Con el término «Profetas» se entiende a cuantos fueron inspirados por el Espíritu Santo para hablar en nombre de Dios. La obra reveladora del Espíritu en las profecías del Antiguo Testamento halla su cumplimiento en la revelación plena del misterio de Cristo en el Nuevo Testamento.
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Párrafo 687
687."Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Co2, 11). Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que "habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos "desvela" a Cristo "no habla de sí mismo" (Jn16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué "el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce", mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn14, 17).
Párrafo 688
688.La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:
– en las Escrituras que Él ha inspirado;
– en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;
– en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
– en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
– en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
– en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
– en los signos de vida apostólica y misionera;
– en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.
Párrafo 702
702.Desde el comienzo y hasta "la plenitud de los tiempos" (Ga4, 4), la Misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre permanece oculta pero activa. El Espíritu de Dios preparaba entonces el tiempo del Mesías, y ambos, sin estar todavía plenamente revelados, ya han sido prometidos a fin de ser esperados y aceptados cuando se manifiesten. Por eso, cuando la Iglesia lee el Antiguo Testamento (cf.2 Co3, 14), investiga en él (cf.Jn5, 39-46) lo que el Espíritu, "que habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano:DS 150), quiere decirnos acerca de Cristo.
Por "profetas", la fe de la Iglesia entiende aquí a todos los que fueron inspirados por el Espíritu Santo en el vivo anuncio y en la redacción de los Libros Santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. La tradición judía distingue la Ley [los cinco primeros libros o Pentateuco], los Profetas [que nosotros llamamos los libros históricos y proféticos] y los Escritos [sobre todo sapienciales, en particular los Salmos] (cf.Lc24, 44).
Párrafo 703
703.La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y de la vida de toda creatura (cf.Sal33, 6; 104, 30;Gn1, 2; 2, 7;Qo3, 20-21;Ez37, 10):
«Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo [...] A Él se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo» (Oficio Bizantino de las Horas. Maitines del Domingo según el modo segundo. Antífonas 1 y 2).
Párrafo 704
704."En cuanto al hombre, Dios lo formó con sus propias manos [es decir, el Hijo y el Espíritu Santo] Y Él dibujó trazó sobre la carne moldeada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina» (San Ireneo de Lyon,Demonstratio praedicationis apostolicae, 11: SC 62, 48-49).
Párrafo 705
705.Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo "a imagen de Dios", a imagen del Hijo, pero "privado de la Gloria de Dios" (Rm3, 23), privado de la "semejanza". La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá "la imagen" (cf.Jn1, 14;Flp2, 7) y la restaurará en "la semejanza" con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu "que da la Vida".
Párrafo 706
706.Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (cf.Gn18, 1-15;Lc1, 26-38. 54-55;Jn1, 12-13;Rm4, 16-21). En ella serán bendecidas todas las naciones de la tierra (cf.Gn12, 3). Esta descendencia será Cristo (cf.Ga3, 16) en quien la efusión del Espíritu Santo formará "la unidad de los hijos de Dios dispersos" (cf.Jn11, 52). Comprometiéndose con juramento (cf.Lc1, 73), Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado (cf.Gn22, 17-19;Rm8, 32;Jn 3, 16) y al don del "Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda ... para redención del Pueblo de su posesión" (Ef1, 13-14; cf.Ga3, 14).
Párrafo 743
743.Desde el comienzo y hasta de la consumación de los tiempos, cuando Dios envía a su Hijo, envía siempre a su Espíritu: la misión de ambos es conjunta e inseparable.
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