Evangelio de hoy – Jueves, 15 de febrero de 2024 – Lucas 9,22-25 – Biblia católica

Primera Lectura (Dt 30,15-20)

Lectura del Libro del Deuteronomio.

Moisés habló al pueblo diciendo: “Mira, hoy te pongo delante la vida y la felicidad, la muerte y la desgracia. Si obedeces los mandamientos del Señor tu Dios, que hoy te ordeno, amando al Señor tu Dios, siguiendo sus caminos y guardando sus mandamientos, sus leyes y sus decretos, vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra a la que estás entrando para poseerla.

Pero si tu corazón se desvía y no quieres escuchar, y si, dejándote llevar por el error, adoras a dioses extraños y los sirves, te advierto hoy que seguramente perecerás. No vivirás mucho tiempo en la tierra a la que estás entrando después de cruzar el Jordán para poseerla.

Hoy tomo por testigos al cielo y a la tierra contra ti, de que te he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tus descendientes, amando al Señor tu Dios, escuchando su voz y siguiéndolo, porque él es tu vida y prolonga tus días, para que habites en la tierra que el Señor juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Lc 9,22-25)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Lucas.

— ¡Gloria a ti, Señor!

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El Hijo del Hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y por los escribas, ser matado y resucitar al tercer día”.

Luego Jesús dijo a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, ése la salvará.

¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si se pierde o se destruye a sí mismo?”

— Palabra del Señor.

— ¡Gloria a ti, Señor!

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy quisiera comenzar nuestra reflexión con una pregunta simple pero profunda: ¿Cómo se sienten cuando se despiertan por la mañana? Algunos de ustedes pueden sentirse revitalizados y emocionados con el nuevo día que comienza. Otros pueden sentirse cansados y reacios a dejar la comodidad de sus camas. Y también hay quienes se despiertan con una sensación de incertidumbre, preocupación o incluso desesperación debido a los desafíos que enfrentan en sus vidas.

Independientemente de cómo se sientan al despertar, creo que todos compartimos una cosa en común: el deseo de encontrar un propósito significativo en nuestras vidas. Queremos saber que estamos en el camino correcto, que no estamos simplemente vagando sin rumbo, sino que estamos viviendo de acuerdo con el plan de Dios para nosotros.

Es precisamente sobre esto que me gustaría hablar hoy, inspirado por las lecturas bíblicas que acabamos de escuchar. La primera lectura, del Libro de Deuteronomio, nos habla sobre la elección que tenemos ante nosotros. Moisés le dice al pueblo de Israel: “Pongo ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivas”.

Estas palabras resuenan profundamente en nuestras vidas hoy. Todos los días nos enfrentamos a decisiones. Decisiones que pueden acercarnos más a Dios y a su plan para nosotros, o decisiones que pueden alejarnos de Él. Es importante recordar que Dios nos ha dado libre albedrío, la capacidad de elegir el camino que queremos seguir.

Sin embargo, esta libertad de elección no debe ser vista como una licencia para hacer lo que queremos sin consecuencias. Por el contrario, nuestras decisiones tienen implicaciones reales en nuestras vidas y en la vida de los demás a nuestro alrededor. Al igual que en el Libro de Deuteronomio, estamos llamados a elegir la vida, a elegir el camino que nos acerca más a Dios y a su amor.

Y aquí es donde el pasaje del Evangelio de Lucas se conecta con esta idea. Jesús les dice a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, ése la salvará”.

Estas palabras de Jesús pueden parecer duras a primera vista, pero nos revelan una verdad profunda. Seguir a Jesús implica renuncia, dejar de lado nuestros propios intereses y deseos egoístas. Significa abrazar la cruz diariamente, enfrentar los desafíos y dificultades que encontramos en el camino, sabiendo que Dios está con nosotros en todas las circunstancias.

Pero, ¿por qué Jesús nos pide que renunciemos a nosotros mismos? Porque Él sabe que muchas veces estamos atrapados en nuestros propios apegos y preocupaciones mundanas, que nos alejan del verdadero propósito de nuestras vidas. Él nos invita a mirar más allá de nuestras propias necesidades y deseos inmediatos y a abrirnos a algo más grande, algo que solo encontraremos cuando entreguemos nuestra vida a Él.

Queridos hermanos y hermanas, permítanme ilustrar esta verdad con una historia que me contaron recientemente. Había un hombre que vivía en un pequeño pueblo. Era conocido por su generosidad y compasión hacia los demás. Un día, un mendigo golpeó a su puerta, suplicando por comida y refugio. A pesar de tener poco para sí mismo, el hombre acogió al mendigo en su casa y compartió lo poco que tenía.

Unos días después, el mendigo reveló su verdadera identidad: era un ángel enviado por Dios para probar la bondad del hombre. Como recompensa por su generosidad, el hombre recibió una bendición especial: fue agraciado con una vida de abundancia y alegría.

Esta historia nos recuerda que al renunciar a nosotros mismos y abrirnos a los demás, somos bendecidos de formas que no podemos imaginar. Al elegir seguir a Jesús y vivir de acuerdo con su ejemplo, descubrimos un propósito más grande y experimentamos la plenitud de la vida que Dios desea para nosotros.

Pero, ¿cómo podemos aplicar estas verdades espirituales en nuestra vida cotidiana? ¿Cómo podemos tomar decisiones que nos acerquen más a Dios y nos ayuden a encontrar nuestro propósito? Permítanme ofrecer algunas orientaciones prácticas.

Primero, necesitamos cultivar una vida de oración. A través de la oración, nos conectamos con Dios, buscamos su orientación y fortalecemos nuestra relación con Él. Es en la oración donde encontramos la sabiduría y la fuerza necesarias para tomar las decisiones correctas en nuestro viaje.

En segundo lugar, debemos ser conscientes de nuestras decisiones diarias. Cada decisión, por pequeña que sea, tiene el potencial de acercarnos o alejarnos de Dios. Preguntémonos: “¿Esta elección me acerca más a Dios? ¿Honra mi fe y las enseñanzas de Cristo?”. Al reflexionar sobre esto, podremos discernir el mejor camino a seguir.

Además, es importante buscar orientación en la Palabra de Dios. La Biblia es una fuente inagotable de sabiduría y guía para nuestras vidas. Al estudiar las Escrituras y meditar en sus enseñanzas, encontramos principios que nos guían en nuestras decisiones y nos ayudan a vivir de acuerdo con el plan de Dios.

Otro aspecto fundamental es el servicio a los demás. Jesús nos enseñó que amar y servir a los demás es el corazón de nuestra fe. Cuando nos ponemos al servicio de los más necesitados, cuando extendemos una mano a los que sufren, estamos siguiendo el ejemplo de Cristo y encontrando nuestro propósito en ayudar a construir el Reino de Dios aquí en la tierra.

Queridos hermanos y hermanas, hoy se nos invita a reflexionar sobre las decisiones que tomamos en nuestras vidas. Se nos invita a elegir la vida, a renunciar a nosotros mismos y a seguir a Jesús, incluso si eso implica desafíos y sacrificios. Nuestras decisiones tienen un impacto eterno, tanto en nuestra propia vida como en la vida de los demás.

Que podamos encontrar fuerza en las palabras de Moisés y de Jesús, y que siempre podamos elegir la vida, el camino que nos acerca más a Dios. Que tengamos el coraje de renunciar a nosotros mismos y llevar nuestra cruz diariamente, confiando en que Dios está con nosotros en cada paso del camino.

Que el Espíritu Santo nos guíe e ilumine mientras buscamos vivir de acuerdo con las verdades de las Escrituras. Que podamos ser testigos vivos del amor y la gracia de Dios en nuestras vidas, impactando el mundo que nos rodea.

Y así, termino esta homilía con palabras de esperanza y aliento: Dios está con nosotros en nuestro viaje. Él nos llama a una vida de propósito y significado. Que podamos caminar juntos, siempre buscando elegir la vida y seguir a Jesús, para que podamos experimentar la plenitud de la vida que Dios tiene reservada para nosotros.

Así sea. Amén.