Evangelio de hoy – Miércoles 7 de febrero de 2024 – Marcos 7,14-23 – Biblia católica

Primera Lectura (1 Reyes 10,1-10)

Lectura del Primer Libro de los Reyes.

En aquellos días, la reina de Saba, al oír –para gloria del Señor– la fama de Salomón, vino a ponerlo a prueba con enigmas. Llegó a Jerusalén con una gran comitiva, con camellos cargados de aromas y una gran cantidad de oro y piedras preciosas. Se presentó al rey Salomón y le expuso todo lo que tenía en su pensamiento.

Salomón supo responder a todas sus preguntas: para él no hubo nada tan oscuro que no pudiera aclarar. Cuando la reina de Saba vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los manjares de su mesa, los cortesanos sentados en orden a la mesa, las diversas clases de los que le servían y sus vestiduras, los coperos, los holocaustos que él ofrecía en el templo del Señor, quedó asombrada y dijo al rey:

“Realmente era verdad lo que había oído en mi país acerca de tus palabras y tu sabiduría. No quería creer lo que decían, hasta que vine y vi con mis propios ojos, y reconocí que no me habían dicho ni la mitad. Tu sabiduría y tu riqueza son mucho mayores que la fama que había llegado a mis oídos. ¡Feliz tu gente, felices tus siervos que siempre disfrutan de tu presencia y escuchan tu sabiduría! Bendito sea el Señor, tu Dios, a quien has complacido, que te ha puesto en el trono de Israel, porque el Señor amó a Israel para siempre, y te ha constituido rey para que gobiernes con justicia y equidad”.

Después, ella dio al rey ciento veinte talentos de oro y una gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca más se trajo tanta cantidad de aromas como la que la reina de Saba dio al rey Salomón.

— Palabra del Señor.

— Gracias a Dios.

Evangelio (Mc 7,14-23)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús llamó a la multitud y les dijo: “Escuchen todos y entiendan: lo que hace impuro al hombre no es lo que entra en él desde afuera, sino lo que sale de su interior. El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Cuando Jesús entró en casa, lejos de la multitud, los discípulos le preguntaron sobre esta parábola. Jesús les dijo: “¿También ustedes son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que viene de fuera y entra en una persona puede hacerla impura, porque no entra en su corazón, sino en su estómago y luego se elimina?” Así Jesús declaraba que todos los alimentos eran puros.

Él dijo: “Lo que sale del hombre, eso es lo que lo hace impuro. Porque del corazón humano salen las malas intenciones, las inmoralidades, los robos, los asesinatos, los adulterios, las ambiciones desmedidas, las maldades, los fraudes, la libertinaje, la envidia, la calumnia, el orgullo, la falta de juicio. Todas estas cosas malas salen de dentro y son las que hacen impuro al hombre”.

— Palabra del Señor.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis hermanos y hermanas en Cristo,

Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes. Hoy, me gustaría comenzar nuestra reflexión con una pregunta que, estoy seguro, todos nosotros nos hemos hecho en algún momento de nuestras vidas: ¿cómo podemos vivir en un mundo lleno de tentaciones y trampas que constantemente nos alejan de nuestra fe? ¿Cómo podemos encontrar la verdadera esencia de la vida cristiana en medio de tantas distracciones y desafíos?

Estas preguntas son de suma importancia para todos nosotros, ya que cada uno de nosotros enfrenta diariamente las luchas interiores y exteriores que amenazan nuestro camino de fe. Es fácil sentirse desanimado y ceder a las presiones del mundo, pero hoy, en los pasajes bíblicos de la Primera Lectura del Libro de los Reyes y del Evangelio según Marcos, encontramos orientaciones valiosas para ayudarnos en esas batallas.

En la Primera Lectura, se nos presenta el encuentro entre la reina de Saba y el rey Salomón. La reina de Saba era conocida por su sabiduría y riqueza, y viajó una larga distancia para encontrar a Salomón y poner a prueba su sabiduría. Cuando finalmente llegó, quedó impresionada por la grandeza de su reino y por la sabiduría que emanaba de él. Se quedó sin palabras y declaró: “La verdad no se me ha contado ni la mitad; tú superas con creces la fama que me llegó a oídos” (1 Reyes 10,7).

Esta historia nos recuerda que, cuando buscamos la sabiduría y la verdad de Dios con sinceridad, somos recompensados más allá de lo que podríamos imaginar. Cuando nos acercamos a Dios con un corazón abierto, Él nos revela Su verdad y nos llena de Su sabiduría. Nos concede una comprensión más profunda de Su voluntad y nos capacita para enfrentar los desafíos que encontramos en nuestro camino.

En el Evangelio según Marcos, encontramos a Jesús confrontando a los fariseos y escribas, quienes estaban más preocupados por las tradiciones externas que por la verdadera adoración a Dios. Jesús los reprende, diciendo: “Nada que entre en el hombre puede hacerlo impuro; lo que lo hace impuro es lo que sale de él” (Marcos 7,15). Él nos recuerda que la verdadera pureza no está en las tradiciones externas, sino en la pureza del corazón.

Estos pasajes nos desafían a mirar más allá de las apariencias externas y buscar una transformación interior. Nos invitan a examinar nuestros corazones y cuestionar nuestras motivaciones. Somos llamados a buscar una verdadera conversión, donde nuestras palabras y acciones reflejen la autenticidad de nuestra fe.

Pero ¿cómo podemos hacer esto en un mundo que nos bombardea con influencias negativas y nos tienta a seguir caminos contrarios a los principios cristianos? Quiero compartir con ustedes algunas orientaciones prácticas que nos ayudarán a permanecer firmes en nuestra fe y vivir una vida auténtica como discípulos de Cristo.

Primero, es esencial que estemos arraigados en la Palabra de Dios. La Biblia es nuestra guía, nuestra luz en medio de las tinieblas. Nos da dirección, sabiduría y discernimiento. Cuando nos dedicamos a la lectura diaria de la Palabra, estamos alimentando nuestra alma y fortaleciendo nuestra comunión con Dios. Es como si estuviéramos construyendo cimientos sólidos para nuestra fe, que nos ayudarán a resistir las tormentas de la vida.

Además, la oración es un elemento indispensable en nuestro viaje de fe. A través de la oración, nos conectamos con Dios de manera íntima y personal. Es el momento en que podemos compartir nuestras alegrías, tristezas, preocupaciones y esperanzas con Él. En la oración, encontramos fuerza, consuelo y dirección. Es a través de la oración que nos abrimos a la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas y recibimos la gracia necesaria para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.

Otro aspecto fundamental es la participación activa en la vida de la Iglesia local. La comunidad cristiana es un lugar de apoyo, aliento y crecimiento espiritual. Es donde encontramos a otros hermanos y hermanas que comparten la misma fe y que pueden fortalecernos en momentos de debilidad. Participar regularmente en la misa, recibir los sacramentos y participar en ministerios y grupos de oración son formas concretas de fortalecer nuestra vida espiritual y mantenernos firmes en el camino.

Además, es importante cultivar relaciones saludables con otras personas. Busquemos rodearnos de compañeros de viaje que compartan los mismos valores y nos animen a vivir de acuerdo con la fe. Tener personas que nos apoyen, nos corrijan con amor y nos desafíen a crecer espiritualmente es un gran regalo. De la misma manera, debemos ser ese apoyo para los demás, ofreciendo amor, compasión y orientación en sus vidas.

Como cristianos, también estamos llamados a ser luz y sal en este mundo. Debemos ser testigos de la verdad de Cristo en nuestras palabras y acciones. Esto significa vivir con integridad, buscando la justicia, la misericordia y el amor en todas las situaciones. Debemos ser conscientes de nuestras palabras y cómo pueden impactar a los demás. Debemos ser sensibles a las necesidades de los menos favorecidos y ser agentes de cambio en nuestra sociedad. Al hacerlo, estaremos reflejando la luz de Cristo y atrayendo a otros hacia el amor de Dios.

Recordemos también que somos seres humanos falibles y que podemos cometer errores a lo largo de nuestro camino. En esos momentos, es importante recordar que Dios es un Dios de misericordia y perdón. Él siempre está dispuesto a recibirnos de vuelta, perdonarnos y darnos una nueva oportunidad. Por lo tanto, no debemos permitir que nuestras fallas nos alejen de Dios, sino que nos impulsen a buscar Su misericordia y esforzarnos por vivir de acuerdo con Su voluntad.

Mis queridos hermanos y hermanas, vivir una vida auténtica como cristianos en un mundo lleno de tentaciones y distracciones no es una tarea fácil. Pero con la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo, podemos resistir las influencias negativas y vivir una vida que refleje la verdad y el amor de Cristo.

Que este momento de reflexión nos inspire a buscar la sabiduría de Dios con un corazón abierto, a cultivar relaciones saludables y a ser testigos auténticos del Evangelio en todos los aspectos de nuestras vidas. Que podamos encontrar fuerza y consuelo en la Palabra de Dios, en la oración y en la comunidad cristiana. Y que, a través de nuestras palabras y acciones, podamos ser agentes de transformación en este mundo, irradiando la luz de Cristo y atrayendo a otros hacia la verdadera alegría y esperanza que solo pueden encontrarse en Él.

Que Dios nos bendiga y nos guíe en nuestro camino de fe. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.