Evangelio de hoy – Viernes, 12 de abril de 2024 – Juan 6:1-15 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 5,34-42)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel se levantó en el Sanedrín. Era un maestro de la Ley y todo el pueblo lo estimaba. Gamaliel ordenó al acusado que se fuera por un momento.

Luego dijo: “Varones israelitas, tengan cuidado con lo que van a hacer con estos hombres. Hace algún tiempo apareció Teudas, haciéndose pasar por una persona importante, y se le unieron unos cuatrocientos hombres. Luego lo mataron y todos los que lo seguían huyeron, y no quedó nada.

Después de él, en el momento del censo, apareció Judas el Galileo, arrastrando tras de sí al pueblo. Sin embargo, él también murió y todos sus seguidores se dispersaron. En cuanto a lo que está pasando ahora, os doy un consejo: no os preocupéis por estos hombres y dejadlos ir. Porque si este proyecto o esta actividad es de origen humano será destruido. Pero, si viene de Dios, no podréis eliminarlos. ¡Ten cuidado de no luchar contra Dios! Y los miembros del Sanedrín aceptaron la opinión de Gamaliel.

Luego llamaron a los apóstoles, ordenaron que los azotaran, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y luego los liberaron. Los apóstoles salieron del Concilio muy contentos por haber sido considerados dignos de insultos, a causa del nombre de Jesús. Y todos los días, en el Templo y en las casas, no cesaban de enseñar y proclamar el evangelio de Jesucristo.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 6,1-15)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús pasó al otro lado del mar de Galilea, también llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, porque veían las señales que hacía en favor de los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.

Jesús alzó los ojos y vio que venía a su encuentro una gran multitud, y dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman? Dijo esto para ponerlo a prueba, pues él mismo sabía muy bien lo que iba a hacer. 7 Felipe respondió: “Ni siquiera doscientas monedas de plata alcanzarían para dar a cada uno un pedazo de pan”.

Uno de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo: “Aquí hay un niño con cinco panes de cebada y dos peces. ¿Pero qué es esto para tanta gente?” Jesús dijo: “Haz que la gente se siente”. Había mucha hierba en aquel lugar, y allí estaban sentados aproximadamente cinco mil hombres.

Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió entre los que estaban sentados, cuanto quisieron. Y lo mismo hizo con el pescado. Cuando todos estuvieron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “¡Recojan los pedazos que sobraron, para que nada se pierda!”.

Recogieron los pedazos y llenaron doce cestas con los restos de los cinco panes que habían dejado los que habían comido. Al ver la señal que Jesús había realizado, aquellos hombres exclamaron: “Éste es verdaderamente el Profeta, el que debe venir al mundo”. Pero cuando vio que intentaban llevárselo para proclamarlo rey, Jesús se retiró de nuevo, solo, al monte.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

¡Que la paz del Señor esté con todos vosotros! Hoy, reunidos en esta celebración, quisiera comenzar nuestra reflexión con una pregunta sencilla, pero profundamente relevante para nuestras vidas: ¿alguna vez te has sentido ante una situación imposible? ¿Un momento en el que parecía no haber solución a la vista? Estoy seguro de que cada uno de nosotros puede identificarse con esta experiencia, ya que todos enfrentamos desafíos y dificultades en nuestro viaje.

Nuestra primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, nos presenta una narrativa inspiradora. Pedro y los apóstoles enfrentaban una intensa persecución a causa de su fe en Jesús. Fueron arrestados y llevados ante el Sanedrín, el tribunal religioso y político de la época. Allí enfrentaron una amenaza inminente a sus vidas debido al testimonio que dieron del Resucitado.

Sin embargo, un hombre llamado Gamaliel, un doctor en derecho, se pone de pie y ofrece consejos sabios y reflexivos. Recuerda a todos dos movimientos revolucionarios anteriores que iban y venían: el de Teudas y el de Judas el Galileo. Gamaliel concluye diciendo: “Por tanto, os aconsejo: no os preocupéis por estos hombres, dejadlos ir. Porque si este proyecto o esta acción es de origen humano, se destruirá a sí mismo. Pero si viene de Dios, no triunfad, destruidlos; no os hagáis enemigos de Dios” (Hechos 5:38-39).

Estas palabras resuenan hoy en nuestros corazones mientras nos recuerdan que incluso cuando enfrentamos situaciones aparentemente imposibles, Dios está con nosotros. Él es nuestro refugio y fortaleza, nuestra ayuda en la adversidad. Cuando confiamos en Dios, no debemos temer lo imposible, ya que Él tiene el poder de transformar las circunstancias más difíciles.

Esta verdad se ilustra vívidamente en el Evangelio de Juan: Jesús estaba rodeado por una multitud hambrienta de unos cinco mil hombres, además de mujeres y niños. Frente a esta multitud, el problema parecía insuperable. Pero Jesús, en su compasión y poder, realiza un milagro impresionante. Con sólo cinco panes y dos peces, Él no sólo alimenta a la multitud, ¡sino que hay doce cestas con las sobras!

Esta historia nos enseña varias lecciones valiosas. Primero, nos recuerda la generosidad y la providencia de Dios. Incluso cuando tenemos poco que ofrecer, si confiamos en Dios y ponemos lo que tenemos en sus manos, Él puede multiplicar nuestros recursos más allá de nuestra imaginación. Debemos estar dispuestos a compartir lo poco que tenemos y confiar en que Dios hará el resto.

Además, esta historia nos llama a ser instrumentos de la divina providencia. Así como a los discípulos se les encomendó la tarea de distribuir alimentos, nosotros también estamos llamados a ser canales de la gracia de Dios para los demás. Podemos marcar una diferencia en la vida de las personas compartiendo nuestros dones, nuestro tiempo y nuestros recursos, sabiendo que Dios puede convertir estas ofrendas en abundantes bendiciones.

Sin embargo, debemos tener cuidado de no limitar el poder de Dios a nuestro entendimiento limitado. Los discípulos, como nosotros, a menudo tendemos a dudar y cuestionar las posibilidades divinas. Le preguntaron a Jesús: “¿Qué son cinco panes para tanta gente?” (Juan 6:9). Pero Jesús nos invita a confiar en su palabra y echar nuestras preocupaciones y dudas en Él. Él es capaz de hacer mucho más de lo que podemos imaginar.

Queridos hermanos y hermanas, en medio de los desafíos e imposibilidades que enfrentamos en nuestras vidas, estamos llamados a confiar en Dios y entregarle nuestras preocupaciones a Él. Él es el Dios de los milagros y las posibilidades infinitas. Donde hay desesperación, electriza la esperanza; donde hay oscuridad, Él trae luz; Donde hay hambre, Él trae comida abundante.

Sin embargo, nuestra fe no debe limitarse sólo a palabras y pensamientos. Necesita manifestarse en acciones prácticas. Ante la multitud hambrienta, Jesús encargó a sus discípulos una tarea específica: distribuir la comida. Asimismo, estamos llamados a actuar en respuesta a la gracia de Dios en nuestras vidas. Podemos mirar a nuestro alrededor e identificar las necesidades de aquellos que están a nuestro alcance: los hambrientos, los sedientos, los solitarios, los necesitados. Al comprometernos a ser instrumentos de la divina providencia, podemos marcar una diferencia en las vidas de quienes nos rodean.

Además, debemos aplicar principios espirituales a situaciones prácticas en nuestra vida diaria. Por ejemplo, así como Jesús bendijo el pan antes de distribuirlo, nosotros debemos bendecir y estar agradecidos por nuestros recursos y bendiciones. La gratitud nos lleva a reconocer la generosidad de Dios y compartirla con los demás. También podemos aprender de la multitud hambrienta, que estaba dispuesta a renunciar a su propia comida y compartirla con los demás. Debemos estar dispuestos a sacrificar y compartir lo que tenemos, confiando en que Dios suplirá todas nuestras necesidades.

Al concluir esta homilía, quiero animar a cada uno de ustedes a reflexionar sobre las verdades espirituales que encontramos en los pasajes bíblicos en los que meditamos hoy. Pregúntese: ¿en qué áreas de mi vida me he enfrentado a imposibilidades? ¿Dónde necesito confiar más en Dios y entregarle mis preocupaciones? ¿Cómo puedo ser un instrumento de la divina providencia en la vida de los demás?

Recuerda que Dios está a nuestro lado en todas las circunstancias. Él es el Dios de los milagros, el que transforma lo imposible en posible. Que depositemos nuestra confianza en Él y actuemos con valentía y generosidad, sabiendo que Él es capaz de hacer mucho más de lo que esperamos o imaginamos.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con nosotros. Amén.