Evangelio de hoy – Lunes 3 de junio de 2024 – Marcos 12,1-12 – Biblia Católica

Primera Lectura (2 Pedro 1,2-7)

Lectura de la Segunda Carta de San Pedro.

Queridos amigos, la gracia y la paz os sean concedidas en abundancia, porque conocéis a Dios y a Jesús, nuestro Señor, su divino poder nos ha dado todo lo que contribuye a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento de Aquel que, por su propia gloria y virtud, nos llamó. Por todo esto se nos dieron las preciosas promesas, las más grandes que hay, para que seáis partícipes de la naturaleza divina, después de haber sido libres de la corrupción y las concupiscencias del mundo. Por esto mismo, dedica todo tu esfuerzo a añadir a tu fe virtud, a la virtud conocimiento, al conocimiento dominio propio, al dominio propio perseverancia, a la perseverancia piedad, a la piedad amor fraternal y al amor fraternal caridad.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Marcos 12,1-12)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablar a los sumos sacerdotes, a los maestros de la ley y a los ancianos, usando parábolas: Un hombre plantó una viña, la rodeó, hizo un lagar y edificó una torre de vigilancia. Luego alquiló la viña a unos agricultores y viajó muy lejos. En el tiempo de la cosecha, envió un sirviente a los agricultores para recibir su parte de los frutos de la viña. Pero los agricultores atraparon al empleado, lo golpearon y lo devolvieron sin nada. Entonces el dueño de la viña envió nuevamente a otro empleado. Los agricultores lo golpearon en la cabeza y lo insultaron.

Entonces el dueño envió otro más y lo mataron. Trataron a muchos otros de la misma manera, golpeando a algunos y matando a otros. Todavía le quedaba alguien: su amado hijo. Finalmente, envió a su hijo a los agricultores, pensando: “Respetarán a mi hijo”. Pero aquellos granjeros se dijeron unos a otros: ‘Éste es el heredero’. Matémoslo y la herencia será nuestra.’ Entonces agarraron al hijo, lo mataron y lo echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Él vendrá, destruirá a los agricultores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído en las Escrituras: ‘La piedra que los constructores dejaron de lado se ha convertido en la piedra más importante; ¿Esto fue hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos? Entonces los jefes de los judíos intentaron arrestar a Jesús, porque comprendieron que les había contado la parábola. Pero ellos tuvieron miedo de la multitud, así que dejaron a Jesús y se fueron.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy nos reunimos para meditar sobre las lecturas de la Segunda Carta de Pedro y el Evangelio de Marcos. Estos pasajes nos invitan a reflexionar profundamente sobre la naturaleza de nuestra fe, nuestra relación con Dios y nuestro compromiso con la justicia y el amor en nuestra vida diaria.

Empecemos leyendo la Segunda Carta de Pedro. En este extracto, el apóstol Pedro nos da una fórmula espiritual para crecer en la fe y la virtud. Escribe: “Que la gracia y la paz os sean dadas en abundancia mediante el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor. Su poder divino nos ha dado todo lo necesario para la vida y la piedad, mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó por su gloria y virtud. Por medio de ellos nos ha dado sus preciosas y grandísimas promesas, para que por medio de ellas seáis partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Por lo tanto, haciendo toda diligencia, añade a tu fe virtud, a la virtud conocimiento, al conocimiento dominio propio, al dominio propio perseverancia, a la perseverancia piedad, a la piedad amor fraternal, y al amor fraternal caridad”.

Pedro nos muestra un camino de crecimiento espiritual que comienza con la fe y culmina en la caridad. La fe es el fundamento de nuestra vida cristiana, pero debe nutrirse y fortalecerse mediante la práctica constante de las virtudes. Nos llama a añadir a nuestra fe virtud, y a la virtud, conocimiento. Aquí el conocimiento no es sólo intelectual, sino una comprensión profunda de la voluntad de Dios, que nos guía al autocontrol: la capacidad de controlar nuestros deseos y acciones de acuerdo con esa voluntad. Este autocontrol nos lleva a la perseverancia, a la capacidad de mantener nuestro camino incluso ante la adversidad. La perseverancia se convierte en piedad, en un amor profundo y reverente a Dios, que naturalmente se expande en amor fraternal y, finalmente, en caridad: amor puro y desinteresado por todos.

Este camino que describe Pedro es esencial para nuestra transformación espiritual. Cada paso nos acerca a la naturaleza divina, permitiéndonos participar de la vida de Dios y escapar de la corrupción del mundo. Es una invitación a una vida de constante crecimiento y renovación, donde cada virtud fortalece y profundiza a la otra.

Ahora dirijamos nuestra atención al Evangelio de Marcos. En este pasaje, Jesús cuenta la parábola de los viñadores asesinos: “Un hombre plantó una viña, la rodeó con un seto, cavó un tanque para prensar las uvas y construyó una torre de vigilancia. Después alquiló la viña a unos agricultores y se fue de viaje. En el tiempo de la cosecha, envió un siervo a los agricultores para recibir de ellos su parte de los frutos de la viña. Pero los granjeros atraparon al sirviente, lo golpearon y lo enviaron de regreso con las manos vacías. Y les envió otro siervo, al cual golpearon en la cabeza e insultaron. El dueño envió otro sirviente y lo mataron. Y así fue con muchos otros: a algunos los golpearon, a otros los mataron. Todavía tenía un único hijo amado. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: “A mi hijo lo respetarán”. Pero aquellos granjeros se decían unos a otros: “Éste es el heredero”. Matémoslo y la herencia será nuestra. Entonces lo agarraron, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará entonces el dueño de la viña? Vendrá y matará a los agricultores y dará la viña a otros”.

Esta parábola es una poderosa metáfora del rechazo de Dios por parte de Israel y la venida de Jesucristo. El dueño de la viña representa a Dios, la viña es Israel y los agricultores son los líderes religiosos que no cumplieron con sus deberes. Los siervos enviados son los profetas, quienes fueron maltratados y asesinados. El hijo amado es Jesús, que también fue rechazado y crucificado. Este pasaje revela la paciencia y la justicia de Dios. A pesar del continuo rechazo y violencia contra Sus mensajeros, Dios envió a Su propio Hijo, esperando que lo respetaran. Pero el rechazo final del Hijo trajo consigo un juicio inevitable.

El mensaje de esta parábola es claro y profundo. Primero, nos recuerda el increíble amor y paciencia de Dios. Él no abandonó a su pueblo, incluso después de repetidos rechazos y violencia. Envió mensajero tras mensajero, y finalmente a su propio Hijo. Esto nos muestra hasta dónde está dispuesto Dios a llegar para reconciliarnos consigo mismo.

Pero aquí también hay una seria advertencia. El rechazo del Hijo conduce al juicio. Dios nos ofrece su gracia y su amor, pero también espera una respuesta. Él espera que demos frutos en nuestras vidas: frutos de justicia, amor y fe. Si rechazamos Su gracia y continuamos en nuestros caminos de egoísmo y rebelión, enfrentaremos las consecuencias de nuestras decisiones.

Esta parábola también nos desafía a reflexionar sobre nuestras propias vidas. ¿Somos nosotros los agricultores que rechazamos a los mensajeros de Dios? ¿Ignoramos las advertencias y los llamados al arrepentimiento? ¿O somos nosotros los que acogemos al Hijo, los que aceptamos su mensaje y nos esforzamos por vivir según su voluntad? Debemos examinar nuestro corazón y nuestras acciones para ver si realmente estamos produciendo el fruto que Dios espera de nosotros.

Ahora, reuniendo las lecciones de las dos lecturas de hoy, vemos un llamado claro y urgente a crecer en nuestra vida espiritual y responder a la gracia de Dios con todo nuestro ser. Pedro nos ofrece un camino práctico para lograrlo, a través de la fe, la virtud, el conocimiento, el dominio de sí, la perseverancia, la piedad, el amor fraternal y la caridad. Cada una de estas cualidades nos ayuda a parecernos más a Cristo y a vivir según la voluntad de Dios.

El Evangelio nos recuerda que esta transformación no es opcional, sino esencial. Dios nos llama a dar frutos en nuestras vidas, a vivir de manera que reflejen Su amor y justicia. Si rechazamos este llamado, enfrentaremos las consecuencias de nuestro rechazo. Pero si aceptamos y nos esforzamos por seguir el camino de la virtud, encontraremos la vida verdadera y eterna en Cristo.

Queridos hermanos y hermanas, que hoy y todos los días respondamos al llamado de Dios con un corazón abierto y decidido. Que busquemos crecer en fe y virtud, y que nuestras vidas sean un testimonio vivo del amor y la gracia de Dios. Que seamos como luces en el mundo, guiando a otros a la verdad y a la vida en Cristo.

Hagamos ahora un momento de silencio, pidiéndole a Dios la gracia de vivir según Su voluntad y la fuerza para seguir el camino que Él nos ha mostrado a través de Su Palabra.

Señor, te damos gracias por las lecciones de hoy. Ayúdanos a vivir según Tu voluntad, a utilizar nuestros recursos de manera justa y generosa, y a eliminar todo lo que nos lleve al pecado. Que seamos luz en el mundo, reflejando Tu amor en cada acción y palabra. Amén.

Mis hermanos y hermanas, al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la esperanza y la determinación de vivir como verdaderos seguidores de Cristo. Que la gracia de Dios nos acompañe y seamos instrumentos de su paz y amor en el mundo. Recuerde, estamos llamados a ser luz y sal: brillemos y sazonemos el mundo con la bondad, la justicia y el amor de Dios. Amén.