Evangelio de hoy – Jueves 23 de mayo de 2024 – Mc 9,41-43,45-56,47-50 – Biblia católica

Primera Lectura (Santiago 5:1-6)

Lectura de la Carta de Santiago.

Y ahora, ustedes, ricos, lloren y gimen por las desgracias que están por sobrevenirles. Tu riqueza se está pudriendo y tu ropa está apolillada. ¡Tu oro y tu plata están oxidados, y su óxido servirá de testimonio contra ti y devorará tu carne como fuego! Habéis acumulado tesoros en los últimos días. Mirad: los salarios de los trabajadores que segaron vuestros campos, que vosotros no pagasteis, claman, y el clamor de los trabajadores ha llegado a oídos del Señor Todopoderoso. Vivisteis lujosamente en la tierra, entregados a la buena vida, alimentando vuestros corazones para el día de la matanza. Condenaste al justo y lo mataste; él no puede resistirte.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Marcos 9:41-43.45-56.47-50)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que os dé a beber un vaso de agua, porque sois de Cristo, no se irá sin recibir su recompensa.

Y si alguno hace tropezar a uno de estos pequeños creyentes, más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello. Si tu mano te lleva al pecado, ¡córtala! Es mejor entrar en la Vida sin una mano que, teniendo las dos, ir al infierno, al fuego que nunca se apaga. Si tu pie te hace pecar, ¡cártalo! Es mejor entrar en la Vida sin uno de los pies que, teniendo ambos, ser arrojado al infierno. Si tu ojo te induce a pecar, ¡sácatelo! Es mejor entrar con un ojo en el Reino de Dios que, teniendo dos, ser arrojado al infierno, “donde el gusano de ellos no muere y el fuego no se apaga”. Porque todos serán salados por el fuego. Lo bueno es la sal. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo la restauraréis? Sed, pues, sal en vosotros mismos y vivid en paz unos con otros”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy quisiera comenzar con una pregunta: ¿alguna vez han sentido el peso del mundo sobre sus hombros? Tal vez sea la presión del trabajo, las dificultades económicas, los desafíos familiares o incluso la sensación de que la sociedad nos empuja a una carrera sin fin en busca de más y más. En el evangelio de hoy y la carta de Santiago, encontramos un mensaje poderoso que nos desafía a repensar nuestras prioridades y vivir de una manera que realmente marque una diferencia en el mundo.

Imaginemos por un momento que estamos en una ciudad de noche. Las farolas guían nuestro camino impidiendo que nos perdamos en la oscuridad. Ahora, pensemos en nuestras vidas como estas luces. Estamos llamados a ser luz para los demás, iluminando el camino con nuestros actos de bondad, justicia y amor. Este es el mensaje central que encontramos en las lecturas de hoy.

En la carta de Santiago escuchamos una severa advertencia: “Y ahora, ustedes, ricos, lloren y giman por las dificultades que les sobrevendrán”. Santiago nos advierte sobre los peligros de la riqueza acumulada a expensas de otros, la injusticia y la explotación. Denuncia a quienes se enriquecieron mediante la opresión, atesorando tesoros mientras se defraudaba a los trabajadores que merecían su salario.

Pensemos en la riqueza como una trampa dorada. Imagínese un pájaro al que atraen hacia una jaula luminosa. Entra en busca de brillo y la promesa de algo valioso, pero termina atrapado, incapaz de volar libre. Así también nosotros podemos sentirnos atraídos por la promesa de dinero y bienes materiales, pero terminar atrapados por la codicia, el egoísmo y la indiferencia ante el sufrimiento de los demás.

Tiago nos invita a reflexionar sobre cómo utilizamos nuestros recursos. ¿Son herramientas para el bien, para ayudar a nuestros hermanos y hermanas, o son cadenas que nos atan a una vida de superficialidad y pecado?

En el evangelio de Marcos, Jesús nos ofrece una serie de enseñanzas que parecen duras, pero que están llenas de sabiduría. Habla de la gravedad del pecado y de las medidas drásticas que debemos tomar para evitarlo. “Si tu mano te lleva al pecado, córtala. Es mejor entrar en la vida sin una mano que, teniendo ambas, ir al infierno”.

Para comprender mejor este pasaje, pensemos en un cirujano que encuentra un tumor maligno en un paciente. Aunque la cirugía es dolorosa y la extirpación de parte del cuerpo parece extrema, es necesaria para salvar la vida del paciente. Asimismo, Jesús nos enseña que debemos estar dispuestos a eliminar de nuestras vidas cualquier cosa que nos lleve al pecado, por doloroso que parezca.

A lo largo del evangelio, Jesús repite la importancia de mantener puros nuestros corazones y nuestras vidas. Nos llama a ser la sal de la tierra, a mantener nuestra pureza y a añadir sabor a la vida que nos rodea. Como la sal, debemos preservar la bondad y la justicia en nosotros mismos y en el mundo.

Ahora, hermanos y hermanas míos, reflexionemos sobre nuestras propias vidas. ¿Qué zonas necesitamos purificar? ¿Qué comportamientos o hábitos necesitamos cortar para acercarnos a Dios? Quizás sea la tendencia a hablar mal de los demás, la tentación de engañar para sacar ventaja, o incluso la indiferencia ante las necesidades de los demás.

Pensemos en un río contaminado. Para que el agua vuelva a ser pura es necesario un proceso de limpieza para eliminar todos los contaminantes. Asimismo, nuestro corazón necesita ser purificado a través de la oración, la confesión y un esfuerzo continuo por vivir según las enseñanzas de Cristo.

Entonces, ¿cómo podemos aplicar estos principios a nuestra vida diaria? Primero, comprometámonos a utilizar nuestros recursos de manera justa y generosa. Si tenemos bienes materiales, que los compartamos con quienes los necesitan. Si tenemos talentos, pongámoslos al servicio de los demás.

En segundo lugar, hagamos un examen de conciencia para identificar y eliminar cualquier cosa que nos aleje de Dios. Podría ser un hábito, una actitud o una relación que necesita ser transformada o incluso abandonada.

Finalmente, seamos la sal de la tierra y la luz del mundo. Que nuestras acciones diarias reflejen el amor de Cristo y traigan luz a quienes nos rodean. Que seamos faros de esperanza en un mundo a menudo marcado por la oscuridad y la desesperación.

Hagamos ahora un momento de silencio. Cerremos los ojos y pidamos a Dios la gracia de identificar en nuestras vidas lo que hay que cambiar. Que el Espíritu Santo nos guíe y nos dé fuerza para cortar todo lo que nos separa de su amor.

Señor, te damos gracias por las lecciones de hoy. Ayúdanos a vivir según Tu voluntad, a utilizar nuestros recursos de manera justa y generosa, y a eliminar todo lo que nos lleve al pecado. Que seamos luz en el mundo, reflejando Tu amor en cada acción y palabra. Amén.

Mis hermanos y hermanas, al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la esperanza y la determinación de vivir como verdaderos seguidores de Cristo. Que la gracia de Dios nos acompañe y seamos instrumentos de su paz y amor en el mundo. Recuerde, estamos llamados a ser luz y sal: brillemos y sazonemos el mundo con la bondad, la justicia y el amor de Dios. Amén.