Evangelio de hoy – Domingo, 9 de junio de 2024 – Marcos 3,20-35 – Biblia Católica

Primera Lectura (Génesis 3,9-15)

Lectura del libro del Génesis.

Después de que el hombre comió el fruto del árbol, el Señor Dios llamó a Adán y le dijo: “¿Dónde estás?” Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo, y me escondí. El Señor Dios le dijo: ¿Y quién te dijo que estabas desnudo? Y comiste del árbol cuyo fruto te prohibí comer. Adán dijo: “La mujer que me diste por compañera, fue ella la que me dio del fruto del árbol, y yo comí”. El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Por qué has hecho esto?” Y la mujer respondió: “La serpiente me engañó y me la comí”. Entonces el Señor Dios dijo a la serpiente: Por haber hecho esto, ¡maldita serás entre todos los animales domésticos y entre todas las bestias salvajes! ¡Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida! Pondré enemistad entre ti. y la mujer, entre tu descendencia y la de ella, te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Segunda Lectura (2Corintios 4,13-18.5,1)

Lectura de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios.

Hermanos: Sostenidos por el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: “Creo y por eso hablé”, también nosotros creemos y por eso hablamos, seguros de que el que resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y pondrá nosotros a su lado, junto a vosotros. Y todo esto es gracias a vosotros, para que la abundancia de la gracia en un mayor número de personas aumente la acción de gracias para gloria de Dios.

Por tanto, no nos desanimamos. Incluso si nuestro hombre exterior se está arruinando, nuestro hombre interior, por el contrario, se renueva día a día. De hecho, el volumen insignificante de una tribulación momentánea nos trae gloria eterna e inconmensurable. Y esto sucede porque dirigimos nuestra mirada a las cosas invisibles y no a las visibles. Porque lo visible es temporal, pero lo invisible es eterno. 5,Porque sabemos que si se destruye la tienda en la que vivimos en este mundo, Dios nos da otra morada en el cielo, que no es obra de manos humanas, sino que es eterna.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Marcos 3,20-35)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús regresó a casa con sus discípulos. Y de nuevo se reunió tanta gente que no podían ni comer. Al enterarse de esto, los familiares de Jesús salieron a atraparlo, porque decían que estaba loco.

Los maestros de la ley, que habían venido de Jerusalén, decían que estaba poseído por Beelzebú, y que por medio del príncipe de los demonios expulsaba los demonios. Entonces Jesús los reunió y les habló en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede subsistir. Si una familia está dividida contra sí misma, no puede subsistir. Así, si Satanás se levanta, contra sí mismo y se divide, no podrá sobrevivir, sino que será destruido. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte para robarle sus bienes sin antes atarlo.

En verdad os digo que todo será perdonado a los hombres, tanto sus pecados como cualquier blasfemia que hayan pronunciado. Pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca será perdonado, sino que será culpable de un pecado eterno.” Jesús dijo esto, porque decían: “Está poseído por un espíritu maligno”.

Luego llegaron su madre y sus hermanos. Se quedaron afuera y mandaron llamarlo. Había una multitud sentada a su alrededor.
Entonces le dijeron: “Tu madre y tus hermanos están afuera buscándote”. Él respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” 34
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Aquí están mi madre y mis hermanos. El que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis hermanos y hermanas en Cristo, hoy nos reunimos para reflexionar sobre las lecturas que nos presenta la liturgia. Cada uno de ellos trae un mensaje profundo y significativo que, cuando se entrelazan, nos invita a una mayor comprensión de nuestra fe y nuestro papel como seguidores de Cristo.

En la primera lectura, del libro del Génesis, encontramos el relato del primer pecado humano. Después de comer el fruto prohibido, Adán y Eva se esconden de Dios. “¿Dónde estás?” pregunta el Señor Dios a Adán. Esta pregunta resuena a través de los siglos y resuena en nuestros corazones. “¿Donde estamos?” ¿Dónde estamos en nuestro caminar con Dios? ¿Dónde estamos en nuestra fidelidad a Sus mandamientos?

Adán responde: “Oí el sonido de tus pasos en el jardín; tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí”. El miedo y la vergüenza entran al mundo junto con el pecado. Este pasaje nos recuerda que a menudo tratamos de escondernos de Dios debido a nuestros errores y fracasos. Sin embargo, Dios, en su misericordia, nos busca, no para condenarnos, sino para restaurarnos. Él quiere que reconozcamos nuestros pecados, salgamos de nuestros escondites y regresemos a Él.

Esta narrativa también nos habla de las consecuencias del pecado. La serpiente que engañó a Eva es maldecida por Dios, y se coloca enemistad entre la serpiente y la mujer, y entre su descendencia y la de la serpiente. Esta enemistad es un presagio de la batalla espiritual que cada uno de nosotros enfrenta a diario. Es una lucha contra las tentaciones, contra las fuerzas del mal que intentan alejarnos de Dios.

Pasando a la segunda lectura, de la segunda carta de San Pablo a los Corintios, encontramos un mensaje de esperanza y perseverancia. Pablo habla del espíritu de fe que nos lleva a proclamar la verdad, incluso en medio de las dificultades. “Sabemos que el que resucitó al Señor Jesús, también a nosotros resucitará con Jesús y nos pondrá a su lado, junto con vosotros”.

Pablo nos recuerda que aunque nuestros cuerpos estén pereciendo, nuestro interior se renueva día a día. Las dificultades y tribulaciones que enfrentamos son ligeras y momentáneas, y nos preparan para una gloria eterna que sobrepasa toda comparación. Nos invita a no centrarnos en lo visible y transitorio, sino en lo invisible y eterno.

Este pasaje es particularmente poderoso porque nos anima a mantener la fe incluso cuando enfrentamos la adversidad. En un mundo donde el sufrimiento es inevitable, donde las dificultades a menudo parecen abrumadoras, Pablo nos llama a mirar más allá de lo visible, a ver con los ojos de la fe la promesa de la vida eterna en Cristo.

En el evangelio de Marcos, vemos a Jesús enfrentando malentendidos y rechazo, incluso por parte de su propia familia. Jesús enseñaba y la multitud lo rodeaba. Sus familiares, al oír esto, salieron a arrestarlo, porque decían: “Está loco”. Los escribas, a su vez, afirmaron: “Está poseído por Belcebú” y “Es por el príncipe de los demonios que expulsa los demonios”.

Jesús responde con una parábola: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir”. Deja claro que Su obra es obra de Dios, no de Satanás. Vino a deshacer las obras del diablo, a liberar a los cautivos, a traer la salvación.

Este pasaje nos desafía a reflexionar sobre cómo vemos la obra de Dios en nuestras vidas y en el mundo. A veces podemos juzgar o dudar rápidamente, tal como lo hicieron los familiares de Jesús y los escribas. Necesitamos tener el coraje de reconocer la obra de Dios, incluso cuando desafía nuestras expectativas y entendimientos.

Luego, Jesús hace una declaración profunda sobre quién es su verdadera familia: “El que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Aquí Jesús redefine el concepto de familia, que ya no se limita a los lazos de sangre, sino que se amplía para incluir a todos aquellos que hacen la voluntad de Dios.

Esta redefinición nos invita a reflexionar sobre nuestra propia identidad y comunidad. Estamos llamados a ser parte de la familia de Dios, no por mérito, sino por gracia y obediencia a la voluntad divina. Esta familia espiritual trasciende todas las barreras humanas: culturales, sociales e incluso religiosas.

Reflexionemos ahora sobre cómo estas lecturas se aplican a nuestras vidas. La historia de Adán y Eva nos recuerda nuestra vulnerabilidad al pecado y nuestra constante necesidad de regresar a Dios en arrepentimiento. Tenemos el desafío de salir de nuestros escondites de vergüenza y miedo y responder al llamado amoroso de Dios.

El mensaje de Pablo a los corintios nos anima a perseverar en la fe, incluso ante las dificultades. Debemos mantener la mirada fija en la gloria eterna prometida por Dios, renovándonos diariamente a través de la fe y la esperanza. Cuando enfrentamos pruebas, podemos recordar que son temporales y que Dios está obrando en nosotros, preparándonos para algo mayor.

Finalmente, el evangelio de Marcos nos invita a reconocer y acoger la obra de Dios en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea. Necesitamos estar abiertos a la voluntad de Dios, incluso cuando desafíe nuestras expectativas. Y estamos llamados a ser parte de la familia de Jesús, viviendo en comunión con todos aquellos que buscan hacer la voluntad de Dios.

Al reflexionar sobre estas lecturas, somos llamados a la acción práctica. Primero, comprometámonos a un examen de conciencia diario, reconociendo nuestros pecados y buscando la reconciliación con Dios. Que salgamos de nuestros escondites de miedo y vergüenza y encontremos paz y renovación en el amor de Dios.

En segundo lugar, cultivemos una fe resiliente que nos permita ver más allá de las dificultades temporales y centrarnos en la promesa eterna de Dios. Que encontremos fortaleza en la oración, la lectura de las Escrituras y la comunidad de fe.

Finalmente, esforcémonos por hacer la voluntad de Dios en nuestra vida diaria. Esto puede significar acercarnos a alguien necesitado, abogar por la justicia o simplemente ser una presencia de amor y compasión para quienes nos rodean. Que seamos verdaderos miembros de la familia de Jesús, unidos en el amor y la obediencia al Padre.

Hagamos ahora un momento de silencio. Cerremos los ojos y pidamos a Dios la gracia de reflexionar profundamente sobre estas lecturas y sobre cómo Él nos llama a vivir según su voluntad. Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos guíe en nuestro camino de fe.

Señor, te damos gracias por Tu palabra que nos desafía y consuela. Ayúdanos a vivir según Tus enseñanzas, a reconocer nuestros pecados y a buscar Tu misericordia. Renueva nuestra fe y nuestra esperanza, y haznos instrumentos de Tu paz y Tu amor en el mundo. Amén.

Mis hermanos y hermanas, al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la determinación de vivir como verdaderos miembros de la familia de Dios. Que respondamos al llamado de Dios, perseveremos en la fe y hagamos su voluntad en todos los ámbitos de nuestra vida. Que la gracia de Dios nos acompañe y fortalezca en nuestro camino. Amén.