Evangelio de hoy – Miércoles 5 de junio de 2024 – Marcos 12,18-27 – Biblia Católica

Primera Lectura (2 Timoteo 1,1-3.6-12)

Comienzo de la Segunda Carta de San Pablo a Timoteo.

Pablo, Apóstol de Jesucristo por designio de Dios respecto a la promesa de vida que tenemos en Cristo Jesús, a Timoteo, mi querido hijo: ¡Gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro!

Doy gracias a Dios, a quien sirvo con conciencia limpia, como aprendí de mis antepasados, cuando os recuerdo, día y noche, en mis oraciones.

Por eso os insto a reavivar la llama del don de Dios que recibisteis mediante la imposición de mis manos. Porque Dios no nos dio espíritu de timidez sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de Nuestro Señor ni de mí, su prisionero, sino sufre conmigo por el Evangelio, fortalecido por el poder de Dios. Dios nos salvó y nos llamó con llamamiento santo, no por nuestras obras, sino por su designio y su gracia, que nos fue dada en Cristo Jesús desde toda la eternidad. Esta gracia ahora ha sido revelada por la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. No sólo destruyó la muerte, sino que también hizo brillar la vida y la inmortalidad.
mediante el Evangelio, del cual fui nombrado anunciador, apóstol y maestro. Ésta es la causa por la que sufro, pero no me avergüenzo, porque sé en quién he puesto mi fe. Y estoy seguro de que es capaz de custodiar lo que me ha sido confiado hasta el gran día.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Marcos 12,18-27)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, quienes afirman que no hay resurrección y le propusieron este caso: “Maestro, Moisés nos dio esta prescripción: Si el hermano de alguno muere y deja sin hijos a su mujer, su hermano se casará. viuda para asegurar la descendencia de su hermano.” Ahora eran siete hermanos, el mayor se casó y murió sin dejar descendencia. El segundo se casó con la viuda y murió sin dejar descendencia. Y al tercero le pasó lo mismo. Y ninguno de los siete dejó descendencia. Finalmente la mujer también murió. En la resurrección, cuando sean resucitados, ¿de quién será esposa? ¿Por qué los siete se casaron con ella?” Jesús respondió: “¿No estáis engañados por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios? De hecho, cuando los muertos resuciten, los hombres y las mujeres no se casarán, porque serán como los ángeles del cielo. En cuanto al hecho de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el pasaje de la zarza ardiente, cómo Dios le habló: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de ¿Jacob’? Ahora bien, ¡él no es Dios de muertos, sino de vivos! Estás muy equivocado.”

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy somos bendecidos con las poderosas palabras de las Escrituras que se nos dan para reflexionar. Las lecturas de hoy, de la segunda carta de San Pablo a Timoteo y del evangelio de San Marcos, nos invitan a profundizar nuestra fe y vivir con esperanza en la resurrección. Nos enseñan sobre la importancia del testimonio cristiano y nos recuerdan la verdad eterna de la vida después de la muerte.

Empecemos por la Primera Lectura, extraída de la Segunda Carta de San Pablo a Timoteo (2 Timoteo 1,1-3.6-12). Pablo, atrapado y consciente de que su tiempo en la tierra se está acabando, escribe a su amado discípulo Timoteo con palabras de aliento e instrucción. Comienza recordando la fe sincera de Timoteo y el legado de su abuela Loida y su madre Eunice, destacando la importancia de transmitir la fe de generación en generación.

Pablo exhorta a Timoteo a revivir el don de Dios que está en él mediante la imposición de sus manos. Le recuerda a Timoteo que Dios no nos dio un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio. ¡Qué palabras tan poderosas! En nuestro camino cristiano, ¿con qué frecuencia nos sentimos desanimados, asustados o inseguros sobre cómo proceder? Pablo nos recuerda que el Espíritu Santo nos equipa con todo lo que necesitamos para vivir con valentía y amor.

Pablo continúa, llamando a Timoteo a no avergonzarse del testimonio de nuestro Señor, ni de Pablo, su prisionero, sino a sufrir juntamente con él por el evangelio, sostenido por el poder de Dios. Este mensaje es crucial. Muchas veces, enfrentar desafíos y persecución por nuestra fe puede hacernos cuestionar o incluso sentirnos avergonzados de nuestras creencias. Pero Pablo nos llama a soportar estas dificultades con la fuerza que viene de Dios, recordándonos que somos llamados a una vida santa no por nuestros propios méritos, sino por el propósito y la gracia de Dios.

Pablo termina este pasaje con una declaración de confianza en la fidelidad de Dios. Afirma que sabe en quién ha creído y está convencido de que Dios es capaz de conservar lo que le ha sido confiado hasta ese día. ¡Qué poderoso testimonio de fe! Pablo, incluso en prisión y enfrentando la muerte, permanece firme en su confianza en el Señor. Este ejemplo nos desafía a reflexionar sobre nuestra propia fe y confianza en Dios, especialmente en tiempos de dificultad.

Pasando ahora al Evangelio de San Marcos (Marcos 12,18-27), encontramos a Jesús en un debate con los saduceos. Los saduceos, un grupo religioso que no creía en la resurrección de los muertos, intentan poner a Jesús en una trampa teológica. Presentan una situación hipotética sobre una mujer que se casó con siete hermanos, cada uno de los cuales murió sin dejar hijos, y preguntan de quién será esposa en la resurrección.

Jesús, con su sabiduría divina, responde corrigiendo el entendimiento equivocado de los saduceos. Explica que en la resurrección las personas no se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Luego Jesús cita las Escrituras, recordando que Dios se reveló a Moisés como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, enfatizando que Él es Dios de vivos, no de muertos. Con esto Jesús afirma la realidad de la resurrección y de la vida eterna.

Este pasaje del evangelio nos invita a reflexionar sobre nuestra propia creencia en la resurrección. En un mundo que a menudo se centra en el aquí y el ahora, es fácil perder de vista la verdad eterna de la vida después de la muerte. Jesús nos recuerda que nuestra existencia no termina con la muerte física, sino que continúa en la vida eterna con Dios. Esta esperanza debe moldear la forma en que vivimos nuestra vida diaria, motivándonos a vivir según las enseñanzas de Cristo y mantener nuestros ojos fijos en el reino de Dios.

Cuando combinamos estas lecturas, vemos un tema unificador: el llamado a la fe valiente y al testimonio fiel frente a las dificultades y la certeza de la vida eterna. Pablo, en su carta a Timoteo, nos exhorta a vivir con poder, amor y dominio propio, a no avergonzarnos del evangelio y a soportar dificultades por el poder de Dios. Jesús, en el evangelio, reafirma la promesa de resurrección y vida eterna, corrigiendo malentendidos y llamándonos a una fe sólida y segura en la vida después de la muerte.

¿Cómo podemos aplicar estas lecciones a nuestra vida diaria? En primer lugar, estamos llamados a revivir el don de Dios que está en nosotros. Cada uno de nosotros, a través del bautismo y la confirmación, hemos recibido el Espíritu Santo. Este Espíritu nos da poder para vivir con valentía, amar generosamente y ejercer autocontrol en todas las áreas de nuestra vida. Debemos pedirle a Dios que reviva en nosotros estos dones para que podamos ser auténticos testigos de su gracia y amor.

Además, estamos llamados a no avergonzarnos del evangelio. Vivimos en un mundo que a menudo rechaza o ridiculiza la fe cristiana. Sin embargo, debemos recordar que somos embajadores de Cristo, llamados a proclamar la verdad del evangelio con valentía y convicción. Esto puede significar defender nuestra fe en conversaciones difíciles, vivir en contracultura o soportar persecución y ridículo. Pero al igual que Pablo, debemos confiar en que Dios nos sostendrá y nos dará la fuerza que necesitamos para ser fieles.

Finalmente, debemos vivir con la esperanza de la resurrección y la vida eterna. Esta esperanza debería dar forma a nuestras prioridades, nuestras elecciones y nuestras acciones. Debemos vivir de manera que reflejen nuestra fe en la vida eterna, invirtiendo en relaciones que promuevan el amor y la justicia, y buscando primero el reino de Dios en todo lo que hacemos.

Tomemos ahora un momento de silencio para reflexionar sobre estas verdades. Cerremos los ojos y pidamos a Dios la gracia de fortalecer nuestra fe, de permitirnos vivir con valentía y de mantener siempre viva en nuestros corazones la esperanza de la resurrección.

Señor, te damos gracias por las lecciones de hoy. Ayúdanos a vivir con poder, amor y dominio propio, a ser testigos valientes de Tu evangelio y a mantener siempre en nuestro corazón la esperanza de la vida eterna. Que podamos revivir el don del Espíritu Santo en nosotros y vivir de acuerdo con Tus enseñanzas. Amén.

Mis hermanos y hermanas, al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la certeza del amor de Dios y la esperanza de la resurrección. Que la gracia de Dios nos acompañe y seamos instrumentos de su paz y amor en el mundo. Que vivamos como verdaderos discípulos de Cristo, confiados en su promesa de vida eterna. Amén.