Evangelio de hoy – Martes 11 de junio de 2024 – Mateo 10,7-13 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 11,21b-26,13,1-3)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días mucha gente creía en el Evangelio y se convertía al Señor. La noticia llegó a oídos de la Iglesia en Jerusalén. Entonces enviaron a Bernabé a Antioquía. Cuando llegó Bernabé y vio la gracia que Dios le había concedido, se alegró mucho y exhortó a todos a permanecer fieles al Señor, con firmeza de corazón. Era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud se adhirió al Señor.

Entonces Bernabé fue a Tarso en busca de Saulo. Habiendo encontrado a Saúl, lo llevó a Antioquía. Pasaron un año entero trabajando juntos en esa Iglesia e instruyendo a una gran multitud. En Antioquía los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez.

En la iglesia de Antioquía había profetas y doctores. Eran: Bernabé, Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manaén, que fue criado junto con Herodes, y Saulo. Un día, mientras celebraban la liturgia en honor del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo, para que hagan la obra a la que los he llamado”. Luego, ayunando y orando, impusieron las manos a Bernabé y a Saulo, y los dejaron ir.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mateo 10,7-13)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “En el camino, proclamad: ‘El Reino de los Cielos está cerca’. Sanad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, echad fuera demonios. Gratuitamente habéis recibido, gratuitamente debéis dar”. !No llevéis oro ni plata ni dinero en vuestros cinturones; ni bolsa para el viaje, ni dos túnicas ni sandalias ni bastón, porque el trabajador tiene derecho a su sustento.

En cualquier ciudad o pueblo al que entres, descubre quién es digno allí. Quédate con él hasta tu partida. Cuando entres en una casa, salúdala. Si la casa es digna, que vuestra paz venga sobre ella; Si ella no es digna, que vuestra paz vuelva a vosotros.”

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre la misión de la Iglesia y el papel que desempeña cada uno de nosotros en la difusión del Evangelio. Los pasajes de los Hechos de los Apóstoles y el Evangelio de Mateo nos desafían a ser verdaderos discípulos, anunciadores de la buena nueva y a vivir nuestra fe de manera concreta, transformando el mundo que nos rodea.

En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles leemos sobre el crecimiento de la Iglesia en Antioquía, donde “la mano del Señor estaba con ellos, y una gran multitud creyó y se convirtió al Señor” (Hechos 11:21b). ). Antioquía se convirtió en un centro vital del cristianismo primitivo, un lugar donde judíos y gentiles se unían en la fe en Cristo. Bernabé y Pablo fueron enviados para ayudar a fortalecer esta comunidad. Este pasaje resalta la importancia de la obra misional y el liderazgo en la Iglesia.

Bernabé, cuyo nombre significa “hijo de consolación”, era un hombre de fe y lleno del Espíritu Santo. Reconoció el potencial de Paul y lo trajo a Antioquía, donde juntos enseñaron y alentaron a la comunidad durante un año. Aquí es donde por primera vez los discípulos son llamados cristianos. Esta designación indica una identidad nueva y distinta, centrada en Cristo.

Podemos preguntarnos: ¿cómo podemos ser como Bernabé y Pablo hoy? ¿Cómo podemos animar y fortalecer la fe de nuestros hermanos y hermanas? Una manera es a través del testimonio de nuestras vidas. Si vivimos según las enseñanzas de Cristo, siendo ejemplos de amor, justicia y misericordia, inspiraremos a otros a hacer lo mismo.

El texto continúa narrando que en la Iglesia de Antioquía hubo profetas y maestros. Mientras adoraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hechos 13:2). Después de ayunar y orar, les impusieron las manos y los despidieron. Este acto de imposición de manos es significativo, ya que representa la transmisión de autoridad y la bendición de la comunidad para la misión que siguió. La oración y el ayuno prepararon a los apóstoles para la misión, demostrando la importancia de la comunión con Dios y la búsqueda de Su voluntad antes de emprender cualquier gran tarea.

En el Evangelio de Mateo, Jesús envía a los doce apóstoles con la instrucción: “Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca. Sana enfermos, resucita muertos, limpia leprosos y expulsa demonios. Gratuitamente recibisteis, gratuitamente debéis dar” (Mateo 10:7-8). Estas palabras de Jesús son poderosas y llenas de significado.

Primero, nos llama a proclamar que el Reino de los Cielos está cerca. Esto significa vivir de una manera que haga visible la presencia de Dios en el mundo. Cada uno de nosotros, en nuestra vida cotidiana, está llamado a ser signo del Reino, ya sea en el trabajo, en la familia, en la escuela o en la comunidad.

Jesús también nos instruye a sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, limpiar a los leprosos y expulsar demonios. Estas acciones milagrosas fueron señales del poder de Dios obrando a través de los apóstoles, mostrando que el Reino de los Cielos realmente estaba cerca. Hoy estamos llamados a continuar esa misión, no necesariamente a través de milagros espectaculares, sino a través de actos de compasión, sanación y liberación.

La curación de los enfermos puede verse no sólo como curación física, sino también como curación emocional y espiritual. Podemos ser instrumentos de Dios ofreciendo consuelo a un amigo que sufre, brindando apoyo a alguien que está pasando por dificultades o simplemente estando ahí para alguien que necesita un hombro en el que apoyarse.

Resucitar a los muertos puede entenderse como traer nueva vida a situaciones aparentemente desesperadas. Podría ser ayudar a alguien a encontrar un nuevo propósito, ofrecerle una segunda oportunidad o inspirar esperanza en medio de la desesperación.

Purificar leprosos y expulsar demonios simboliza la lucha contra el pecado y el mal. Estamos llamados a combatir la injusticia, defender a los marginados y trabajar para transformar las estructuras sociales que oprimen y causan sufrimiento.

Jesús termina diciendo: “Gratuitamente habéis recibido, gratuitamente debéis dar”. Este es un recordatorio de que todo lo que tenemos (nuestros dones, nuestra fe, nuestra salvación) es un regalo de Dios. Y como tal, estamos llamados a compartir generosamente estos dones con los demás. No debemos guardarnos la fe para nosotros mismos sino difundirla a través de nuestras acciones y palabras.

Estas lecturas nos desafían a reflexionar sobre nuestra propia misión como cristianos. Cada uno de nosotros está llamado a ser un discípulo activo, un misionero en nuestro propio contexto. Puede que no seamos enviados a tierras lejanas como Bernabé y Pablo, pero sí a nuestros lugares de trabajo, nuestras familias, nuestras comunidades.

¿Cómo podemos entonces vivir este llamado? En primer lugar, a través de la oración y la búsqueda continua de la voluntad de Dios en nuestras vidas. Así como Bernabé y Pablo fueron elegidos mediante la oración y el ayuno, necesitamos estar en comunión con Dios para discernir nuestro camino.

En segundo lugar, mediante el servicio a los demás. Las palabras de Jesús nos recuerdan que nuestra misión es servir, sanar, liberar y amar. Cuando nos comprometemos a vivir estos valores, nos convertimos en verdaderos embajadores del Reino de Dios.

Finalmente, a través del testimonio de nuestras vidas. La fe no es algo que podamos mantener oculto; debe ser vivido y compartido. Al ser ejemplos vivos del amor de Cristo, atraemos a otros a la fe y contribuimos a la expansión del Reino de los Cielos.

Al concluir, recordemos las palabras de Jesús: “Gratuitamente recibisteis, gratuitamente debéis dar”. Que vivamos nuestras vidas con generosidad y gracia, reconociendo que todo lo que tenemos es un regalo de Dios. Que seamos luces brillantes en el mundo, sanando, restaurando y llevando esperanza dondequiera que vayamos.

Que el Señor nos bendiga y nos fortalezca en nuestra misión. Amén.