Evangelio de hoy – Jueves 6 de junio de 2024 – Marcos 12,28b-34 – Biblia Católica

Primera Lectura (2 Timoteo 2:8-15)

Lectura de la Segunda Carta de San Pablo a Timoteo.

Querido amigo, acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de entre los muertos según mi evangelio. Por él sufro hasta las esposas, como si fuera un criminal; pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso sufriré cualquier cosa por los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación, que es en Cristo Jesús, con gloria eterna. Esta palabra merece fe: si morimos con él, viviremos con él. Si nos mantenemos firmes con él, reinaremos con él. Si lo negamos, él también nos negará. Si le somos infieles, él permanece fiel, ya que no puede negarse a sí mismo. Recuérdales estas cosas y conjuralos por Dios para que eviten discusiones vanas, que no sirven sino para la perdición de los oyentes. Esfuérzate por presentarte ante Dios como un hombre digno de aprobación, como un trabajador que no tiene de qué avergonzarse, sino que expone correctamente la palabra de verdad.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Marcos 12,28b-34)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, un maestro de la Ley se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús respondió: “La primera es esta: ¡Oye, Israel! El Señor nuestro Dios es un solo Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo mandamiento es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. ¡No hay otro mandamiento mayor que estos! El maestro de la Ley dijo a Jesús: “¡Muy bien, Maestro! En verdad, es como tú dijiste: Él es el único Dios y no hay otro fuera de él. Ámalo con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas, y amar a tu prójimo como a ti mismo es mejor que todos los holocaustos y sacrificios.” Jesús vio que había respondido inteligentemente y dijo: “No estáis lejos del Reino de Dios”. Y nadie más tuvo el coraje de hacerle preguntas a Jesús.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, reunidos hoy en la presencia de Dios, quisiera comenzar nuestra reflexión con una imagen sencilla pero poderosa. Piensa en un jardinero que cuida su jardín con amor y dedicación. Él planta las semillas, riega, quita las malas hierbas y protege las plantas de las plagas. El objetivo es un jardín hermoso y fructífero que brinde alegría y alimento a todos los que lo vean. Asimismo, Dios cuida de cada uno de nosotros, de Su jardín, y nos invita a crecer en la fe y el amor, reflejando Su gloria al mundo.

En las lecturas de hoy, tanto de la carta de san Pablo a Timoteo como del evangelio de Marcos, estamos llamados a reflexionar sobre cómo podemos vivir una vida que sea un auténtico testimonio de la fe cristiana, alimentando nuestra relación con Dios y con los demás.

En la segunda carta a Timoteo, Pablo le escribe a su amado discípulo para animarlo a permanecer firme en la fe. Él dice: “Acordaos de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi evangelio”. Este simple recuerdo de Jesús, fundamento de nuestra fe, es un llamado a no olvidar nunca el corazón del Evangelio: la resurrección de Cristo, que es nuestra esperanza y victoria sobre la muerte.

Pablo continúa exhortando a Timoteo a ser un trabajador diligente y fiel en la predicación del Evangelio, a no avergonzarse de sufrir por Cristo y a perseverar incluso ante las dificultades. Utiliza la imagen del soldado, el deportista y el granjero para ilustrar la necesidad de disciplina, esfuerzo y paciencia. Así como un soldado no se deja distraer por los asuntos cotidianos, como un atleta se somete a un entrenamiento riguroso y como un agricultor trabaja duro antes de recoger los frutos, también nosotros debemos comprometernos con nuestra fe, incluso cuando el camino es difícil.

Pablo nos recuerda que a pesar de los desafíos, “la palabra de Dios no está ligada”. Esta poderosa declaración nos anima a confiar en que incluso en tiempos de persecución o dificultad, el mensaje del Evangelio continúa siendo proclamado y transformando vidas. Nuestra misión es permanecer fieles, confiando en que Dios está obrando a través de nosotros.

En el evangelio de Marcos encontramos uno de los momentos más profundos y hermosos de las enseñanzas de Jesús. Un escriba se acerca a Jesús y le pregunta cuál es el mayor de todos los mandamientos. La respuesta de Jesús es a la vez simple y profunda: “La primera es esta: ‘¡Oye, Israel! El Señor nuestro Dios es un solo Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu entendimiento”. y con todas tus fuerzas.’ Y el segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otro mandamiento mayor que estos.”

Este resumen de la ley en dos mandamientos nos ofrece una guía clara y práctica para nuestra vida cristiana. Jesús nos muestra que toda la ley se resume en el amor a Dios y al prójimo. Este doble amor es la base de toda nuestra moral y espiritualidad. Amar a Dios con todo el corazón significa poner a Dios en el centro de nuestra vida, buscando siempre hacer su voluntad y vivir en comunión con Él. Amar al prójimo como a nosotros mismos nos llama a extender el amor que recibimos de Dios a quienes nos rodean, tratando. ellos con compasión, justicia y respeto.

Para entender mejor, pensemos en la metáfora del corazón humano. El corazón es el centro vital del cuerpo, bombea sangre a todas partes y proporciona oxígeno y nutrientes esenciales para la vida. Asimismo, el amor a Dios debe ser el centro vital de nuestra existencia, impulsando todas nuestras acciones, pensamientos y palabras. Y la sangre que fluye del corazón, trayendo vida y energía a todas las partes del cuerpo, representa nuestro amor por los demás, que debe tocar y revitalizar las vidas de aquellos con quienes interactuamos.

Consideremos ahora la aplicación práctica de estas enseñanzas en nuestra vida diaria. ¿Cómo podemos amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas? Esto significa reservar tiempo para la oración, la lectura de las Escrituras y los sacramentos, especialmente la Eucaristía, donde encontramos la presencia real de Cristo. También significa confiar en Dios en todas las situaciones, buscar Su guía y entregar nuestra voluntad a Su voluntad.

Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos nos desafía a mirar más allá de nuestras propias necesidades y deseos. Significa ser sensible a las necesidades de los demás, estar dispuesto a ofrecer ayuda y apoyo y trabajar por la justicia y el bien común. Es un llamado a ver a cada persona como un hijo amado de Dios, digno de respeto y dignidad.

Hay una historia sobre San Francisco de Asís que ilustra maravillosamente estos mandamientos. Un día se encontró con un leproso en el camino. Francisco, que antes había sentido repulsión por los leprosos, se bajó del caballo, le dio un beso en la mejilla al hombre y le ofreció ayuda. Este acto de amor y compasión transformó la vida de Francisco y se convirtió en un ejemplo de cómo debemos amar a nuestro prójimo, especialmente a aquellos que son marginados y rechazados por la sociedad.

En el contexto de nuestras vidas, este amor se puede expresar de muchas maneras, pequeñas y grandes. Podría ser a través de una sonrisa para alguien que está pasando por un día difícil, una palabra de aliento o un acto de caridad para alguien necesitado. También puede ser trabajando por la justicia social, luchando contra las desigualdades y defendiendo los derechos de los pobres y oprimidos.

El amor a Dios y al prójimo no es sólo una emoción, sino una elección y un compromiso diario. Es un llamado a vivir para que nuestras vidas sean un reflejo del amor de Cristo. Cuando vivimos estos mandamientos, nos convertimos en verdaderos discípulos, luz del mundo y sal de la tierra, haciendo visible el mensaje del Evangelio a través de nuestras acciones.

Mis hermanos y hermanas, al reflexionar sobre estas lecturas, podemos inspirarnos para renovar nuestro compromiso de vivir una vida de amor por Dios y por los demás. Que seamos como ese jardinero diligente, cuidando nuestras relaciones con Dios y con los demás para que podamos florecer y dar frutos abundantes.

Ahora tomemos un momento de silencio para reflexionar sobre cómo podemos aplicar estas enseñanzas en nuestras vidas. Cerremos los ojos y pidamos a Dios la gracia de amar con todo nuestro ser, para que podamos vivir según los mandamientos que Jesús nos dio.

Señor, te damos gracias por las palabras de vida que nos ofreces a través de las Escrituras. Ayúdanos a amarte con todo nuestro corazón, alma, comprensión y fuerzas. Danos la gracia de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, reflejando Tu amor en todas nuestras acciones. Que seamos testigos fieles de Tu Evangelio, llevando luz y esperanza al mundo. Amén.

Al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la determinación de vivir estos mandamientos en nuestra vida diaria. Que la gracia de Dios nos acompañe y fortalezca, para que podamos ser instrumentos de su amor y paz en el mundo. Recuerde, estamos llamados a amar; hagamos de ese amor el sello distintivo de nuestras vidas. Amén.