Evangelio de hoy – Martes 2 de enero de 2024 – Juan 1.19-28 – Biblia católica

Primera Lectura (1 Juan 2,22-28)

Lectura de la Primera Carta de San Juan.

Queridos hermanos: ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? El Anticristo es aquel que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre. Quien confiesa al Hijo también tiene al Padre. Permanezca en ustedes lo que han oído desde el principio. Si lo que han oído desde el principio permanece en ustedes, también permanecerán con el Hijo y con el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo: la vida eterna. Escribo esto respecto a aquellos que buscan extraviarlos. En cuanto a ustedes mismos, la unción que han recibido de parte de Jesús permanece en ustedes, y no necesitan que alguien les enseñe. Su unción les enseña todo, y es verdadera y no mentirosa. Por eso, según la unción de Jesús que les enseñó, permanezcan en él. Entonces, ahora, queridos hijos, permanezcan en él. Así podremos tener plena confianza cuando se manifieste, y no seremos avergonzados al alejarnos vergonzosamente de él cuando venga.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Jn 1,19-28)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

Este fue el testimonio de Juan cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para preguntar: “¿Quién eres tú?” Juan confesó y no negó. Confesó: “Yo no soy el Mesías”. Le preguntaron: “Entonces, ¿eres Elías?” Juan respondió: “No lo soy”. Le preguntaron: “¿Eres el Profeta?” Él respondió: “No”. Preguntaron entonces: “Entonces, ¿quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a aquellos que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan declaró: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘¡Preparen el camino del Señor!'” — como dijo el profeta Isaías. Ahora bien, los que habían sido enviados eran de los fariseos y preguntaron: “Entonces, ¿por qué bautizas si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?” Juan respondió: “Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes hay uno que no conocen y que viene después de mí. Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

— Palabra de la Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Refletindo a Palavra de Deus

Mis amados hermanos y hermanas en Cristo, que la paz del Señor esté con ustedes. Hoy nos reunimos como una comunidad de fe, en busca de la sabiduría y orientación divinas para iluminar nuestros caminos ante los desafíos cotidianos. Quiero comenzar nuestra reflexión de hoy con una historia que, al igual que las Escrituras que hemos escuchado, nos guiará hacia la verdad que encontramos en Cristo.

Imagínense en una noche oscura, donde las estrellas brillan intensamente en el cielo. Había un hombre llamado Juan, un simple precursor, cuya misión era dar testimonio de la luz que estaba por venir, la luz que disipa las tinieblas. Sin embargo, cuando se le preguntó quién era, Juan humildemente negó ser el Mesías, Elías o algún profeta resucitado. En cambio, afirmó ser una voz clamando en el desierto, preparando el camino para el Señor.

Así como Juan el Bautista preparaba el camino para la venida de Jesús, nosotros somos llamados a preparar nuestros corazones ante la presencia del Señor en nuestras vidas diarias. En las lecturas que reflexionaremos hoy, encontramos orientaciones valiosas en la Primera Lectura de Juan y en el Evangelio de Juan.

El apóstol Juan nos advierte sobre los anticristos, aquellos que niegan al Hijo y, por consecuencia, también niegan al Padre. Nos recuerda la importancia de permanecer fieles a lo que hemos escuchado desde el principio. La verdad que conocemos en Cristo no es una idea pasajera, sino una realidad eterna, como la luz que brilla en las tinieblas y las tinieblas no prevalecen contra ella.

¿Cuántas veces somos tentados a ceder a las influencias del mundo, a dudar de la verdad que recibimos desde el inicio de nuestra jornada de fe? Los anticristos pueden presentarse de diversas formas, ya sea a través de ideologías que minimizan la importancia del sacrificio de Cristo o a través de valores que contradicen las enseñanzas divinas. Juan nos exhorta a permanecer firmes, a no desviarnos del camino que nos fue revelado por nuestro Señor y Salvador.

En este contexto, las palabras de Juan el Bautista en el Evangelio de Juan resuenan profundamente. Cuando los líderes religiosos cuestionan su identidad, Juan no se detiene en su propia importancia, sino que señala hacia aquel que está por venir, cuyas sandalias no es digno de desatar. Juan el Bautista reconoce la humildad ante el Señor, demostrando una entrega total a la voluntad divina.

¿Qué podemos aprender de Juan el Bautista? En un mundo que a menudo exalta la autoimportancia, somos llamados a seguir el ejemplo de Juan, a vaciarnos de nosotros mismos para que Cristo pueda crecer en nosotros. No se trata de buscar la gloria personal, sino de señalar hacia la luz que ilumina nuestras vidas y el mundo que nos rodea.

Hermanos y hermanas, ante estas pasajes, somos desafiados a examinar nuestros corazones y discernir si estamos permaneciendo fieles a la verdad que nos fue confiada desde el principio. Como Juan el Bautista preparó el camino para el Mesías, somos llamados a preparar el camino para Cristo en nuestras vidas diarias.

La repetición de Juan, tanto el apóstol como el Bautista, nos recuerda la importancia de la perseverancia en la fe, la constancia en nuestros testimonios y la fidelidad a la verdad que conocemos en Cristo. No permitamos que las voces del mundo nos desvíen del camino estrecho que conduce a la vida eterna.

Imaginen ahora un camino estrecho, rodeado por densas tinieblas. En medio de esta oscuridad, una luz brilla intensamente, guiándonos a través del camino sinuoso. Esa luz es Cristo, y Él nos llama a seguirlo. Cada paso que damos en dirección a esa luz nos aleja de las sombras del pecado y la duda.

Quizás algunos de nosotros nos encontremos en encrucijadas, indecisos sobre qué camino tomar. Las escrituras bíblicas de hoy nos ofrecen una brújula divina, señalándonos en la dirección correcta. Como discípulos de Cristo, somos llamados a dar testimonio de Su luz en las tinieblas del mundo, a ser faros que orientan a aquellos que están perdidos.

Juan el Bautista no era la luz, pero vino para dar testimonio de la luz. De la misma manera, estamos llamados a ser testigos de la luz de Cristo en medio de las sombras de la desesperanza, el egoísmo y el pecado. Que nuestra vida sea un reflejo de la luz divina que brilla en nuestros corazones, iluminando el mundo a nuestro alrededor.

En nuestras vidas cotidianas, ¿cómo podemos manifestar esa luz? Tal vez a través de un acto de amor desinteresado, de perdón sincero o de compasión por aquellos que sufren a nuestro alrededor. La luz de Cristo se manifiesta en las pequeñas acciones diarias que reflejan Su amor y gracia.

Es crucial recordar que la luz de Cristo no debe guardarse egoístamente para nosotros mismos. Así como una vela ilumina la habitación, la luz de Cristo debe compartirse para disipar las tinieblas a nuestro alrededor. Estemos atentos a las oportunidades diarias de ser portadores de esa luz divina, ofreciendo esperanza a aquellos que están perdidos y desanimados.

Quiero animar a cada uno de ustedes a reflexionar sobre cómo están siguiendo el ejemplo de Juan Bautista en sus vidas. ¿Estamos preparando el camino para el Señor en nuestros corazones, o permitimos que las tinieblas del pecado y la incredulidad se instalen? Estemos vigilantes, porque el Señor siempre está listo para recibirnos con los brazos abiertos cuando nos volvemos sinceramente hacia Él.

Como parte de la repetición estratégica, destaco nuevamente la importancia de permanecer fieles a la verdad que conocemos en Cristo. Esta no es solo una verdad abstracta, sino una verdad encarnada en nuestro Salvador. Seamos como Juan Bautista, señalando hacia la luz que es Jesucristo, el Hijo de Dios, que vino a redimir al mundo.

En nuestras jornadas espirituales, es fácil perdernos en medio de las distracciones del mundo moderno. Las voces de los anticristos pueden sonar fuertes, tratando de apartarnos de la verdad que conocemos en Cristo. Sin embargo, el mensaje de las Escrituras es claro: permanezcamos firmes en la fe, confiando en la verdad revelada en Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

Voltemos ahora nuestra atención a la oración, pidiendo al Espíritu Santo que nos guíe y fortalezca en nuestra jornada de fe. Oremos para que, al igual que Juan Bautista, podamos ser testigos fieles de la luz de Cristo en nuestras vidas diarias.

Señor, Dios misericordioso y compasivo, míranos a nosotros, tus hijos, reunidos aquí en tu presencia. Concédenos la gracia de permanecer firmes en la verdad que conocemos en Cristo, resistiendo las tentaciones e influencias que buscan apartarnos del camino de la fe.

Que el Espíritu Santo, que guió a Juan Bautista en su misión, también nos conduzca en nuestra jornada espiritual. Capacítanos para ser testigos de la luz de Cristo en medio de las tinieblas del mundo, para que, a través de nuestras vidas, otros puedan ser atraídos hacia la verdad salvadora encontrada en Jesús.

Señor, pedimos discernimiento para reconocer las voces de los anticristos que intentan alejarnos de Ti. Fortalécenos para resistir las tentaciones y permanecer fieles a tu Palabra. Que podamos, como Juan Bautista, disminuir para que Cristo pueda crecer en nosotros, haciéndonos verdaderos reflejos de Su luz.

Concédanos la gracia de vivir de acuerdo con los enseñamientos de las Escrituras, aplicando las verdades espirituales en nuestras vidas cotidianas. Que la luz de Cristo brille en nosotros de tal manera que otros sean atraídos por la belleza de tu verdad y tu amor.

Y ahora, hermanos y hermanas, que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde vuestros corazones y mentes en Cristo Jesús. Amén.

Que el Señor los bendiga y los guíe en todos sus caminos. Que la luz de Cristo continúe brillando en sus corazones, disipando las tinieblas a su alrededor. Vayan en paz, sirviendo al Señor con alegría y fidelidad. Amén.