Evangelio de hoy – Lunes 1 de julio de 2024 – Mateo 8,18-22 – Biblia Católica

Primera Lectura (Amós 2,6-10,13-16)

Lectura de la Profecía de Amós.

Esto dice el Señor: “Por los tres crímenes de Israel, por sus cuatro crímenes, no me retractaré de la palabra: porque venden al justo por dinero, y al necesitado por el precio de un par de zapatillas; pisotean la cabeza. en el polvo de la tierra de los pobres, e impiden el progreso de los humildes; hijo y padre van a la misma mujer, profanando mi santo nombre, acostados junto a cualquier altar, vestidos con ropas que fueron entregadas en prenda, beben vino. Pero a costa de gente multada, en la casa de Dios, destruí a los amorreos delante de ellos, hombres fuertes como cedros y fuertes como encinas, destrozando sus frutos de sus ramas y arrancando sus raíces por el desierto durante cuarenta años. años, para ocupar la tierra de los amorreos, pues, hollaré vuestros pies, como pisa el suelo un carro cargado de gavillas, los más ágiles no podrán escapar, los más fuertes no encontrarán fuerzas, los valientes no encontrarán fuerzas. podrá escapar salvará su vida; el arquero no se mantendrá erguido, el veloz corredor no tendrá piernas para escapar, ni el caballero se salvará; El más valiente entre los valientes huirá desnudo aquel día”, dice el Señor.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mateo 8,18-22)

Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al ver Jesús que había una multitud a su alrededor, le ordenó pasar al otro lado del lago. Entonces se acercó un maestro de la Ley y le dijo: “Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza”. Otro de los discípulos dijo a Jesús: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy las lecturas nos traen mensajes profundos y desafiantes. En el libro del profeta Amós vemos una dura crítica a la injusticia social y la opresión de los pobres. En el evangelio de Mateo, Jesús nos llama a un compromiso radical para seguirlo, cueste lo que cueste. Estos pasajes nos invitan a reflexionar sobre nuestras vidas y nuestras prioridades a la luz del llamado de Dios a la justicia y la santidad.

En el libro del profeta Amós escuchamos una denuncia mordaz: “Así dice el Señor: Por tres transgresiones de Israel, y por la cuarta, no quitaré el castigo; porque venden a los justos por dinero, y a los pobres por dinero. un par de sandalias pisotean la cabeza del pobre como quien pisa el polvo de la tierra, y desvía el camino de los humildes. Amós denuncia la corrupción y la injusticia que azotan a la sociedad israelí, donde los ricos explotan a los pobres y la justicia se corrompe.

Imaginemos una balanza, una que simbolice la justicia. Cuando la balanza está desequilibrada, una parte pesa más y oprime a la otra. Esta era la sociedad denunciada por Amós: los ricos, con su peso de poder y riqueza, aplastaban a los pobres, desviando el camino de los humildes. Esta imagen nos hace reflexionar sobre las desigualdades que vemos hoy en nuestro mundo. Con demasiada frecuencia, quienes tienen poder y riqueza utilizan su influencia para explotar y oprimir, mientras que los más vulnerables quedan al margen.

Amós continúa: “Destruí delante de ellos al amorreo, cuya altura era como la de los cedros y fuerte como las encinas; destruí su fruto arriba y sus raíces abajo”. Aquí, Dios le recuerda al pueblo de Israel sus poderosas acciones a favor de ellos en el pasado. Los liberó de la opresión y destruyó a sus enemigos, mostrando su poder y justicia. Pero ahora, las mismas personas que fueron liberadas se han convertido en opresores, olvidando las bendiciones y la justicia de Dios.

Pensemos en la historia de una familia que, a lo largo de generaciones, trabajó duro y prosperó. Sin embargo, al alcanzar riqueza y comodidad, algunos miembros de esta familia comienzan a olvidar las dificultades del pasado y explotan a otros para mantener su estatus. Asimismo, el pueblo de Israel ha olvidado su propia historia de opresión y liberación, convirtiéndose ahora en opresores.

En el evangelio de Mateo encontramos a Jesús llamando a sus discípulos a un compromiso radical. “Cuando Jesús vio mucha gente a su alrededor, les ordenó que pasaran al otro lado. Entonces vino un escriba y dijo: ‘Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas’. Jesús respondió: ‘Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza'”.

Jesús nos desafía a reflexionar sobre el costo de seguirlo. Nos advierte que seguirlo no es un camino de comodidad y seguridad material, sino de dedicación y sacrificio. Muchas veces estamos dispuestos a seguir a Jesús cuando nos conviene, pero dudamos cuando nos exige sacrificio y renuncia.

Imaginemos a un peregrino en un largo viaje. Lleva sólo lo imprescindible y está dispuesto a afrontar cualquier dificultad para llegar a su destino. Así debe ser nuestro caminar con Cristo. Debemos estar dispuestos a dejar atrás todo lo que nos impide seguirlo plenamente, sabiendo que nuestro verdadero tesoro está en el Reino de Dios.

En otro momento del evangelio, un discípulo le pide a Jesús: “Señor, déjame ir a enterrar a mi padre primero”. Pero Jesús le dice: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos”. Estas palabras pueden parecer duras, pero nos recuerdan que el llamado de Jesús es urgente y prioritario. Debemos poner nuestro compromiso con Cristo por encima de todas las demás obligaciones y vínculos terrenales.

Pensemos en un atleta que se entrena para una maratón. Sabe que para conseguir su objetivo necesita hacer sacrificios y dedicarse por completo a su entrenamiento. De la misma manera, seguir a Jesús requiere un compromiso total y la voluntad de sacrificar cualquier cosa que nos impida seguirlo plenamente.

¿Cómo podemos aplicar estas lecciones a nuestras vidas hoy? Primero, debemos examinar nuestras propias actitudes hacia la justicia y la riqueza. ¿Estamos utilizando nuestros recursos e influencia para ayudar a otros y promover la justicia, o estamos, consciente o inconscientemente, contribuyendo a la opresión y la desigualdad? Debemos esforzarnos por ser instrumentos de la justicia de Dios, ayudando a los necesitados y defendiendo a los oprimidos.

En segundo lugar, debemos reflexionar sobre nuestro compromiso con Cristo. ¿Estamos dispuestos a seguir a Jesús, incluso cuando ello requiera sacrificio y renuncia? Necesitamos recordar que nuestro verdadero tesoro está en el Reino de Dios y que la recompensa por seguir a Jesús es mucho mayor que cualquier consuelo o seguridad que podamos encontrar en este mundo.

Hagamos ahora un momento de silencio. Cerremos los ojos y pidamos a Dios la gracia de examinar nuestro corazón y nuestra vida a la luz de sus palabras. Que el Espíritu Santo nos guíe y fortalezca para vivir en rectitud y en un compromiso radical de seguir a Jesús.

Señor, te damos gracias por las lecciones de hoy. Ayúdanos a vivir según Tu justicia, a utilizar nuestros recursos para el bien y a comprometernos completamente con Tu llamado. Que seamos luz en el mundo, reflejando Tu amor y justicia en cada acción y palabra. Amén.

Mis hermanos y hermanas, al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la determinación de vivir como verdaderos seguidores de Cristo. Que la gracia de Dios nos acompañe y seamos instrumentos de su justicia y amor en el mundo. Recuerde, estamos llamados a ser luz y sal: brillemos y sazonemos el mundo con la bondad, la justicia y el amor de Dios. Amén.