Evangelio de hoy – Viernes, 30 de agosto de 2024 – Mateo 25:1-13 – Biblia Católica

Primera Lectura (1Cor 1,17-25).

Lectura de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios.

Hermanos, en efecto, Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar la buena nueva de la salvación, sin utilizar los recursos de la oratoria, para no privar a la cruz de Cristo de su propia fuerza. Predicar sobre la cruz es una tontería para los que están perdidos, pero para los que se salvan, para nosotros, es poder de Dios. De hecho, está escrito: “Destruiré la sabiduría de los sabios y frustraré la perspicacia de los inteligentes”. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el señor de la Ley? ¿Dónde está el interrogador de este mundo? ¿No ha mostrado Dios la necedad de la sabiduría del mundo? De hecho, en la manifestación de la sabiduría de Dios, el mundo no llegó a conocer a Dios a través de la sabiduría; Por tanto, Dios tuvo a bien salvar a los que creen mediante la necedad de la predicación. Los judíos piden señales milagrosas, los griegos buscan sabiduría; Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles. Pero para los llamados, tanto judíos como griegos, este Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque el que se dice que es la necedad de Dios, es más sabio que los hombres, y el que se dice que es la debilidad de Dios, es más fuerte que los hombres.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mateo 25,1-13).

Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús contó a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los Cielos es como la historia de las diez jóvenes que tomando sus lámparas de aceite y salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas fueron imprudentes, y las otras cinco fueron prudentes. . Las imprudentes tomaron sus lámparas, pero no llevaron consigo aceite. Las prudentes, sin embargo, tomaron vasos con aceite junto con las lámparas. El novio tardó y todas terminaron dormitando. ¡Ve a su encuentro!’ Entonces las diez jóvenes se levantaron y prepararon las lámparas. Las imprudentes dijeron a las prudentes: ‘Dadnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se están apagando. Será mejor que vayáis a comprar a los vendedores.’ .’ Mientras iban a comprar aceite, llegó el novio, y los que estaban listos entraron con él en la fiesta de bodas y dijeron: ‘¡Señor, ábrenos la puerta!’ Pero él respondió: ‘¡De cierto os digo que no os conozco!’ Por tanto, estad alerta, porque no sabéis el día ni la hora.”

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Imagínese en una habitación oscura. De repente, alguien enciende una vela. ¿Lo que sucede? La oscuridad no puede resistir; se disipa, incluso si es sólo alrededor de esa pequeña llama. Esta imagen de la luz venciendo a la oscuridad está en el centro de las lecturas de hoy, invitándonos a reflexionar sobre la naturaleza de la sabiduría divina y nuestra preparación para el Reino de Dios.

En la primera lectura, Pablo nos presenta una paradoja fascinante: “El lenguaje de la cruz es necedad para los que están perdidos, pero para nosotros, los que nos salvamos, es poder de Dios”. ¡Qué declaración tan provocativa! Pablo está poniendo patas arriba toda la noción humana de sabiduría y poder.

Piensa por un momento: ¿qué es lo que el mundo considera “sabio”? Quizás sea acumular riqueza, buscar prestigio o asegurar poder e influencia. Pero Pablo nos dice que Dios decidió hacer “locura la sabiduría del mundo”. ¿Como esto?

La cruz, el instrumento de ejecución más vergonzoso y doloroso en el mundo antiguo, se convierte en el símbolo supremo del amor y el poder de Dios. Es a través de este aparente fracaso, esta aparente debilidad, que Dios demuestra su incomparable fuerza. Es a través del sacrificio, no de la dominación, como Dios gana los corazones de la humanidad.

Esto va en contra de todo lo que el mundo nos enseña sobre el éxito y el poder. Es como si Dios estuviera diciendo: “¿Crees que sabes lo que es la fuerza? Déjame mostrarte el poder del amor sacrificial. ¿Crees que entiendes lo que es la sabiduría? Déjame revelarte la profundidad de mi gracia”.

Pablo continúa: “Porque la necedad de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres”. ¡Qué concepto tan revolucionario! La “locura” de Dios – este plan aparentemente absurdo de salvar al mundo mediante la muerte de Su Hijo – sobrepasa toda sabiduría humana. La “debilidad” de Dios – manifestada en la vulnerabilidad de Jesús en la cruz – resulta ser más poderosa que todas las fuerzas del mal.

Esta es la luz que brilla en la oscuridad, la vela encendida en una habitación oscura. Es una luz que desafía nuestra comprensión, que nos invita a ver el mundo desde una nueva perspectiva.

Y aquí es donde nuestra lectura del Evangelio se entrelaza maravillosamente con el mensaje de Pablo. Jesús nos cuenta la parábola de las diez vírgenes, cinco prudentes y cinco insensatas, todas esperando la llegada del novio.

A primera vista, esta parábola puede parecernos un poco extraña. ¿Por qué llega tan tarde el novio? ¿Por qué las vírgenes prudentes no comparten su aceite? Pero si miramos más de cerca, vemos que Jesús nos está enseñando una profunda lección sobre la naturaleza de la fe y nuestra preparación para el Reino de Dios.

Las diez vírgenes nos representan a todos, esperando la venida de Cristo. Las lámparas simbolizan nuestra fe y el aceite representa nuestra preparación espiritual, nuestra relación con Dios. El novio, por supuesto, es Cristo.

Notemos que todas las vírgenes se durmieron. Nos recuerda que todos podemos volvernos complacientes en ocasiones en nuestro viaje espiritual. La diferencia está en la preparación. Las vírgenes prudentes tenían aceite extra; estaban listos para una larga espera.

Cuando finalmente llega el novio a medianoche, se produce una división. Las vírgenes prudentes, con sus lámparas encendidas, se preparan para entrar al banquete de bodas. Los necios, con sus lámparas apagadas, quedan fuera.

Esta parábola nos desafía a preguntarnos: ¿estamos realmente preparados para el regreso de Cristo? ¿Están nuestras lámparas encendidas, nuestra fe está viva y coleando? ¿Tenemos “aceite extra”, una relación profunda con Dios que puede sostenernos incluso durante largos períodos de espera o dificultad?

Aquí es donde el mensaje de Pablo y la parábola de Jesús se unen de manera poderosa. La verdadera sabiduría, la verdadera preparación, no consiste en acumular recursos mundanos ni en confiar en nuestra propia inteligencia. Es en abrazar la “locura” de la cruz, en reconocer nuestra dependencia total de Dios, en cultivar una relación profunda y duradera con Él.

Las vírgenes insensatas representan a aquellas que tienen sólo una fe superficial, que no han invertido tiempo y esfuerzo en su relación con Dios. Cuando llega el momento crucial, no están preparados.

Por otro lado, las vírgenes prudentes representan a aquellos que han abrazado la sabiduría de Dios, por “loca” que parezca a los ojos del mundo. Entendieron que la verdadera preparación no consiste en confiar en los propios recursos, sino en depender completamente de la gracia de Dios.

Entonces, mis queridos hermanos y hermanas, ¿qué significa esto para nosotros hoy? ¿Cómo podemos ser como las vírgenes prudentes, manteniendo nuestras lámparas encendidas y nuestro suministro de aceite lleno?

Primero, debemos abrazar la “locura” de la cruz. Esto significa rechazar la sabiduría del mundo que nos dice que nos pongamos a nosotros mismos en primer lugar y, en cambio, elegir el camino del amor sacrificial. Significa encontrar nuestra fuerza en la aparente debilidad de la humildad y el servicio.

Segundo, debemos invertir en nuestra relación con Dios. Así como las vírgenes prudentes tenían aceite extra, debemos cultivar una profundidad espiritual que pueda sostenernos en tiempos difíciles. Esto implica oración regular, estudio de las Escrituras, participación en la vida de la comunidad de fe y servicio a los demás.

En tercer lugar, debemos vivir en un estado de alerta y disposición. La parábola nos recuerda que no sabemos el día ni la hora de la venida de Cristo. Cada día es una oportunidad para vivir nuestra fe, para hacer brillar nuestra luz en el mundo.

Finalmente, debemos recordar que no podemos prestar nuestra fe a otros. Las vírgenes prudentes no pudieron compartir su aceite porque la fe es un camino personal. Podemos y debemos apoyarnos unos a otros, pero cada uno de nosotros debe cultivar nuestra propia relación con Dios.

Hermanos y hermanas, que seamos como esa vela que arde en la oscuridad, brillando con la luz de la sabiduría divina en un mundo que a menudo está confundido y perdido. Que abracemos la “locura” de la cruz, encontrando en ella el poder transformador del amor de Dios. Y que estemos siempre preparados, con nuestras lámparas encendidas y nuestro corazón abierto, para la venida de nuestro Señor.

Que la gracia de Dios nos fortalezca, que el amor de Cristo nos inspire y que la luz del Espíritu Santo siga brillando en nosotros y a través de nosotros. Amén.