Primera Lectura (Ecl 6,5-17).
Lectura del Libro del Eclesiástico.
Una palabra amable multiplica los amigos y calma a los enemigos; una lengua afable multiplica los saludos. Que sean numerosos los que te saluden, pero tus consejeros sean uno entre mil. Si quieres adquirir un amigo, consíguelo mediante la prueba; y no te apresures a confiar en él. Porque hay amigo casual que no persevera en el día de la angustia. Hay un amigo que recurre a la enemistad y que revela desacuerdos para avergonzarte. Hay un amigo que es compañero de mesa y que no persevera en el día de necesidad. Cuando lo consigas, él será tu igual y, sin ceremonias, dará órdenes a tus sirvientes. Pero si eres humillado, él estará contra ti y se esconderá de tu presencia. Mantente alejado de tus enemigos y ten cuidado con tus amigos. Un amigo fiel es una protección poderosa: quien lo encontró encontró un tesoro. Nada se compara con un amigo fiel, es un activo invaluable. Un amigo fiel es un bálsamo de vida; los que temen al Señor lo encontrarán. El que teme al Señor conduce bien su amistad: como él es, así será su amigo.
– Palabra del Señor.
– Gracias a Dios.
Evangelio (Marcos 10,1-12).
Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.
— Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús se dirigió al territorio de Judea, al otro lado del río Jordán. La multitud se reunió nuevamente alrededor de Jesús. Y él, como siempre, les enseñó. Algunos fariseos se acercaron a Jesús. Para ponerlo a prueba, le preguntaron si estaba permitido que un hombre se divorciara de su esposa. Jesús preguntó: “¿Qué os mandó Moisés?” Los fariseos respondieron: “A Moisés se le permitió escribir un certificado de divorcio y despedirla”. Entonces Jesús dijo: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os escribió este mandamiento. Sin embargo, desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra. Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y a ambos”. serán una sola carne. Así que ya no serán dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. En casa, los discípulos volvieron a hacer preguntas sobre el mismo tema. Jesús respondió: “Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella. Y si una mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”.
— Palabra de Salvación.
— Gloria a ti, Señor.
Reflejando la Palabra de Dios
¡Hermanos míos, la paz del Señor esté con vosotros! Hoy estamos invitados a reflexionar sobre el significado profundo de nuestras relaciones, especialmente los vínculos de amistad y matrimonio, como fuentes de crecimiento espiritual y de vida comunitaria.
Comencemos con una reflexión sobre la primera lectura, del libro del Eclesiástico, que nos presenta una gran sabiduría sobre la amistad: “Habla con un amigo cuando lo necesites, y, en el momento de necesidad, él también se mostrará. ” Esta palabra nos enseña que la verdadera amistad no es la que aparece sólo en momentos de fiesta o en situaciones fáciles. La verdadera amistad es la que se fortalece en las dificultades, en la adversidad, en los momentos de caída y duda.
Imaginemos, por un momento, un puente. Un puente se construye para salvar obstáculos, para pasar de un lado de un abismo, de un río turbulento o de una región inhóspita al otro. La verdadera amistad, como el puente, no teme a los obstáculos; es resistente, firme y seguro, siempre dispuesto a sostener y sostener. El libro del Eclesiástico nos recuerda que debemos valorar estas amistades, cuidarlas y cultivarlas, ya que son como un tesoro en tiempos de dificultad. “Un amigo cercano es mejor que mil parientes lejanos”.
En nuestra vida diaria tenemos muchas relaciones, pero es fundamental que tengamos al menos un amigo verdadero, uno que conozca nuestras debilidades, nuestras luchas, nuestros miedos, pero que no nos abandone. Este verdadero amigo es aquel que en su sinceridad y amor nos llama a la verdad, nos da el valor de crecer y ser mejores cada día. A veces la amistad también requiere valentía, porque un verdadero amigo no nos dejará hundirnos en mentiras o ilusiones, sino que nos ayudará a encontrar el camino de la verdad y de la luz.
La verdadera amistad es un regalo de Dios, pero también es una invitación a una vida de humildad. Como nos enseña el autor del Eclesiástico, un amigo se convierte en como un espejo de nuestra alma. En sus palabras y actitudes vemos reflejados nuestros propios valores, nuestra verdad interior. Y cuanto más honestos y sinceros seamos en nuestras amistades, más reflejaremos la imagen de Cristo en nuestras vidas.
Ahora, hermanos míos, a medida que avanzamos hacia el evangelio de Marcos, estamos llamados a reflexionar sobre el matrimonio, que es también una forma sublime de amistad. Jesús nos enseña que el matrimonio no es sólo una cuestión legal o social, sino una unión profunda, que debe vivirse con amor, respeto y fidelidad. Él dice: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”.
En la cultura contemporánea, el matrimonio suele verse como un contrato que puede romperse cuando surgen dificultades. Pero la visión cristiana nos muestra que el matrimonio es un vínculo sagrado, creado por Dios, donde el amor es la base y la fidelidad es la fuerza que mantiene la unión. El evangelio de Marcos trae una advertencia muy clara: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Estas palabras de Jesús nos recuerdan que el matrimonio es una sociedad profunda e irrevocable, donde ambos cónyuges deben apoyarse mutuamente, crecer juntos y, sobre todo, amarse como Cristo amó a la Iglesia.
Reflexionemos sobre la profundidad de esta imagen del amor en el matrimonio. El amor de Cristo por la Iglesia es sacrificial e incondicional. No se contentó con dar sólo una parte de sí mismo, sino que dio toda su vida. Asimismo, en el matrimonio, los cónyuges están llamados a amar con sacrificio, a anteponer las necesidades del otro a las propias. Esto no significa que se olviden de sí mismos, sino que, en unión con su cónyuge, se convierten en una sola carne, un solo corazón.
Esto también nos lleva a pensar en el gran valor de la lealtad y la confianza. No es sólo un compromiso externo, sino un compromiso profundo e interno, que va más allá de las palabras y las promesas, y se traduce en acciones concretas de amor, cuidado y respeto. Es un amor que requiere paciencia, perdón y, sobre todo, capacidad de caminar juntos a través de la adversidad.
Es interesante notar que, en el evangelio, cuando Jesús es interrogado por los fariseos sobre la posibilidad del divorcio, Él no sólo responde con una verdad jurídica, sino que nos invita a mirar el ideal divino: “Desde el principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer. Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una sola carne”. Aquí Jesús no defiende sólo una regla, sino un ideal de armonía, unidad y amor inquebrantable, algo que va más allá de la simple observancia de normas y refleja el corazón mismo de Dios.
¿Cómo podemos aplicar este mensaje a nuestra vida cotidiana? En primer lugar, debemos recordar la importancia del matrimonio, o de las relaciones matrimoniales, como asociación en Cristo. El amor cristiano en el matrimonio es más que sólo un sentimiento; es un compromiso de ser la presencia de Cristo unos para otros, ofreciendo no sólo lo mejor de nosotros mismos, sino también lo más profundo de nosotros mismos: nuestra voluntad de sacrificarnos, perdonarnos, apoyarnos y, sobre todo, permanecer fieles.
Quizás algunos de nosotros estemos experimentando dificultades en nuestros matrimonios o relaciones más amplias. Si es así, el mensaje de hoy es una invitación a la renovación, al perdón, a la reconciliación. Debemos recordar que el amor es un camino de transformación. Cuando buscamos sinceramente vivir el amor que Cristo nos enseña, Él nos da la gracia para superar todas las dificultades.
Para quienes somos solteros o no casados, esta reflexión no sólo se aplica a las relaciones matrimoniales, sino a todas nuestras relaciones. Debemos cultivar la verdadera amistad, que es la base de todas las demás formas de amor. La amistad es el terreno donde aprendemos a ser generosos, a escuchar, a apoyar, a estar presentes y, sobre todo, a vivir el mandamiento de Cristo de amar al prójimo como a nosotros mismos.
Ahora, los invito a cada uno de ustedes a reflexionar: ¿qué clase de amigo eres? ¿Qué tipo de cónyuge quieres ser? ¿Cómo podemos, juntos, construir relaciones más profundas, más auténticas y más solidarias, basadas en la verdad y el amor de Cristo?
Te invito a pensar también en cómo tu relación con Dios puede ser el fundamento de todas tus relaciones. Él es el Amigo fiel, el que nunca nos abandona, el que nos ama incondicionalmente. Dejémosle guiar nuestras vidas y seamos instrumentos de su amor y de su paz en todas nuestras relaciones.
Oremos juntos:
Señor Dios, te damos gracias por la sabiduría que nos ha dado en Tus Escrituras. Ayúdanos a experimentar el amor verdadero en nuestras amistades y especialmente en nuestros matrimonios. Que seamos fieles unos a otros, así como Tú eres fiel a nosotros. Danos la gracia de ser amigos sinceros, compañeros dedicados y testigos de tu amor en el mundo. Señor, fortalécenos para que podamos vivir siempre en unión con Tu corazón. En el nombre de Jesús nuestro Señor, Amén.
Que Dios los bendiga a todos y que vivamos este amor transformador en todos los ámbitos de nuestras vidas. ¡Que la paz de Cristo esté con vosotros!