Evangelio de hoy – Viernes 19 de enero de 2024 – Marcos 3,13-19 – Biblia católica

Primera Lectura (1Sm 24,3-21)

Lectura del Primer Libro de Samuel.

En aquellos días, Saúl tomó consigo tres mil hombres escogidos de todo Israel y salió en busca de David y sus hombres hasta los peñascos de las cabras monteses. Y llegó a los rediles que encontró en el camino.

Había allí una cueva, donde Saúl entró para satisfacer sus necesidades. David y sus hombres estaban en el fondo de la cueva, y los hombres de David le dijeron: “Éste es verdaderamente el día del que Jehová te habló: ‘Te entregaré a tu enemigo, para que hagas con él todo lo que puedas’. Vas a.’

Entonces David se acercó a él con sigilo y cortó la orilla del manto de Saúl. Pero pronto su corazón se llenó de remordimiento por haberlo hecho, y dijo a sus hombres: “Que el Señor me prohíba hacer tal cosa al ungido del Señor, levantando mi mano contra él, el ungido del Señor”.

Con estas palabras, David detuvo a sus hombres y no les permitió atacar a Saúl. Salió de la cueva y continuó su camino.

Entonces David se levantó, salió de la cueva y gritó tras él: “¡Señor, rey mío!” Saúl se volvió y David se postró en tierra y se postró. Y dijo a Saúl: “¿Por qué escuchas las palabras de los que te dicen que David busca hacerte daño? Hoy viste con tus propios ojos que el Señor te entregó en mis manos, en la cueva. ¡Renunciando a matarte! Te perdoné la vida, porque pensé: No levantaré mi mano contra mi señor, porque él es el ungido del Señor y mi padre.

Presta atención y mira en mi mano la esquina de tu manto. Si corté este pedazo de tu manto y no te maté, reconoce que no hay mal ni crimen en mí, que no he pecado contra ti. Pero estás intentando quitarme la vida. Que el Señor sea nuestro juez y me vengue de ti. Pero nunca levantaré mi mano contra ti.

“De los malvados surgirá la impiedad”, dice el antiguo proverbio; Por tanto, mi mano no os tocará. ¿A quién persigues, oh rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡Un perro muerto! ¡Y una pulga! ¡Pues bien! El Señor sea juez y juez entre yo y vosotros. Que él examine y defienda mi causa, y me libre de tus manos”.

Cuando David terminó de hablar, Saúl le dijo: “¿Es ésta tu voz, hijo mío David? Y empezó a gritar y a llorar. Luego dijo a David: “Tú eres más justo que yo, porque tú me has hecho bien y yo sólo te he hecho mal. Hoy me revelaste tu bondad para conmigo, porque el Señor me entregó en tus manos y no me mataste. ¿Qué hombre, cuando se encuentra con su enemigo, le deja marchar tranquilamente? Que el Señor te recompense por el bien que me hiciste hoy. Ahora sé con certeza que serás rey y que tendrás el reino de Israel en tu mano.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mc 3,13-19)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús subió al monte y llamó a los que quería. Y fueron hacia él. Entonces Jesús nombró a Doce para que se quedaran con él y los enviaran a predicar, con autoridad para expulsar demonios. Por tanto, nombró a los Doce: Simón, a quien llamó Pedro; Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, a quienes puso el nombre de Boanerges, que significa “Hijos del trueno”; Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananeo y Judas Iscariote, el que luego lo traicionó.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Refletindo a Palavra de Deus

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

La paz y la gracia sean con vosotros. Hoy, reunidos en este espacio sagrado, deseo comenzar nuestro camino espiritual con una reflexión sobre los pasajes bíblicos que se nos presentan: la Primera Lectura del Libro de Samuel (1 Samuel 24,3-21) y el Evangelio según Marcos (Mc 3, 13-19). En estos textos encontramos lecciones profundas que resuenan no sólo en los pasillos de los tiempos bíblicos, sino que resuenan poderosamente en nuestra vida diaria.

Imaginemos con nosotros la escena descrita en el Libro de Samuel. Estamos ante un momento crítico en la vida de David, el ungido de Dios, destinado a ser rey. David se encuentra en una cueva, escondiéndose de las persecuciones de Saúl, el actual rey. En ese momento se le presenta la oportunidad de venganza, con Saúl indefenso, despojado de su dignidad en la oscuridad de la cueva.

¿Cuántas veces en nuestras vidas nos encontramos con oportunidades de retribuir, de tomarnos la justicia por nuestra mano? La cultura moderna nos empuja hacia el “ojo por ojo”, hacia la búsqueda incesante de venganza. Sin embargo, David, un hombre conforme al corazón de Dios, elige un camino diferente. Se niega a dañar al ungido del Señor, incluso cuando la oportunidad parece irresistible.

Esta narrativa nos desafía a examinar nuestros corazones y cuestionar nuestras reacciones ante las injusticias que enfrentamos. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a recorrer el camino de la misericordia, la gracia y el perdón, incluso cuando el mundo nos alienta a seguir la ruta de la venganza.

Profundicemos ahora nuestra reflexión recurriendo al Evangelio según Marcos. El texto nos lleva a un momento crucial en la vida de Jesús, cuando llama a los Doce, formando el núcleo de los apóstoles. No son elegidos entre los sabios, los ricos o los poderosos. No, Jesús elige a aquellos que a menudo son desatendidos por la sociedad: pescadores, un recaudador de impuestos y hombres sencillos. Esto resalta la asombrosa gracia de Dios, que no se basa en nuestros logros o estatus social.

Aquí encontramos una poderosa lección sobre la igualdad en la gracia de Dios. No importa quiénes somos, de dónde venimos o qué hicimos; Jesús nos llama a seguirlo, a ser sus discípulos. Esto nos lleva a reflexionar sobre cómo tratamos a quienes nos rodean. ¿Somos capaces de ver la presencia de Dios en aquellos que parecen menos influyentes a los ojos del mundo?

Las historias de David y los apóstoles nos desafían a trascender las normas sociales y abrazar la radicalidad del amor divino. El llamado de Jesús a los apóstoles no se basó en sus extraordinarias habilidades, sino en su visión de transformar vidas a través de ellos. Asimismo, estamos llamados a ver más allá de las apariencias y reconocer el potencial de transformación que existe en cada persona.

Ahora, permítanme compartir una historia que ilustra estos principios entre líneas de nuestra existencia diaria. Hace unos años, en una pequeña comunidad, una anciana llamada María se encontró en una situación difícil. Había sido blanco de chismes y calumnias injustas. El dolor en su corazón era palpable, pero en lugar de defenderse, Mary decidió seguir los pasos de David.

Tomó la sorprendente decisión de invitar a salir a quienes la difamaron. En ese momento, en la modesta habitación de su casa, en lugar de pronunciar palabras de condena, María eligió el camino de la gracia. Ella los perdonó, les ofreció una humilde comida y les compartió el mensaje del amor y la misericordia de Dios. Esa noche fue un punto de inflexión en la comunidad, donde la semilla del perdón germinó y transformó los corazones.

Esta historia nos desafía a considerar cómo respondemos cuando somos calumniados, agraviados o incomprendidos. ¿Podemos seguir el ejemplo de David y María, eligiendo el camino de la misericordia y el perdón, incluso cuando tenemos ante nosotros la tentación de la venganza?

Nuestras vidas, mis queridos hermanos y hermanas, están marcadas por decisiones. Cada decisión moldea nuestro carácter y determina la dirección de nuestro viaje espiritual. Hoy estamos llamados a reflexionar sobre la calidad de nuestras elecciones, especialmente cuando nos enfrentamos a oportunidades de venganza y a la tentación de elevarnos por encima de los demás.

A lo largo de estas reflexiones podemos observar la persistencia de un tema central: la gracia redentora de Dios. Así como David no cedió a la tentación de lastimar a Saúl, y los apóstoles fueron elegidos no por sus habilidades, sino por la gracia de Jesús, nosotros estamos invitados a vivir una vida impregnada de la gracia divina.

Esta gracia, amados míos, no es una licencia para la indiferencia o la complacencia, sino un llamado a la acción transformadora. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a ser agentes de cambio, a manifestar la gracia divina en nuestras interacciones diarias. Este es un viaje que requiere valentía, humildad y una profunda confianza en la guía del Espíritu Santo.

Al considerar estas verdades espirituales, quiero desafiar a cada uno de nosotros a responder una pregunta crucial: ¿Cómo podemos, en nuestra vida cotidiana, encarnar los principios de Dios de misericordia, perdón y decisiones guiadas por la gracia?

Primero, los invito a mirar las relaciones en sus vidas. ¿Hay alguien a quien nos cuesta perdonar? ¿Alguien que nos haya herido profundamente? Recordemos la actitud de David en la cueva, resistiendo la tentación de la venganza. Que nosotros también encontremos la fuerza para perdonar, no sólo por amor a Dios, sino también por amor a nosotros mismos.

La práctica del perdón no es sólo una acción unilateral; es un regalo que nos ofrecemos a nosotros mismos, liberándonos de las cadenas del rencor y dejando espacio a la paz interior. No olvidemos que, cuando perdonamos, reflejamos la imagen de Dios que nos perdona incondicionalmente.

Además, al considerar el llamado de los apóstoles, tenemos el desafío de ver más allá de las apariencias y reconocer el valor intrínseco de cada persona. ¿Con qué frecuencia juzgamos rápidamente en función del estatus social, la apariencia o los logros externos? Jesús no miró la posición social de los apóstoles; Vio el potencial transformador en sus corazones.

Asimismo, estamos llamados a ver más allá de las superficies y reconocer el valor sagrado de cada ser humano. Esto implica tratar a cada persona con dignidad, respeto y amor, independientemente de su posición en la sociedad. En los entornos donde vivimos, ya sea familiar, profesional o social, podemos ser agentes de transformación practicando la inclusión y la aceptación incondicional.

Además de transformar nuestras relaciones, reflexionar sobre estos pasajes bíblicos también nos invita a considerar nuestras decisiones diarias. En nuestras acciones diarias, estamos llamados a elegir el camino de la gracia, la bondad y la compasión. Cada palabra que decimos, cada decisión que tomamos, puede ser una expresión tangible de la gracia redentora de Dios.

Un ejemplo práctico de esto es el poder de la bondad. A menudo subestimamos el impacto positivo que los pequeños actos de bondad pueden tener en la vida de otra persona. Una sonrisa, una palabra amable, un gesto de apoyo pueden ser instrumentos poderosos de la gracia de Dios, que tocan los corazones de maneras que no siempre entendemos.

En un mundo marcado por desafíos y adversidades, se vuelve aún más crucial ser portadores de la luz divina. Podemos ser faros de esperanza en medio de la oscuridad, reflejando la gracia que hemos recibido. Al hacer esto, participamos activamente en la construcción del Reino de Dios aquí en la tierra.

Queridos hermanos y hermanas, el mensaje de estos pasajes bíblicos no es sólo una invitación a la contemplación, sino un llamado a la acción transformadora. En respuesta a estas reflexiones, propongo tres pasos prácticos que podemos dar para aplicar estos principios en nuestra vida diaria:

1. Cultivar el perdón:
– Identifiquemos las áreas de nuestra vida donde el perdón es necesario.
– Busquemos la guía divina a través de la oración, pidiendo fuerza para perdonar.
– Tomemos la decisión consciente de liberar el peso del resentimiento y abrazar la libertad que trae el perdón.

2. Practique la inclusión y la aceptación:
– Examinemos nuestros prejuicios y juicios hacia los demás.
– Busquemos oportunidades para incluir y aceptar a quienes puedan estar marginados.
– Seamos intencionales en la construcción de relaciones basadas en el amor y el entendimiento mutuo.

3. Expresar gracia a través de pequeños actos:
– Seamos conscientes de las oportunidades diarias para expresar bondad y compasión.
– Seamos conscientes de las palabras que elegimos, eligiendo construir en lugar de destruir.
– Compartamos activamente el amor de Dios a través de acciones tangibles en nuestro círculo de influencia.

A medida que incorporamos estos pasos en nuestras vidas, nos convertimos en instrumentos vivos del mensaje que extraemos de las Escrituras hoy. No se trata sólo de escuchar la Palabra de Dios, sino de llegar a ser “hacedores” de la Palabra (cf. Santiago 1,22). Cada elección que hacemos, cada actitud que adoptamos, puede ser una expresión concreta de nuestra fe viva.

Queridos hermanos y hermanas, al concluir esta reflexión, recordemos que estamos unidos en el camino de la fe. Nuestras vidas están entretejidas en el gran tapiz del plan divino. Que la gracia de Dios nos anime a vivir de manera que honremos el mensaje de estos pasajes bíblicos.

Antes de terminar, los invito a un breve momento de silencio. Permitamos que el Espíritu Santo hable a cada corazón, iluminando nuestra mente y fortaleciendo nuestros propósitos. Que en medio de este silencio, podamos escuchar la suave voz de Dios llamándonos a vivir según Su voluntad.

Que el Señor, que es rico en misericordia, nos conceda la gracia de ser testigos vivos de su amor en nuestro mundo. Que la luz divina nos guíe en cada paso y que nosotros, como David y los apóstoles, respondamos al llamado de Dios con generosidad y valentía.

Que la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre cada uno de vosotros, fortaleciéndoos en el camino de la fe. Amén.

Que Dios te bendiga y te guarde. Amén.