Evangelio de hoy – Jueves 2 de mayo de 2024 – Juan 15:9-11 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 15,7-21)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, después de mucha discusión, Pedro se levantó y habló a los apóstoles y ancianos: “Hermanos, sabéis que desde los primeros días, Dios me eligió de entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio y creyeran.

Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos, dándoles el Espíritu Santo como nos lo dio a nosotros.

Y no hizo ninguna distinción entre nosotros y ellos, purificando sus corazones por medio de la fe.

Entonces, ¿por qué ahora ponéis a prueba a Dios queriendo imponer a los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos sido capaces de soportar?

Al contrario, creemos que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, igual que ellos”.

Hubo entonces un gran silencio en toda la asamblea. Después de esto, Barnabé y Pablo contaron todos los signos y prodigios que Dios había realizado por medio de ellos entre los gentiles.

Cuando Barnabé y Pablo terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo: “Hermanos, escuchadme: Simón acaba de recordarnos cómo desde el principio Dios se dignó tomar hombres de entre las naciones paganas para formar un pueblo dedicado a su Nombre.

Esto concuerda con las palabras de los profetas, pues está escrito: ‘Después de esto, volveré y reconstruiré la choza caída de David; reconstruiré sus ruinas y la levantaré de nuevo, para que el resto de la humanidad busque al Señor, y todas las naciones sobre las cuales se invoca mi Nombre. Así dice el Señor, que hace estas cosas conocidas desde hace mucho tiempo’.

Por lo tanto, opino que no debemos molestar a los gentiles que se convierten a Dios.

Solo debemos prescribirles que eviten lo que está contaminado por los ídolos, las uniones ilegítimas, comer carne de animales estrangulados y la sangre.

De hecho, desde tiempos antiguos, Moisés tiene sus predicadores en cada ciudad, que lo leen cada sábado en las sinagogas”.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 15,9-11)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me amó, también yo os he amado a vosotros. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Que la paz de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes en este día bendito. Es con gran alegría que nos reunimos hoy para reflexionar sobre las Sagradas Escrituras y buscar orientación divina para nuestras vidas. Permítanme comenzar nuestra homilía con un gancho cautivador que nos conecte directamente con nuestras experiencias diarias.

Imagínense caminando por una ciudad bulliciosa, rodeados de personas apresuradas y distraídas. Observan las expresiones cansadas y preocupadas en sus rostros. Por un momento, se sienten fuera de lugar, preguntándose: “¿Qué falta en esta escena? ¿Qué están buscando estas personas?”

Queridos, la respuesta está en las palabras del Evangelio proclamadas hoy. Jesús nos dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador” (Juan 15, 1). ¡Qué mensaje tan poderoso! Jesús se compara con una vid y nosotros somos las ramas. Esta imagen nos invita a reflexionar sobre nuestra conexión con Cristo y la importancia de permanecer unidos a Él.

Así como una vid proporciona alimento y sustento a las ramas, Jesús es la fuente de vida y gracia para nosotros. Él nos invita a permanecer en Él, a buscar nuestra nutrición espiritual en Él. Pero, ¿qué significa permanecer en Jesús?

Queridos hermanos y hermanas, permanecer en Jesús implica tener una relación profunda e íntima con Él. Significa estar arraigado en Su Palabra, buscar Su voluntad en nuestras vidas y vivir de acuerdo con Sus enseñanzas. Es a través de esta unión con Cristo que encontramos verdadero significado y propósito.

Miremos la primera lectura, que nos cuenta la historia del Concilio de Jerusalén. La comunidad cristiana enfrentaba una gran controversia sobre la necesidad de observar la ley judía. Algunos argumentaban que los gentiles convertidos debían seguir todas las tradiciones judías, mientras que otros defendían la libertad en Cristo.

En este contexto, los apóstoles y los ancianos se reunieron para discernir la voluntad de Dios. Escucharon los testimonios y argumentos presentados y, guiados por el Espíritu Santo, llegaron a una decisión unánime. Escribieron una carta a los gentiles convertidos, afirmando que no estaban obligados a observar toda la ley judía, pero que debían abstenerse de ciertas prácticas inmorales.

Esta historia nos enseña sobre la importancia de permanecer en Jesús en medio de controversias y desafíos en la vida. Los apóstoles buscaron la voluntad de Dios en oración y discernimiento comunitario, confiando en la dirección del Espíritu Santo. Reconocieron que la unión con Cristo era más importante que la observancia de prácticas externas.

Queridos, también estamos llamados a permanecer en Jesús, especialmente cuando enfrentamos desafíos y divisiones en nuestra comunidad. En lugar de aferrarnos a nuestras propias opiniones y preferencias, debemos buscar la voluntad de Dios y buscar la unidad en Cristo. Esto requiere humildad, apertura al diálogo y disposición para escucharnos mutuamente.

Permanecer en Jesús también implica la poda. Jesús nos dice: “Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15, 2). La poda puede ser un proceso doloroso, pero es necesario para nuestro crecimiento espiritual.

Así como un agricultor poda la vid para eliminar las ramas improductivas y promover un crecimiento saludable, Dios también nos poda. Nos purifica de todo lo que nos impide dar frutos y nos moldea a la imagen de Su Hijo. La poda puede venir en forma de desafíos, pruebas e incluso correcciones fraternas. Pero debemos recordar que es a través de la poda que somos fortalecidos y capacitados para dar frutos abundantes.

Queridos hermanos y hermanas, mientras reflexionamos sobre las verdades espirituales contenidas en estas pasajes bíblicas, es importante hacerlas tangibles y aplicables a nuestra vida diaria. Permítanme compartir una historia que ilustra estos principios.

Había una vez un jardinero que cuidaba de un hermoso jardín con varias plantas y flores. Notó que uno de sus rosales tenía ramas secas y marchitas, sin dar señales de vida. Decidió podarlo, eliminando las ramas muertas y cortando las partes dañadas.

Los otros jardineros observaban con curiosidad mientras el jardinero podaba el rosal. Se preguntaban por qué estaba cortando una planta aparentemente saludable. Pero el jardinero sabía lo que hacía. Sabía que la poda era necesaria para que el rosal pudiera florecer de nuevo.

Con el tiempo, el rosal comenzó a mostrar signos de vida. Surgieron nuevos brotes, y las flores comenzaron a florecer. La poda había rejuvenecido el rosal y lo había convertido en una hermosa obra de arte de la creación de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, al igual que el rosal, también podemos pasar por momentos de poda en nuestras vidas. Dios puede eliminar cosas que no nos están ayudando a crecer espiritualmente. Esto puede incluir relaciones tóxicas, hábitos perjudiciales o incluso ciertas ambiciones personales que nos alejan de nuestra relación con Él.

Pero debemos recordar que la poda no es un fin en sí misma. Es un proceso que nos capacita para dar frutos abundantes. A medida que somos podados, estamos llamados a buscar una vida de rectitud, amor y servicio a los demás. Debemos permitir que Dios trabaje en nosotros, moldeándonos a la imagen de Su Hijo, para que podamos ser testigos vivos de Su amor en el mundo.

En este proceso de poda y crecimiento espiritual, también es importante recordar que no estamos solos. Somos parte de una comunidad de fe, donde podemos encontrar apoyo, aliento y orientación. Así como los apóstoles se reunieron para discernir la voluntad de Dios en el Concilio de Jerusalén, nosotros también debemos buscar la sabiduría y la dirección de nuestros hermanos y hermanas en la fe.

Queridos, al concluir nuestra reflexión, los desafío a actuar según el mensaje que recibimos hoy. En primer lugar, los invito a buscar una conexión más profunda con Jesucristo. Dediquen tiempo diario a la oración, a la lectura de la Palabra de Dios y a la participación en los sacramentos. Permitan que esta unión con Cristo transforme sus vidas y las llene de amor, alegría y paz.

En segundo lugar, les pido que abracen el proceso de poda en sus vidas. Estén dispuestos a dejar de lado lo que impide su crecimiento espiritual y a abrazar lo que promueve una vida de santidad y servicio generoso a los demás. Recuerden que la poda puede ser dolorosa, pero es un proceso necesario para que podamos florecer y dar frutos abundantes.

Finalmente, los animo a permanecer unidos como comunidad de fe. Apóyense mutuamente, busquen la unidad en Cristo y trabajen juntos para el avance del Reino de Dios en este mundo. Que sus vidas sean un testimonio vivo del amor, la gracia y la esperanza divinos.

Queridos hermanos y hermanas, que esta homilía haya tocado sus corazones y los haya inspirado a buscar una vida más profunda en Cristo. Recuerden que son ramas de la vid verdadera, llamados a permanecer en Jesús y a dar frutos abundantes. Que el Espíritu Santo los guíe y fortalezca en este viaje espiritual. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes. Amén.