El rey Asa fue uno de los reyes más virtuosos que gobernó Judá, hijo de Abías y nieto de Roboam. Asumió el trono de Judá en el año veinte del reinado del rey Jeroboam I en Israel, cuando tenía unos 41 años. Al comienzo de su reinado, Asa hizo lo recto ante los ojos de Dios, expulsando a las prostitutas del culto y destruyendo todos los ídolos que su padre había hecho. También mandó a los hijos de Judá que buscaran al Señor, Dios de sus padres, observando la ley y los mandamientos.
El rey Asa sabía que la obediencia a Dios era fundamental para la seguridad y la prosperidad de su pueblo. Entonces reforzó la defensa de Judá y ganó una gran batalla contra el ejército etíope que había invadido el país. La victoria del rey Asa fue una demostración de la protección de Dios en su vida y en la vida de su pueblo. En 1 Reyes 15:11-15, la Biblia dice:
“El corazón de Asa fue perfecto con el Señor toda su vida. Trajo a la casa del Señor las cosas consagradas por su padre y las cosas que él mismo había consagrado: plata, oro y utensilios. Y no hubo guerra hasta el treinta -quinto día, año del reinado de Asa.
El rey Asa sabía que la victoria en la batalla no dependía solo de su estrategia y el número de soldados, sino de la protección y bendición de Dios. Confió en Dios en todas las circunstancias y buscó su consejo en tiempos difíciles. En 2 Crónicas 14:11, Asa dijo: “Señor, de nada te sirve ayudar al fuerte o al débil; ayúdanos, Señor Dios nuestro, porque en ti confiamos, y en tu nombre venimos contra ti. esta multitud. Señor, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre”.
La historia del rey Asa es un ejemplo para nosotros los cristianos de cómo debemos confiar en Dios y vivir de acuerdo a su voluntad. Debemos seguir el ejemplo de Asa de buscar al Señor en todas las cosas y de mantener un corazón perfecto ante Él. La obediencia y la fidelidad al Señor son fundamentales para nuestra protección y prosperidad, tal como lo fueron para Asa y el pueblo de Judá.
Además, la historia de Asa nos enseña que debemos confiar en la providencia divina y pedir la ayuda de Dios en momentos de dificultad. Él nos muestra que cuando ponemos nuestra confianza en Dios, Él puede ayudarnos a superar nuestras batallas y dificultades. Por lo tanto, siempre debemos recordar que el Señor es nuestro refugio y fortaleza en todo momento, y que podemos buscar Su ayuda con oración y confianza.
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