Evangelio de hoy – Domingo, 14 de abril de 2024 – Lucas 24,35-48 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 3:13-15:17-19)

Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:

En aquellos días, Pedro se dirigió al pueblo, diciendo: “El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús. Lo entregaste y lo rechazaste ante Pilato, quien estaba decidido a liberarlo. Rechazaste al Santo y al Justo y pediste la liberación de un asesino. Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.

Y ahora, hermanos míos, sé que ustedes actuaron por ignorancia, al igual que sus líderes. Dios, sin embargo, cumplió de esta manera lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo sufriría. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean perdonados”.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Segunda Lectura (1Jo 2,1-5a)

Lectura de la Primera Carta de San Juan:

Hijitos míos, escribo esto para que no pequéis. Sin embargo, si alguno peca, tenemos un Defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Él es víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Para saber que lo conocemos, veamos si guardamos sus mandamientos. Cualquiera que dice: “Conozco a Dios”, pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Sin embargo, en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios se realiza plenamente.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Anuncio del Evangelio (Lc 24,35-48)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Lucas.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los dos discípulos contaron lo que había sucedido en el camino y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan. Todavía estaban hablando cuando el mismo Jesús se apareció entre ellos y les dijo: “¡Paz a vosotros!”.

Estaban asustados y llenos de miedo, pensando que estaban viendo un fantasma. Pero Jesús dijo: “¿Por qué estáis preocupados y por qué tenéis dudas en vuestro corazón? Mira mis manos y mis pies: ¡soy realmente yo! ¡Tócame y verás! Un fantasma no tiene carne ni huesos, como ves que yo los tengo.

Y habiendo dicho esto Jesús, les mostró las manos y los pies. Pero todavía no lo podían creer, porque estaban muy felices y sorprendidos. Entonces Jesús dijo: “¿Tienes algo de comer aquí?” Le dieron un trozo de pescado asado. Él lo tomó y se lo comió delante de ellos.

Entonces les dijo: “Estas son las cosas que os hablé cuando aún estaba con vosotros: todo lo que está escrito acerca de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos debe cumplirse”.

Entonces Jesús abrió la inteligencia de los discípulos para comprender las Escrituras, y les dijo: “Así está escrito: ‘El Cristo padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se realizará la conversión y el perdón de los pecados. ser predicado en todas las naciones, comenzando por Jerusalén”. Seréis testigos de todo esto”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy quiero comenzar nuestra reflexión con una pregunta que resuena en nuestras experiencias diarias: ¿cómo afrontas tus debilidades y fracasos? Todos tenemos momentos en los que nos sentimos indignos, desanimados o incluso derrotados. Es en estas situaciones que nuestra fe es puesta a prueba, y es en estas situaciones donde encontramos las verdades transformadoras de la Palabra de Dios.

Imagínese en una carrera. Estás en plena competición, exhausto, con las piernas pesadas y el sudor corriendo por tu cara. El cansancio es abrumador y cada paso se siente como una batalla. Pero de repente ves una figura familiar frente a ti. Es tu entrenador, que corre a tu lado, animándote a seguir adelante y dándote la fuerza para superar tus límites. Esta poderosa imagen nos ayuda a comprender las verdades espirituales que encontramos en los pasajes bíblicos de hoy.

En la primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, se nos presenta el discurso de Pedro tras la curación de un cojo. Pedro proclama con valentía el mensaje del Evangelio, señalando a Jesucristo como el autor de la vida y el Mesías prometido. Recuerda a la multitud su papel en la crucifixión de Jesús, pero también les ofrece esperanza y perdón mediante el arrepentimiento.

Esta historia nos enseña que no importa cuán grandes sean nuestras debilidades o cuán graves sean nuestros pecados, siempre hay esperanza y perdón en Jesucristo. Como Pedro, podemos afrontar nuestros fracasos con valentía, reconociéndolos ante Dios y arrepintiéndonos sinceramente. Dios, en su infinita misericordia, está siempre dispuesto a perdonarnos y ofrecernos una nueva oportunidad.

La segunda lectura, de la Primera Carta de Juan, nos recuerda la intercesión de Jesucristo por nosotros. Juan nos dice que si pecamos, Abogado tenemos ante el Padre, Jesucristo, el Justo. Estas palabras son un poderoso recordatorio de que no estamos solos en nuestras luchas y fracasos. Tenemos un Salvador que está a nuestro lado intercediendo por nosotros y ofreciéndonos su gracia y perdón.

Esta imagen de Jesús como nuestro Abogado nos lleva a comprender que Él no sólo nos perdona, sino que también nos capacita para vivir una vida santa. Juan nos dice que si guardamos los mandamientos de Jesús, estaremos en comunión con Él. Esto implica un compromiso activo de seguir las enseñanzas de Cristo, buscar la santidad y amar a nuestro prójimo como Él nos amó.

Ahora, llevemos estas verdades espirituales a las realidades de nuestra vida cotidiana. Así como el corredor encuentra fuerza en su entrenador, nosotros podemos encontrar fuerza en Jesucristo para enfrentar nuestras debilidades y fracasos. Cuando nos sentimos indignos o desanimados, debemos recordar que Jesús está a nuestro lado, dispuesto a animarnos y permitirnos continuar.

Pero ¿cómo se aplica esto en situaciones prácticas? Imagínese a un joven que ha luchado contra la adicción durante años. Se siente impotente y desesperado, pensando que nunca podrá liberarse. Es en este momento cuando la figura de Jesús, el Abogado, se acerca a él ofreciéndole la fuerza y el coraje necesarios para afrontar la adicción, paso a paso. Con la ayuda de tratamientos, apoyo familiar y una comunidad de fe que lo apoya, encuentra superación y libertad.

De la misma manera, pensemos en una pareja que enfrenta problemas en su relación, con dolor y resentimiento acumulándose con el tiempo. Se sienten perdidos y desesperanzados, sin saber cómo restaurar el amor y la confianza mutuos. Pero, como un entrenador amoroso, Jesús se acerca a ellos, mostrándoles el camino hacia la reconciliación, fortaleciéndolos con el coraje de perdonar y pedir perdón, de comprometerse con la comunicación abierta y la búsqueda del bien de los demás. Con el tiempo, la pareja experimenta sanación y renovación en su relación, guiada por la gracia de Cristo.

Estos ejemplos de la vida real nos muestran que las verdades espirituales no son meras abstracciones, sino principios que pueden transformar nuestras vidas de manera tangible. Cuando reconocemos nuestras debilidades y nos acercamos a Jesús, Él nos fortalece para enfrentar la adversidad, superar nuestros pecados y vivir una vida de plenitud y propósito.

Queridos hermanos y hermanas, es importante enfatizar que estas verdades no son sólo para unos pocos privilegiados, sino para todos nosotros. No importa quién seas, dónde estés o qué hayas hecho, la misericordia y el perdón de Dios están a tu alcance. Jesús está a tu lado, extendiéndose para ayudarte a levantarte cuando caes y caminando contigo en cada paso de tu viaje.

Entonces, ¿cómo podemos poner en práctica estos principios espirituales en nuestra vida diaria? Déjame darte algunas pautas claras:

Primero, haga un examen de conciencia con regularidad. Identifique sus debilidades y pecados y tráigalos ante Dios en sincero arrepentimiento. Confía en Su perdón y busca la reconciliación con aquellos a quienes has herido.

En segundo lugar, busque la guía de Jesús en todas las áreas de su vida. Lee la Palabra de Dios, medita en ella y aplica sus enseñanzas a tu vida diaria. Permite que Jesús sea tu entrenador, guiándote en cada decisión y acción.

Además, busque compañerismo con otros cristianos. Una comunidad de fe solidaria puede ofrecer apoyo, aliento y responsabilidad. Participe en grupos de estudio bíblico, participe en la Eucaristía y apóyense unos a otros en oración.

Finalmente, recuerda que el camino de la fe es un proceso continuo. No te desanimes por los obstáculos y los contratiempos. Confía en la gracia de Dios, que es suficiente para ti. Cada día, intentad crecer en santidad, aunque sea paso a paso.

Queridos hermanos y hermanas, hoy recordamos las verdades transformadoras de la Palabra de Dios. Así como el corredor encuentra fuerza en su entrenador, nosotros podemos encontrar fuerza en Jesucristo para enfrentar nuestras debilidades y fracasos. No importa cuán grande sea nuestro pecado o cuán profunda sea nuestra desesperación, la misericordia y el perdón de Dios están a nuestro alcance.

Que nosotros, como comunidad de fe, aceptemos estas verdades y les permitamos moldear nuestras vidas. Que seamos testigos vivos del poder transformador de Jesucristo en nuestras familias, en nuestras relaciones y en nuestro mundo.

Que la gracia divina, el amor y la esperanza nos acompañen en nuestro camino diario. Y que vivamos de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras, encontrando fortaleza en Jesús y compartiendo Su luz con todos los que nos rodean.

Que así sea. Amén.