Evangelio de hoy – Sábado 17 de febrero de 2024 – Lucas 5,27-32 – Biblia católica

Primera Lectura (Is 58,9b-14)

Lectura del Libro del Profeta Isaías.

Así dice el Señor, si destruyes tus instrumentos de opresión, y dejas atrás los hábitos autoritarios y el lenguaje malicioso; si recibes con corazón abierto al necesitado y brindas todo auxilio al necesitado, tu luz surgirá en la oscuridad y tu vida sombría será como el mediodía.

El Señor te guiará siempre y saciará tu sed en la aridez de la vida, renovará el vigor de tu cuerpo; serás como un jardín bien regado, como una fuente de aguas que nunca se agotarán. Tu pueblo reconstruirá las ruinas antiguas; levantarás los cimientos de generaciones pasadas: te llamarán reparador de ruinas, restaurador de senderos, en las tierras a poblar.

Si no sales de casa en sábado, ni haces negocios en mi día santo, si consideras el sábado tu día preferido, el día glorioso, consagrado al Señor, si lo honras, dejando de lado actividades, negocios y conversaciones, entonces te deleitarás en el Señor; te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra y disfrutar de la herencia de Jacob, tu padre. Así habló la boca del Señor.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Lc 5,27-32)

— LECTURA del Evangelio de Jesucristo según San Lucas.

— ¡Gloria a ti, Señor!

En aquel tiempo, Jesús vio a un recaudador de impuestos llamado Levi, sentado en la oficina de recaudación. Jesús le dijo: “Sígueme”. Levi dejó todo, se levantó y lo siguió.

Después, Levi preparó en su casa un gran banquete para Jesús. Había allí un gran número de recaudadores de impuestos y otras personas sentadas a la mesa con ellos. Los fariseos y los maestros de la ley murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con los recaudadores de impuestos y con los pecadores?”

Jesús respondió: “Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la conversión”.

— Palabra del Señor.

— ¡Gloria a ti, Señor!

Reflejando la Palabra de Dios

Hermanos y hermanas en Cristo, que la paz del Señor esté con ustedes. Hoy quisiera comenzar nuestra reflexión con una pregunta: ¿alguna vez te has sentido invisible en medio de la multitud? ¿Has experimentado la sensación de ser ignorado, de no ser reconocido en tu esencia y dignidad? En nuestra vida cotidiana, es común sentirnos así, perdidos en medio de la prisa, las demandas incesantes y las preocupaciones que nos consumen. Pero tengo una buena noticia para ustedes: ¡Dios nunca nos deja invisibles! En Su infinita misericordia, Él nos ve, nos conoce y nos llama a una vida de plenitud y transformación.

En este momento, quisiera dirigirnos a las Escrituras Sagradas, a la Primera Lectura del libro del profeta Isaías (Is 58,9b-14). El profeta nos habla sobre el verdadero ayuno que agrada a Dios, un ayuno que no se limita a abstinencias externas, sino que nos transforma interiormente. Él nos dice: “Entonces clamarás y el Señor te responderá, gritarás y Él dirá: ‘Heme aquí'”. Estas palabras nos revelan la cercanía de Dios, Su disponibilidad para escucharnos y socorrernos. Él siempre está a nuestro lado, listo para atender nuestras súplicas, siempre que estemos dispuestos a volvernos hacia Él con un corazón sincero.

¿Y cómo podemos volvernos hacia Dios? ¿Cómo podemos vivir este verdadero ayuno? El Evangelio de Lucas (Lc 5,27-32) nos ofrece una respuesta inspiradora. En él, Jesús llama a Leví, un recaudador de impuestos, para que lo siga. Leví era un hombre despreciado por la sociedad, considerado pecador y excluido. Sin embargo, Jesús lo ve más allá de sus apariencias, más allá de sus errores y limitaciones. Él ve en Leví la posibilidad de una transformación radical.

Al aceptar el llamado de Jesús, Leví se levanta, deja todo atrás y se convierte en discípulo del Maestro. Él realiza un verdadero ayuno, abandonando su antigua vida de pecado y abriendo espacio para que la gracia divina actúe en su vida. Y al experimentar la misericordia y el perdón de Jesús, Leví se convierte en un hombre nuevo, llamado Mateo, el apóstol y evangelista. Se convierte en un instrumento de Dios para anunciar la Buena Nueva y llevar esperanza a muchos corazones sedientos.

Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida. ¿Cuántas veces nos dejamos definir por nuestros errores, pecados y debilidades? ¿Cuántas veces nos sentimos indignos del amor de Dios? Jesús nos muestra que Él está dispuesto a acogernos, perdonarnos y transformarnos, independientemente de nuestro pasado. Él nos ve como somos, pero también ve lo que podemos llegar a ser por Su gracia.

Queridos míos, al igual que Leví, estamos llamados a levantarnos, dejar atrás todo lo que nos aleja de Dios, abandonar viejos patrones de pensamiento y comportamiento que nos atan, y abrazar una vida nueva en Cristo. El verdadero ayuno es una invitación a despojarnos de nuestro egoísmo, de nuestras ambiciones desmedidas y de nuestra búsqueda de reconocimiento y poder. Es una invitación a abrirnos al amor de Dios y a los demás, a convertirnos en canales de Su gracia en el mundo.

Pero, ¿cómo podemos vivir este ayuno transformador en nuestra vida diaria? Permítanme compartir algunas orientaciones prácticas. En primer lugar, necesitamos cultivar la humildad, reconociendo nuestra dependencia de Dios y nuestra necesidad de Su guía en todas las cosas. Así como Leví tuvo el coraje de dejar todo para seguir a Jesús, también estamos llamados a renunciar a nuestra autosuficiencia y a confiar plenamente en el Señor.

Además, debemos cuidar nuestras relaciones, buscando la reconciliación y el perdón. A menudo cargamos con resentimientos y rencores que nos impiden experimentar la plenitud del amor de Dios. Jesús nos enseña que el verdadero ayuno incluye tender la mano a los necesitados, compartir nuestra comida con el hambriento, vestir al desnudo y acoger al extranjero. Es en las pequeñas acciones de bondad y compasión que manifestamos el amor de Dios en nuestras vidas.

También debemos buscar la justicia y la promoción del bien común. Isaías nos dice: “Si quitas de en medio de ti el yugo, el dedo acusador y el habla maliciosa, si ofreces tu pan al hambriento y sacias al alma afligida, entonces brillará tu luz en las tinieblas”. Estamos llamados a luchar contra toda forma de opresión, a denunciar las injusticias y a trabajar por la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

Hermanos y hermanas, vivir este verdadero ayuno no es una tarea fácil. Requiere esfuerzo, disciplina y una constante conversión interior. Pero no estamos solos en este camino. Dios está con nosotros, fortaleciéndonos y capacitándonos en cada paso del camino. Él nos ofrece Su gracia y Su presencia constante para guiarnos.

En este momento, los invito a cada uno de ustedes a hacer una pausa en silencio. Cierren los ojos y abran sus corazones a la acción del Espíritu Santo. Permítanse ser tocados por Su gracia transformadora. Piensen en un área de sus vidas en la que necesitan vivir el verdadero ayuno, en la que necesitan levantarse, abandonar viejos patrones y abrazar una nueva vida en Cristo. Pidan a Dios la fuerza y el coraje para tomar esta decisión y la perseverancia para seguir adelante, incluso ante las dificultades.

Queridos míos, que esta reflexión nos inspire a una vida de autenticidad y compromiso con el Evangelio. Que podamos ser testigos vivos del amor de Dios en nuestro mundo, irradiando Su luz y esperanza dondequiera que estemos.

Que el llamado de Jesús resuene en nuestros corazones como resonó en el corazón de Leví: “Sígueme”. Y que, al responder a este llamado, podamos experimentar la transformación interior, la alegría de la reconciliación y la plenitud de la vida en Dios.

Que Nuestra Señora, la madre de Jesús y nuestra madre, interceda por nosotros y nos acompañe en nuestra jornada de fe. Que ella nos enseñe a vivir el verdadero ayuno, siguiendo el ejemplo de su amado Hijo.

Que el Señor nos bendiga y nos fortalezca en nuestro camino. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.