Evangelio de hoy – Domingo 28 de enero de 2024 – Marcos 1,21-28 – Biblia católica

Primera Lectura (Dt 18,15-20)

Lectura del Libro del Deuteronomio:

Moisés habló al pueblo, diciendo: “El Señor tu Dios hará que surja para ti, de tu nación y en medio de tus hermanos, un profeta como yo. A él deberás escuchar. Esto es exactamente lo que pediste al Señor tu Dios en el monte Horeb, cuando todo el pueblo estaba reunido, diciendo: ‘No quiero escuchar más la voz del Señor mi Dios ni ver este gran fuego, no sea que termine muriendo’.

Entonces el Señor me dijo: ‘Es correcto lo que han dicho. Haré que surja para ellos, en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti. Pondré en su boca mis palabras y él les comunicará todo lo que yo le mande. Yo mismo pediré cuentas a aquel que no escuche mis palabras que él pronuncie en mi nombre. Pero el profeta que tenga la audacia de decir en mi nombre algo que no le mandé, o que hable en nombre de otros dioses, ese profeta deberá morir’”.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Segunda Lectura (1Cor 7,32-35)

Lectura de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios:

Hermanos: Desearía que estuvierais libres de preocupaciones. El hombre no casado se preocupa de las cosas del Señor y busca agradar al Señor.

El casado se preocupa por las cosas del mundo y busca agradar a su mujer, y así está dividido. De la misma manera, la mujer no casada y la joven soltera se preocupan por las cosas del Señor y buscan ser santas de cuerpo y espíritu. Pero la casada se preocupa por las cosas del mundo y busca agradar a su marido.

Lo digo para vuestro propio bien y no para poneros un lazo. Lo que deseo es llevaros a lo mejor, permaneciendo junto al Señor, sin otras preocupaciones.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Anuncio del Evangelio (Mc 1,21-28)

— El Señor esté con ustedes.

— Él está en medio de nosotros.

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En la ciudad de Cafarnaúm, en un día de sábado, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar.

Todos quedaban admirados con su enseñanza, porque enseñaba con autoridad, no como los maestros de la Ley.

En la sinagoga había entonces un hombre poseído por un espíritu malo. Gritó: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres: eres el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!”

Entonces el espíritu malo sacudió al hombre con violencia, dio un gran grito y salió. Y todos quedaron muy asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? Una enseñanza nueva dada con autoridad: ¡Él incluso manda a los espíritus malos, y le obedecen!” Y la fama de Jesús pronto se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.

— Palabra de la Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, que la paz del Señor esté con ustedes. Hoy, somos llamados a reunirnos en comunidad, como una familia espiritual, para reflexionar sobre las Sagradas Escrituras que han sido proclamadas ante nosotros. Que la Palabra de Dios penetre en nuestros corazones e ilumine nuestras mentes, guiándonos por el camino de la verdad y el amor.

Me gustaría comenzar nuestra reflexión con un pensamiento que estoy seguro resuena en muchos de nosotros en este viaje de la vida. ¿Cuántas veces nos encontramos perdidos en medio de las demandas diarias, buscando respuestas a las complejidades que se nos presentan? Es casi como si estuviéramos en un mar turbulento, luchando contra las olas de la incertidumbre y la confusión.

Imaginen, por un momento, un barco a la deriva enfrentando tormentas impredecibles. En esos momentos de angustia, ¿quién no anhela un guía, un faro seguro que señale el camino correcto? Pues bien, nuestra Primera Lectura, tomada del Libro de Deuteronomio (Dt 18,15-20), nos presenta una promesa divina de esperanza en medio de las tormentas de la vida.

El Señor nuestro Dios, en su infinita sabiduría, habla a través del profeta Moisés: “El Señor tu Dios hará surgir, de entre tus hermanos, un profeta semejante a mí. A él escucharás”. Esta es una promesa de un guía, un líder, un profeta esperado que vendría para guiarnos en medio de las tormentas del mar de la vida.

En la historia de la humanidad, ese profeta se revela como Jesucristo, el Hijo de Dios. Así como Moisés condujo al pueblo a través del desierto, Jesús nos guía en nuestra jornada terrenal. Él es la luz que disipa las tinieblas, el faro que orienta nuestro camino.

Avanzamos ahora a la Segunda Lectura, tomada de la Primera Carta a los Corintios (1Cor 7,32-35). Pablo, el apóstol, nos llama a reflexionar sobre la verdadera libertad que se encuentra en la entrega total a Dios. Nos recuerda que aquel que no está casado se preocupa por las cosas del Señor, buscando agradar a Dios con cuerpo y espíritu.

Estas palabras no desvalorizan el matrimonio, sino que nos invitan a reflexionar sobre la prioridad que damos a las cosas temporales en detrimento de las eternas. En un mundo donde constantemente somos bombardeados por mensajes que nos animan a buscar la felicidad en placeres efímeros, Pablo nos invita a mirar hacia la verdadera fuente de alegría y libertad.

Imaginen un pájaro que, al percibir la belleza del cielo abierto, decide dejar atrás las jaulas que lo atan a la tierra. De la misma manera, se nos invita a liberarnos de las ataduras mundanas y a volar hacia la libertad que se encuentra en una entrega total a Dios.

Llegamos ahora al Evangelio de Marcos (Mc 1,21-28), donde somos testigos del poder transformador de la Palabra de Jesús. Al entrar en la sinagoga, no solo enseña con autoridad, sino que también enfrenta a un espíritu impuro. Es importante señalar que al escuchar la Palabra de Jesús, el mal se ve obligado a manifestarse y a abandonar ese lugar.

Imaginen un jardín cuyas flores florecen a medida que la luz del sol las toca. De la misma manera, la presencia de Jesús ilumina las áreas más oscuras de nuestras vidas, expulsando las sombras del pecado y la desesperanza. Si permitimos que la Palabra de Jesús penetre en nuestros corazones, tendrá el poder de transformar, sanar y restaurar.

Queridos hermanos y hermanas, frente a estos pasajes bíblicos, se nos desafía a reflexionar sobre cómo hemos respondido al llamado del profeta esperado, cómo hemos vivido la verdadera libertad en la entrega a Dios y cómo hemos permitido que la Palabra de Jesús transforme nuestras vidas.

En este proceso de reflexión, es crucial incorporar momentos de silencio. Al igual que la música requiere pausas para crear armonía, nuestras vidas espirituales necesitan momentos de tranquilidad para escuchar la voz suave de Dios. El silencio no es solo la ausencia de palabras, sino la presencia de una escucha profunda y receptiva.

Imagínense nuevamente en el barco a la deriva. Ahora, visualicen un faro distante, brillando con intensidad, señalando el puerto seguro. Este faro representa la Palabra de Dios, que nos guía en medio de las tormentas. Sin embargo, no basta con admirar el faro desde la distancia; hay que seguir su luz.

De la misma manera, no podemos simplemente escuchar la Palabra de Dios, sino que debemos actuar de acuerdo con sus enseñanzas. Jesús nos exhorta a ser no solo oidores, sino hacedores de su Palabra (Mt 7,24). Así como el faro guía el camino de los navegantes, la Palabra de Dios ilumina nuestro camino en la jornada de la vida.

Pablo nos invita a encontrar la verdadera libertad en la entrega total a Dios. En un mundo que a menudo complica el significado de la libertad, esta se encuentra en la simplicidad de confiar nuestras vidas al Padre celestial. Es como si estuviéramos quitándonos pesos de encima, permitiendo que Dios guíe nuestros pasos.

Imaginen a un niño que, al confiar en los brazos amorosos de sus padres, se siente libre para explorar el mundo. De la misma manera, al confiar en Dios, encontramos la libertad auténtica para vivir plenamente, sabiendo que estamos seguros en Su amor.

En el Evangelio, somos testigos del poder de Jesús al enfrentar el mal. El espíritu impuro no puede permanecer en la presencia del Señor. Esto nos recuerda la importancia de permitir que la luz de Cristo penetre en nuestras vidas y expulse las tinieblas del pecado.

Imaginen una habitación oscura que, al ser inundada por la luz, revela su verdadera belleza y elimina cualquier sombra. De la misma manera, al permitir que Jesús entre en nuestras vidas, experimentamos la transformación que solo Él puede proporcionar.

Ahora, ante estas reflexiones, se nos desafía a actuar. No podemos permanecer pasivos ante las verdades que las Escrituras nos revelan. Debemos alzar el vuelo hacia la libertad en Dios, como el pájaro que deja atrás las jaulas terrenales.

Que cada uno de nosotros, al salir de esta iglesia, lleve consigo la certeza de que está siendo guiado por el profeta esperado, que está encontrando la verdadera libertad en la entrega a Dios y que está permitiendo que la Palabra de Jesús transforme cada aspecto de su existencia.

En conclusión, queridos hermanos y hermanas, recordemos siempre la gracia, el amor y la esperanza divinos que nos han sido revelados en las Sagradas Escrituras. Que este encuentro con la Palabra de Dios no sea solo un evento pasajero, sino una experiencia que transforma nuestras vidas de manera duradera.

Que, al salir de esta iglesia, seamos como faros que iluminan el camino de aquellos que aún están en búsqueda. Que nuestras vidas se conviertan en un testimonio vivo de la verdadera libertad encontrada en la entrega a Dios. Que podamos, con la fuerza del Espíritu Santo, enfrentar las tinieblas a nuestro alrededor, permitiendo que la luz de Cristo brille a través de nosotros.

Oremos, en este momento, por orientación divina y gracia para vivir de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras. Que el Señor nos conceda la fuerza y la perseverancia necesarias para volar hacia la libertad en Dios, confiando en Su amor y permitiendo que Su Palabra transforme nuestras vidas.

Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con ustedes ahora y siempre. Amén.