Evangelio de hoy – Viernes, 24 de mayo de 2024 – Marcos 10:1-12 – Biblia Católica

Primera Lectura (Santiago 5,9-12)

Lectura de la Carta de Santiago.

Hermanos, no os quejéis unos de otros, para que no seáis juzgados. He aquí el juez está a las puertas. Hermanos, tomen como modelo de sufrimiento y firmeza a los profetas que hablaron en el nombre del Señor. Tenga en cuenta que consideramos bienaventurados a los que perseveraron. Habéis oído hablar de la perseverancia de Job y conocéis el éxito que el Señor le dio, porque el Señor es rico en misericordia y compasivo.

Sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo ni por la tierra, ni por ninguna otra forma de juramento. Más bien, deja que tu sí sea sí y tu no sea no. Entonces no estarás sujeto a juicio.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Marcos 10,1-12)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se dirigió al territorio de Judea, al otro lado del río Jordán. La multitud se reunió nuevamente alrededor de Jesús. Y él, como siempre, les enseñó.
Algunos fariseos se acercaron a Jesús. Para ponerlo a prueba, le preguntaron si estaba permitido que un hombre se divorciara de su esposa. Jesús preguntó: “¿Qué os mandó Moisés?” 4 Los fariseos respondieron: “Moisés nos permitió redactar un acta de divorcio y despedirla”. Entonces Jesús dijo: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os escribió este mandamiento. Sin embargo, desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra. Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y a ambos”. serán una sola carne. Así que ya no serán dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.

En casa, los discípulos volvieron a hacer preguntas sobre el mismo tema. Jesús respondió: “Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella. Y si una mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy, las lecturas nos traen profundas lecciones sobre la paciencia, la honestidad y la santidad del matrimonio. Estas son lecciones que nos desafían a vivir según los principios del Reino de Dios en nuestra vida diaria, sin importar las circunstancias que enfrentemos. Reflexionemos sobre estos pasajes y cómo pueden transformar nuestros corazones y nuestras acciones.

Santiago nos aconseja en su carta: “Hermanos, no os quejéis unos de otros, para que no seáis juzgados. He aquí, el juez está a la puerta”. Nos llama a la paciencia y a la honestidad, recordándonos que nuestras palabras tienen peso y que seremos responsables de ellas. En un mundo donde es fácil caer en la tentación de juzgar y criticar, especialmente en las redes sociales, James nos insta a cultivar la paciencia y tener cuidado con lo que decimos.

Para ilustrar este mensaje, pensemos en un jardín. Las plantas no crecen más rápido porque nos impacientamos o nos quejamos. Necesitan tiempo, cuidado y atención. Asimismo, nuestras relaciones y nuestra fe necesitan paciencia y cuidado para florecer. Cuando nos quejamos o criticamos es como si estuviéramos colocando piedras en el suelo impidiendo que las raíces crezcan libremente.

Santiago también nos recuerda la importancia de ser personas de palabra: “Sobre todo, hermanos míos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni por ningún otro juramento. Que vuestro ‘sí’ sea sí, y vuestro ‘sí’ sea sí. ‘ No, no, para que no caigáis en condenación”. Nos invita a vivir con integridad, donde nuestras palabras y acciones estén alineadas. En un mundo donde las promesas se rompen fácilmente, donde la verdad puede distorsionarse por conveniencia, estamos llamados a ser diferentes, a ser fieles y honestos en todo lo que hacemos.

En el evangelio de Marcos, Jesús nos habla de la indisolubilidad del matrimonio: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Jesús nos recuerda que el matrimonio es un pacto sagrado, una unión que refleja el amor de Dios por nosotros. Es un compromiso que requiere lealtad, amor y sacrificio mutuo.

Pensemos en el matrimonio como un viaje de dos peregrinos. Comienzan el viaje juntos, afrontando terrenos accidentados y caminos difíciles, pero también disfrutando de maravillosos paisajes y momentos de alegría. Para que este viaje tenga éxito, ambos socios deben comprometerse a caminar uno al lado del otro, apoyándose mutuamente, incluso en las dificultades.

En nuestra sociedad, donde el valor del compromiso a menudo se minimiza, Jesús nos llama a valorar y proteger el sacramento del matrimonio. Esto significa trabajar juntos para resolver conflictos, ser pacientes y compasivos y recordar siempre que el amor verdadero es un reflejo del amor de Dios por nosotros. Es un amor que no es egoísta, que busca el bien de los demás, que perdona y que persevera.

Ahora bien, hermanos y hermanas, ¿cómo podemos aplicar estas lecciones a nuestra vida diaria?

Primero, cultivemos la paciencia y evitemos las críticas destructivas. Cuando nos sintamos tentados a quejarnos o juzgar a los demás, recordemos las palabras de Santiago y la importancia de crear un ambiente donde la paciencia y la comprensión puedan crecer. Seamos como jardineros cuidadosos, alimentando nuestras relaciones con amor y paciencia.

En segundo lugar, seamos personas de palabra. En un mundo donde la integridad a menudo se olvida, seamos un ejemplo de honestidad. Que nuestro ‘sí’ sea siempre ‘sí’, y nuestro ‘no’ sea siempre ‘no’. Vivamos de tal manera que nuestras acciones confirmen nuestras palabras.

Y finalmente, valoremos y protejamos el matrimonio. Si estamos casados, que renovemos nuestro compromiso de amar y apoyar a nuestro cónyuge. Si conocemos a parejas que están pasando apuros, ofrezcamos nuestro apoyo y oraciones. Recordemos que el matrimonio es un llamado sagrado, un camino de amor que refleja la fidelidad y el amor de Dios.

Hagamos ahora un momento de silencio. Cerremos los ojos y pidamos a Dios la gracia de vivir estas lecciones en nuestras vidas. Que el Espíritu Santo nos guíe y fortalezca para ser pacientes, honestos y fieles.

Señor, te damos gracias por las lecciones de hoy. Ayúdanos a vivir con paciencia y evitar juicios, a ser personas de palabra e integridad, y a valorar y proteger el matrimonio. Que seamos luz en el mundo, reflejando Tu amor en cada acción y palabra. Amén.

Mis hermanos y hermanas, al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la esperanza y la determinación de vivir como verdaderos seguidores de Cristo. Que la gracia de Dios nos acompañe y seamos instrumentos de su paz y amor en el mundo. Recuerde, estamos llamados a vivir con paciencia, honestidad y fidelidad. Que brillemos y sazonemos el mundo con la bondad, la justicia y el amor de Dios. Amén.