Evangelio de hoy – Viernes 5 de enero de 2024 – Juan 1,43-51 – Biblia católica

Primera Lectura (1 Juan 3,11-21)

Lectura de la Primera Carta de San Juan.

Queridos hermanos: Este es el mensaje que han escuchado desde el principio: que nos amemos unos a otros, no como Caín, que siendo del Maligno, mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas. No se sorprendan, hermanos, si el mundo los odia. Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un homicida, y ustedes saben que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él. En esto conocemos el amor: que Jesús dio su vida por nosotros. Por lo tanto, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguien tiene riquezas en este mundo y ve a su hermano pasar necesidad, pero cierra su corazón ante él, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?

Hijitos, no amemos solamente con palabras y de boca, sino con hechos y de verdad. Aquí está el criterio para saber que somos de la verdad y para tranquilizar nuestro corazón delante de él, pues si nuestro corazón nos acusa, Dios es mayor que nuestro corazón y conoce todas las cosas. Queridos hermanos, si nuestro corazón no nos acusa, tenemos confianza delante de Dios.

Palabra del Señor.

Gracias a Dios.

Evangelio (Jn 1,43-51)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús decidió ir a Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”. Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Ley, y también los profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael dijo: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” Felipe respondió: “Ven y ve”. Jesús vio a Natanael que venía hacia él y comentó: “Ahí viene un verdadero israelita, un hombre sin falsedad”. Natanael preguntó: “¿Cómo me conoces?” Jesús respondió: “Antes de que Felipe te llamara, mientras estabas bajo la higuera, te vi”.

Natanael respondió: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, eres el Rey de Israel”. Jesús dijo: “¿Crees porque te dije que te vi bajo la higuera? ¡Cosas mayores que esta verás!” Y Jesús continuó: “En verdad, en verdad, les digo: Verán el cielo abierto y los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre”.

— Palabra de la Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Refletindo a Palavra de Deus

Mis hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy les traigo una historia inspiradora que nos invita a reflexionar sobre la importancia de reconocer y responder al llamado de Dios en nuestras vidas. Es una historia de encuentros transformadores y de una fe que cobra vida. Es una historia sobre cómo nuestras vidas pueden ser tocadas por Jesús y cómo, a su vez, podemos impactar la vida de los demás.

Imagínense por un momento en un día común de trabajo. Están ocupados con sus tareas diarias, cumpliendo con sus responsabilidades, cuando de repente alguien se acerca y dice: “¡Ven y ve!” Estas palabras resuenan en sus oídos y despiertan su curiosidad. ¿Quién es esta persona? ¿Qué tiene para ofrecer?

Esta es la situación que encontramos en el Evangelio de hoy. Felipe encuentra a Natanael y le dice: “Hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Ley, y también los profetas: Jesús, hijo de José, de Nazaret”. Y Natanael, escéptico, pregunta: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”.

Pero Felipe responde con sencillez: “Ven y ve”. Estas palabras son poderosas y se extienden hasta nosotros hoy. Nos invitan a encontrar a Jesús, a conocerlo personalmente, a ver por nosotros mismos lo que Él tiene para ofrecer. Y esta es una jornada a la que todos estamos llamados a emprender.

A lo largo de nuestras vidas, encontramos muchas voces que nos invitan a seguir diferentes caminos. El mundo que nos rodea nos ofrece una variedad de opciones y distracciones. Pero, en el fondo, todos buscamos la verdad, la paz y la felicidad. Todos buscamos algo más grande que nosotros mismos.

Es en este momento que Jesús aparece en nuestras vidas, invitándonos a seguirlo. Nos llama a conocer la verdad que va más allá de las apariencias superficiales y de las dudas que nos asaltan. Nos invita a mirar más allá de nuestras limitaciones y a encontrar la plenitud de la vida que solo Él puede ofrecer.

Sin embargo, al igual que Natanael, podemos ser escépticos. Podemos tener dudas y cuestionar si algo bueno puede surgir de donde menos lo esperamos. Pero cuando respondemos al llamado de Jesús y nos abrimos a Él, nos sorprendemos con Su presencia y amor transformador.

Natanael llega a Jesús y, al verlo, exclama: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, eres el Rey de Israel”. El encuentro personal con Jesús revela la verdad sobre Él y sobre nosotros mismos. Nos muestra que Él es el Mesías, el Hijo de Dios, y que somos amados y llamados por Él.

Entonces, Jesús responde a Natanael con palabras que resuenan en nuestros corazones: “Verás cosas mayores que estas” (Juan 1,50). Nos promete que, al seguirlo, seremos testigos de maravillas que van más allá de nuestra imaginación. Nos invita a una vida de grandeza y propósito, una vida que trasciende las limitaciones del mundo y se realiza en el plano divino.

Pero ¿cómo podemos responder a este llamado? ¿Cómo podemos seguir a Jesús en nuestro día a día? La respuesta está en la Primera Lectura de hoy, donde San Juan nos exhorta a amarnos unos a otros. Nos dice: “No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de verdad”.

Amarnos unos a otros es la esencia del mensaje de Jesús. Es el principio fundamental que nos guía en nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos y hermanas. Amar es una acción concreta, y estamos llamados a manifestar el amor de Dios a través de nuestras palabras y, lo que es más importante, de nuestras acciones.

Recuerden las palabras de Felipe: “Ven y ve”. Estas palabras no son solo una invitación a conocer a Jesús, sino también una invitación a testimoniar Su amor al mundo. Cuando respondemos al llamado de Jesús y lo seguimos, se nos desafía a amar como Él amó.

Imaginen el impacto que podemos tener en nuestra comunidad si nos amamos auténtica y generosamente unos a otros. Imaginen cómo nuestros actos de bondad y compasión pueden inspirar y transformar la vida de quienes nos rodean. Cada pequeño gesto de amor puede marcar la diferencia.

Cuando amamos, no solo experimentamos la plenitud del amor de Dios en nuestras vidas, sino que también nos convertimos en canales de ese amor para los demás. Y así, el amor se multiplica y se difunde, tocando corazones y transformando vidas.

Recuerdo una historia que ejemplifica esto. Había un hombre llamado Juan, que vivía en una pequeña aldea. Era conocido por su generosidad y disposición para ayudar a los demás. Un día, un joven desanimado y perdido llegó a la aldea. Había enfrentado muchas dificultades en la vida y estaba a punto de rendirse.

Por casualidad, el joven encontró a Juan y compartió su historia. Juan escuchó atentamente, comprendiendo el dolor y la desesperación del joven. Lo acogió en su casa y le ofreció un lugar para quedarse. En los días siguientes, Juan dedicó su tiempo y recursos para ayudar al joven a levantarse. Lo alentó, le dio esperanza y le mostró el amor de Dios a través de sus acciones.

El joven quedó profundamente conmovido por el amor y cuidado de Juan. Comenzó a ver que su vida tenía valor y propósito. Encontró fuerzas para superar sus desafíos y eventualmente se convirtió en un agente de cambio en su propia comunidad. Compartió el amor y la compasión que recibió de Juan con los demás, creando un ciclo continuo de amor y transformación.

Esta historia nos recuerda que cada uno de nosotros tiene el poder de marcar la diferencia en la vida de los demás. No necesitamos hacer grandes gestos para manifestar el amor de Dios. Podemos empezar con pequeños actos de bondad en nuestra vida cotidiana. Una sonrisa, una palabra amable, un gesto de apoyo pueden tener un impacto duradero.

Mis hermanos y hermanas, hoy se nos invita a abrir nuestros corazones al llamado de Jesús. Se nos llama a seguirlo y a amarnos

unos a otros como Él nos amó. No permitamos que el escepticismo o las dudas nos impidan responder a este llamado. Al contrario, pongámonos ante Jesús con humildad y apertura, permitiendo que Él entre en nuestras vidas y nos transforme.

Comprometámonos hoy a ser testigos vivos del amor de Dios en nuestras palabras y acciones. Busquemos oportunidades para amar y servir a los demás, especialmente a aquellos que más lo necesitan. Recordemos que cada persona que encontramos es una oportunidad de encontrar a Jesús y de compartir Su amor.

Que el Espíritu Santo nos guíe y fortalezca en este viaje de amor y servicio. Que nos capacite para vivir de acuerdo con los principios de las Escrituras y para ser luz y sal en el mundo. Y que, al amarnos unos a otros, podamos experimentar la plenitud de la vida en Cristo y dar testimonio de la transformación que solo Él puede realizar.

Que la gracia de Dios esté sobre todos nosotros y que Su amor inunde nuestros corazones, nuestras familias y nuestra comunidad. Que podamos ser verdaderos discípulos de Jesús, viviendo y compartiendo Su amor todos los días de nuestras vidas.

En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.