido confiado; cuídenlo no por obligación, sino de corazón generoso; no por deseo deshonesto de ganancias, sino de manera voluntaria; no como señores que dominan sobre aquellos que les han sido confiados, sino siendo ejemplos para el rebaño. Así, cuando aparezca el Supremo Pastor, recibirán la corona permanente de gloria.

– Palabra del Señor.

– Demos gracias a Dios.

Evangelio (Mt 16,13-19)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Cesarea de Filipo y allí preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Ellos respondieron: “Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”. Entonces Jesús les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”.

Respondiendo, Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos”.

— Palabra del Señor.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy, les traigo un mensaje que nos conecta directamente con las experiencias diarias que vivimos. Un mensaje que, a través de historias y metáforas, hará tangibles y aplicables las verdades espirituales contenidas en los pasajes bíblicos de la Primera Lectura de la Primera Carta de Pedro (1Pd 5,1-4) y el Evangelio según Mateo (Mt 16,13-19).

Imagínense navegando en un mar agitado, enfrentando olas violentas y vientos implacables. El agua fría y salada salpica en sus rostros mientras luchan por mantener el rumbo. En este escenario tormentoso, se sienten solos y desamparados. Pero, de repente, una mano extendida aparece, ofreciendo seguridad y dirección. Es la mano de Jesús.

Así como Pedro, que experimentó esta escena en el mar de Galilea, somos llamados a reconocer la presencia de Jesús en nuestras vidas. En el Evangelio de Mateo, Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” Responden con las opiniones populares de la época. Pero luego Jesús hace la pregunta más importante: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”.

Esta profesión de fe de Pedro es la roca sobre la cual Jesús construirá su Iglesia. Y también es una profesión de fe a la que cada uno de nosotros está llamado a hacer. Jesús no es solo un personaje histórico o un líder sabio. Él es el Mesías, el Hijo del Dios vivo, que vino al mundo para salvarnos.

Pero al igual que Pedro, a menudo podemos ser tentados a dudar o negar esta verdad fundamental. Podemos ser influenciados por las opiniones populares, por las voces que nos dicen que la fe es algo anticuado o irrelevante. Podemos sentirnos como barcos a la deriva en un mar tempestuoso, luchando por mantener nuestra fe en medio de las adversidades de la vida.

Sin embargo, Jesús nos recuerda que él es la roca inquebrantable en quien podemos confiar. Él es la mano extendida que nos guía y nos sostiene incluso en los momentos más difíciles. Él es la respuesta a la pregunta fundamental de la vida: ¿Quién es Jesús para ti?

Hoy, quiero compartir con ustedes la historia de un águila. El águila es conocida por su aguda visión y su capacidad de volar en lo alto. Pero, por alguna razón, esta águila en particular tenía miedo de volar. Prefería quedarse en el suelo, rodeada de gallinas, que enfrentar lo desconocido del cielo.

Un día, un hombre sabio encontró a esta águila y le dijo: “Fuiste creada para volar en lo alto, para explorar los cielos y experimentar la libertad. No fuiste hecha para vivir como una gallina.” El águila, aunque dudosa, comenzó a mirar hacia el cielo con anhelo. Sintió el llamado de las alturas y decidió enfrentar el miedo.

Con el tiempo, el águila comenzó a batir sus alas y a elevarse en el aire. Descubrió una nueva dimensión de libertad y propósito. Ya no era una gallina, confinada al suelo, sino un águila, hecha para volar en lo alto.

Mis hermanos y hermanas, al igual que esta águila, estamos llamados a volar en las alturas de la fe. Estamos llamados a elevarnos por encima de las limitaciones y los miedos que nos mantienen pegados al suelo. Estamos llamados a reconocer la verdad del Evangelio y a proclamar valientemente a Jesús como el Cristo, el Hijo del Dios vivo.

Pero, ¿cómo podemos hacerlo? ¿Cómo podemos volar en las alturas de la fe en medio de los desafíos de la vida? Permítanme compartir con ustedes tres principios fundamentales que encontramos en las lecturas de hoy.

El primer principio es el de la humildad. En la Primera Lectura, Pedro exhorta a los ancianos a pastorear el rebaño de Dios con humildad. La humildad es el reconocimiento de que dependemos de Dios en todas las cosas. Así como el águila depende de las corrientes de aire para sostenerla en vuelo, nosotros dependemos de la gracia de Dios para sostenernos en nuestro viaje espiritual.

La humildad nos recuerda que no somos el centro del universo, sino criaturas frágiles y limitadas, dependientes del amor y la misericordia de Dios. Nos enseña a confiar en Dios en lugar de confiar en nuestra propia sabiduría y fuerza. Cuando cultivamos la humildad, abrimos espacio para que Dios trabaje en nosotros y a través de nosotros.

El segundo principio es el de la autoridad espiritual. Jesús le dice a Pedro en el Evangelio de Mateo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia.” Estas palabras revelan la autoridad que Jesús dio a Pedro como líder de la Iglesia. Esta autoridad no se basa en el poder o la dominación, sino en el servicio y el amor.

Al igual que Pedro fue llamado a pastorear el rebaño de Dios, estamos llamados a ejercer autoridad espiritual en nuestras vidas y comunidades. Esto significa liderar con el ejemplo, cuidar de los necesitados, guiar a otros en el camino de la verdad y la santidad. Cuando ejercemos autoridad espiritual con amor y humildad, somos instrumentos en las manos de Dios para transformar vidas y establecer su Reino en la tierra.

El tercer principio es el de la identidad en Cristo. Pedro fue llamado por Jesús para ser la roca sobre la cual se construiría la Iglesia. De la misma manera, cada uno de nosotros tiene una identidad única en Cristo. Somos hijos e hijas amados de Dios, llamados a una misión específica en este mundo.

Pero, al igual que el águila necesitó descubrir su verdadera identidad para volar, también necesitamos descubrir quiénes somos en Cristo. Esto requiere una búsqueda sincera y continua de intimidad con Dios. Necesitamos acercarnos a él en oración, estudiar su Palabra y buscar la guía del Espíritu Santo. Cuando conocemos nuestra identidad en Cristo, estamos capacitados para vivir una vida plena y significativa, cumpliendo el propósito para el cual fuimos creados.

Mis hermanos y hermanas, hoy somos desafiados a volar en las alturas de la fe. Estamos llamados a dejar atrás los miedos y las limitaciones que nos mantienen pegados al suelo y a abrazar la verdad del Evangelio. Que podamos cultivar la humildad, ejercer autoridad espiritual con amor y descubrir nuestra verdadera identidad en Cristo.

A medida que concluimos esta homilía, los invito a reflexionar sobre las verdades que se han compartido. ¿Cómo están respondiendo a la pregunta de Jesús: “¿Quién dicen que soy yo?” ¿Reconocen a Jesús como el Cristo, el Hijo del Dios vivo? ¿Están viviendo de acuerdo con esta verdad en su vida diaria?

Que el Espíritu Santo ilumine sus corazones y los guíe en el camino de la fe. Que Dios fortalezca su confianza en él y los capacite para volar en las alturas de la fe. Que sean testigos vivos del amor y la gracia divinos en todas las áreas de sus vidas.

Que la paz de Cristo esté siempre con ustedes. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.