Evangelio de hoy – Jueves, 29 de febrero de 2024 – Lucas 16,19-31 – Biblia católica

Primera Lectura (Jr 17,5-10)

Lectura del Libro del Profeta Jeremías.

Esto dice el Señor: “Maldito el hombre que confía en el hombre y pone su fuerza en la carne humana, mientras su corazón se aleja del Señor; como cardos en el desierto, no ve venir la floración, prefiere languidecer en la sequedad del yermo, en una región salobre y deshabitada.

Bendito el hombre que confía en el Señor, cuya esperanza es el Señor; es como el árbol plantado junto a las aguas, que extiende sus raíces en busca de humedad, por lo tanto, no teme la llegada del calor: su follaje permanece verde, no sufre mengua en tiempo de sequía y nunca deja de dar frutos.

Engañoso es el corazón en todo, y esto es incurable; ¿quién puede conocerlo? Yo soy el Señor, que escudriño el corazón y pruebo los sentimientos, que doy a cada uno conforme a su proceder y conforme al fruto de sus obras”.

Palabra del Señor.

Gracias a Dios.

Evangelio (Lc 16,19-31)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Lucas.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía con ropas finas y elegantes y hacía fiestas espléndidas todos los días.

Un pobre, llamado Lázaro, lleno de llagas, estaba en el suelo, a la puerta del rico. Él quería saciar su hambre con las sobras que caían de la mesa del rico. Y además, venían los perros a lamer sus llagas.

Cuando murió el pobre, los ángeles lo llevaron junto a Abraham. También murió el rico y fue enterrado. En la región de los muertos, entre tormentos, el rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, con Lázaro a su lado. Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí! Envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy sufriendo mucho en estas llamas’.

Pero Abraham respondió: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, por su parte, los males. Ahora, sin embargo, él encuentra consuelo aquí y tú estás atormentado. Y además, hay un gran abismo entre nosotros: por más que alguien deseara, no podría pasar de aquí para estar contigo, ni tampoco podrían venir de allá hasta nosotros’.

El rico insistió: ‘Padre, te ruego que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos. Envíales un aviso para que no vengan también a este lugar de tormento’. Pero Abraham respondió: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’.

El rico insistió: ‘No, Padre Abraham, pero si alguien va a ellos de entre los muertos, sin duda se arrepentirán’. Pero Abraham le dijo: ‘Si no escuchan a Moisés ni a los Profetas, tampoco se convencerán aunque alguien resucite de entre los muertos'”.

— Palabra de la Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, ¡que la paz del Señor esté con todos ustedes!

Hoy, quiero comenzar nuestra reflexión con una historia. Los invito a imaginar una escena conmigo: una bulliciosa avenida en el centro de una gran ciudad, donde personas de diferentes orígenes e historias se cruzan en cada instante. Es un lugar donde la prisa y las preocupaciones de la vida cotidiana parecen sofocar la esperanza y la compasión.

En esta avenida, hay un semáforo, una breve pausa en medio de la prisa. Y es en este fugaz momento que algo extraordinario sucede. Un anciano, vestido con ropas gastadas y sucias, se acerca a un joven agitado y apresurado. El hombre extiende la mano, humildemente pidiendo ayuda. El joven, inmerso en sus propios problemas, apenas lo nota y sigue su camino.

Mientras tanto, al otro lado de la calle, una mujer de corazón generoso observa la escena. También tiene prisa, pero algo la detiene. Se acerca al anciano, lo mira a los ojos y sonríe. Saca algunas notas de su bolso y las coloca en las manos del hombre. Y luego, dice solo dos palabras: “Dios te bendiga”.

Esta historia, queridos hermanos y hermanas, es una invitación a reflexionar sobre los pasajes bíblicos que acabamos de escuchar. En ellos, encontramos principios profundos y atemporales que nos guían en nuestro viaje de fe. En la Primera Lectura (Jr 17,5-10), el profeta Jeremías nos habla sobre la importancia de confiar en Dios y poner nuestra esperanza en Él, en lugar de confiar en las riquezas y las fuerzas humanas. Nos advierte contra la tentación de poner nuestra confianza en cosas pasajeras y nos recuerda que solo Dios es la verdadera fuente de vida y seguridad.

Este mensaje resuena poderosamente en la parábola del Evangelio (Lc 16,19-31), donde Jesús nos cuenta la historia del rico avaro y del pobre Lázaro. En esta historia, vemos la triste realidad de un hombre rico que vive una vida de excesos e indiferencia hacia el sufrimiento del pobre Lázaro, que está a su puerta. El rico avaro, sumergido en su búsqueda de placeres terrenales, descuida su responsabilidad de cuidar al prójimo y termina experimentando la tristeza de la separación de Dios.

Estos pasajes bíblicos nos invitan a reflexionar sobre nuestras propias vidas. ¿Cuántas veces, como el joven apresurado, dejamos pasar oportunidades para ayudar y amar al prójimo? ¿Cuántas veces nos dejamos seducir por las riquezas y los placeres de este mundo, olvidándonos de aquellos que nos rodean y necesitan ayuda? ¿Cuántas veces ponemos nuestra confianza en cosas pasajeras, en lugar de confiar en Dios, la verdadera fuente de vida y seguridad?

Queridos hermanos y hermanas, la parábola del rico avaro y del pobre Lázaro es un llamado a la conversión y al amor desinteresado. Nos desafía a examinar nuestros corazones y a reconsiderar nuestras prioridades. Nos recuerda que el verdadero valor de nuestra vida está en cómo amamos y servimos a los demás en nombre de Cristo.

En esta historia, nos enfrentamos a la realidad de que nuestras elecciones tienen consecuencias eternas. El rico avaro, que descuidó al pobre Lázaro, experimentó la separación de Dios después de su muerte. Se dio cuenta demasiado tarde de que su riqueza no tenía valor en el Reino de los Cielos. La parábola nos recuerda que la vida es un viaje pasajero y que debemos vivir de acuerdo con los principios del Reino de Dios, poniendo el amor y el servicio al prójimo por encima de nuestros propios intereses egoístas.

Pero, ¿cómo podemos aplicar estos principios en nuestra vida diaria? ¿Cómo podemos ser como la mujer generosa de la historia, que se detuvo para ayudar al anciano? Permítanme compartir algunas pautas prácticas que pueden ayudarnos a vivir de acuerdo con las verdades espirituales presentes en estos pasajes bíblicos:

En primer lugar, debemos desarrollar una sensibilidad para reconocer las necesidades de los demás a nuestro alrededor. A menudo, estamos tan inmersos en nuestras propias preocupaciones y tareas que no notamos a las personas que están a nuestro lado, necesitando una palabra de consuelo, un gesto de amabilidad o incluso ayuda práctica. Por lo tanto, los desafío a prestar atención a las señales de necesidad a su alrededor y a responder con compasión y generosidad.

En segundo lugar, debemos cultivar una mentalidad de desapego hacia las cosas materiales. Esto no significa que debamos menospreciar las bendiciones que Dios nos otorga, sino reconocer que todo lo que tenemos es un regalo de Él y debe ser utilizado para el bien de los demás. Cuando comprendemos que solo somos administradores de los recursos que recibimos, podemos compartir con generosidad, sabiendo que nuestra verdadera riqueza está en acumular tesoros en el cielo.

En tercer lugar, es esencial fortalecer nuestra confianza en Dios. A menudo, ponemos nuestra esperanza en cosas pasajeras, como el dinero, el poder o el éxito, y nos olvidamos de que solo Dios puede ofrecernos seguridad duradera. Debemos nutrir una intimidad profunda con el Señor, dedicando tiempo diario a la oración, a la lectura de la Palabra de Dios y a la participación en los sacramentos. Es en esta comunión con lo divino que encontramos la fuerza y la confianza para enfrentar las dificultades de la vida con valentía y esperanza.

En cuarto lugar, debemos estar dispuestos a actuar de acuerdo con nuestras convicciones. No basta con escuchar las palabras de Jesús y estar de acuerdo con ellas intelectualmente. Debemos poner en práctica lo que aprendemos, incluso si eso significa ir en contra de la corriente de la sociedad o enfrentar dificultades. Es a través de nuestras acciones coherentes con nuestra fe que testimoniaremos el amor y la justicia de Dios en el mundo.

Quinto, es fundamental estar abierto al encuentro con el otro. Al igual que la mujer generosa de la historia, debemos estar dispuestos a tender la mano y establecer conexiones significativas con las personas que nos rodean. A menudo, son en las relaciones auténticas donde encontramos oportunidades para practicar el amor y experimentar la presencia de Dios. Por lo tanto, los animo a salir de su zona de confort, a involucrarse en obras de caridad y a establecer amistades con personas diferentes a ustedes, reconociendo la imagen de Dios en cada rostro humano.

Queridos hermanos y hermanas, al reflexionar sobre la historia del joven apresurado, el anciano y la mujer generosa, somos desafiados a examinar nuestras propias actitudes y prioridades. Somos llamados a abandonar la indiferencia y el egoísmo, abrazando una vida de amor y servicio al prójimo. Se nos invita a confiar plenamente en Dios, poniendo nuestra esperanza en Él y no en las cosas pasajeras de este mundo. Y se nos anima a vivir de manera coherente con nuestras convicciones, dando testimonio del amor de Cristo en nuestras acciones diarias.

Que el ejemplo de la mujer generosa y las verdades presentes en estos pasajes bíblicos nos inspiren a ser discípulos auténticos de Jesucristo, irradiando Su amor y Su gracia en el mundo. Que el Espíritu Santo nos guíe y fortalezca en este viaje de fe, para que al final de nuestras vidas, podamos escuchar las palabras del Señor: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” (Mt 25,34).

Así sea. Amén.