Primera Lectura (1Rs 8.1-7.9-13)
Lectura del primer libro de los Reyes.
En aquellos días, Salomón convocó a todos los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las familias de los hijos de Israel, para trasladar desde la ciudad de Sión, que es Jerusalén, el arca del pacto del Señor.
Todo Israel se reunió alrededor de Salomón en el mes de Etanim, es decir, en el séptimo mes, durante la fiesta. Vinieron todos los ancianos de Israel, y los sacerdotes tomaron el arca y la llevaron junto con la tienda de reunión, así como todos los objetos sagrados que estaban en ella; los sacerdotes y levitas los llevaban. El rey Salomón y toda la comunidad de Israel, reunida en torno a él, sacrificaban delante del arca ovejas y bueyes en tal cantidad que no se podían contar ni calcular. Y los sacerdotes llevaron el arca del pacto del Señor a su lugar, en el santuario del templo, en el Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines, porque los querubines extendían sus alas sobre el lugar del arca, cubriendo el arca y sus varas por encima.
Dentro del arca solo estaban las dos tablas de piedra que Moisés había depositado allí en el monte Horeb, cuando el Señor hizo el pacto con los hijos de Israel, tan pronto como salieron de la tierra de Egipto. Cuando los sacerdotes salieron del santuario, una nube llenó el templo del Señor, de modo que los sacerdotes no pudieron seguir realizando sus funciones porque la gloria del Señor llenó el templo del Señor. Entonces Salomón dijo: “El Señor ha dicho que habitaría en una nube, y yo he construido una casa para tu morada, un templo donde vivas para siempre”.
– Palabra del Señor.
– Gracias a Dios.
Evangelio (Mc 6,53-56)
— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.
— Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, después de haber cruzado Jesús y sus discípulos el mar de Galilea, llegaron a Genesaré y amarraron la barca. Tan pronto como bajaron de la barca, la gente inmediatamente reconoció a Jesús. Recorriendo toda aquella región, llevaban a los enfermos tendidos en sus camas al lugar donde escuchaban que Jesús estaba. Y, en los pueblos, ciudades y campos adonde llegaban, ponían a los enfermos en las plazas y le pedían que al menos tocara el borde de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanados.
— Palabra del Señor.
— Gloria a ti, Señor.
Reflejando la Palabra de Dios
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy, me gustaría compartir con ustedes un mensaje de esperanza y renovación, inspirado en los pasajes bíblicos de la Primera Lectura, tomada del libro de los Reyes, capítulo 8, versículos 1-7, 9-13, y del Evangelio según Marcos, capítulo 6, versículos 53-56. En estos pasajes, encontramos historias que nos hablan del poder y la presencia sanadora de Dios en medio de nuestras experiencias diarias.
Imagínense, por un instante, en una playa bulliciosa, con el sol brillando intensamente y el sonido de las olas rompiendo en la costa. Es una escena familiar para muchos de nosotros, una experiencia que trae tranquilidad y paz. Pero, más allá de la belleza natural de este lugar, hay una historia de curación que se desarrolla ante nosotros.
En el Evangelio de Marcos, vemos a Jesús y sus discípulos llegando a esta playa después de un largo viaje. La gente reconoce a Jesús y corre hacia Él, trayendo a los enfermos en sus camillas, con la esperanza de que el simple toque de Sus manos pudiera traer curación. Y, de hecho, “todos los que tocaban a Jesús quedaban sanos” (Mc 6,56). ¡Qué poder extraordinario emanaba de Él! Simplemente estar cerca de Jesús era suficiente para transformar vidas y traer curación a los corazones y cuerpos quebrantados.
Esta historia nos habla de una verdad profunda: que la presencia de Dios en nuestras vidas tiene el poder de curar y renovar. Así como las personas en esa playa buscaron la curación a través del toque de Jesús, también nosotros estamos invitados a buscar la cercanía con Él en nuestras propias vidas. Él siempre está presente, esperando que nos acerquemos a Él con fe y confianza.
Recuerden la historia del templo, narrada en el libro de los Reyes. Salomón, el sabio rey, estaba a punto de consagrar el templo que había construido para Dios. El arca del pacto, que simbolizaba la presencia de Dios, fue traída al templo y colocada en el Santo de los Santos. En el momento de la consagración, una nube llenó el templo, indicando la presencia manifiesta de Dios. Salomón reconoció la grandeza y la majestuosidad de Dios, cayendo de rodillas en adoración.
Esta historia nos recuerda que Dios no está confinado a un único lugar o momento específico. Él está presente en todas partes y en todo momento. Él habita en nuestros corazones y camina con nosotros en nuestras jornadas diarias. Así como Salomón, estamos llamados a reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas y a inclinarnos ante Él en adoración.
Pero, ¿cómo podemos experimentar esta presencia sanadora de Dios en nuestras vidas? ¿Cómo podemos acercarnos a Él y recibir Su curación y renovación?
En primer lugar, es importante recordar que Dios está presente en cada detalle de nuestras vidas. Él está presente en nuestras alegrías y tristezas, en nuestras luchas y victorias, en nuestras dudas y certezas. Él nos conoce íntimamente y nos ama incondicionalmente. Podemos encontrarlo en nuestras relaciones, en nuestra búsqueda de la verdad, en la belleza de la naturaleza e incluso en las dificultades que enfrentamos.
En segundo lugar, la oración es una herramienta poderosa para conectarnos con Dios. Así como Salomón oró al consagrar el templo, también podemos elevar nuestros corazones a Dios en oración. Podemos hablar con Él como un amigo cercano, compartiendo nuestros anhelos, dudas y gratitud. Y, al mismo tiempo, debemos escuchar Su voz en nuestros corazones, permitiendo que Él nos guíe y nos hable a través de Su Palabra.
En tercer lugar, la búsqueda de la curación y renovación espiritual requiere acciones concretas de nuestra parte. Podemos buscar los sacramentos de la Iglesia, como la confesión y la Eucaristía, que son fuentes de gracia y renovación. Podemos buscar la compañía de otros cristianos, participando en grupos de oración y comunidades que nos ayuden a crecer en nuestra fe. También podemos practicar la caridad y el amor al prójimo, extendiendo la mano a los necesitados y compartiendo el amor de Dios con el mundo que nos rodea.
Mis queridos, el mensaje de estos pasajes bíblicos es claro: Dios está presente en nuestras vidas cotidianas, ofreciendo curación, renovación y esperanza. Anhela encontrarnos donde estamos y tocarnos con Su gracia y amor transformadores. No importa cuán quebrantados o perdidos nos sintamos, Él siempre está ahí para acogernos y restaurarnos.
Quiero animarlos a reflexionar sobre cómo pueden buscar la presencia de Dios en sus vidas diarias. ¿Cuáles son las áreas de sus vidas que necesitan curación y renovación? ¿Dónde pueden encontrar la presencia de Dios en medio del ajetreo y el caos del día a día? ¿Qué acciones concretas pueden tomar para acercarse a Él y permitir que Él cure sus corazones?
Recuerden que el encuentro con Dios no es solo para el domingo en la iglesia, sino para todos los días de la semana. Él los está esperando en cada momento, en cada situación. Abran sus corazones a Él y permitan que entre en sus vidas, trayendo curación, renovación y paz duradera.
Así como las personas en la playa buscaron la curación a través del toque de Jesús, busquen la cercanía con Él en sus propias vidas. Busquen Su presencia en cada momento y en cada circunstancia. Y, así como Salomón se inclinó ante la manifestación de la gloria de Dios en el templo, inclinen sus corazones ante Él en adoración y gratitud.
Que la gracia de Dios los envuelva y los fortalezca. Que Él cure sus heridas, renueve sus esperanzas y guíe sus pasos. Que puedan encontrar a Dios en sus vidas cotidianas y experimentar Su presencia sanadora y transformadora.
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.