Evangelio de hoy – Jueves, 30 de enero de 2025 – Marcos 4,21-25 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hebreos 10,19-25).

Lectura de la Carta a los Hebreos.

Por eso, hermanos, tenemos plena libertad para entrar al Santuario, a través de la sangre de Jesús. Él nos abrió un camino nuevo y vivo, a través del telón, es decir, a través de su humanidad. Tenemos un gran sacerdote designado sobre la casa de Dios. Acerquémonos, pues, con un corazón sincero y lleno de fe, con un corazón purificado de toda mala conciencia y con un cuerpo lavado con agua pura. Sin desánimo, sigamos afirmando nuestra esperanza, porque fiel es el que hizo la promesa. Estemos atentos unos a otros, para animarnos a la caridad y a las buenas obras. No abandonemos nuestras asambleas, como suelen hacer algunos. Más bien, tratemos de animarnos unos a otros, y tanto más cuando veis que el día se acerca.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Marcos 4,21-25).

Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “¿Quién trae una lámpara y la pone debajo de un cofre, o debajo de una cama? Al contrario, ¿no la pone sobre un candelero? Así, todo lo que está oculto debe manifestarse. y todo lo secreto debe ser descubierto. Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.” Jesús también dijo: “Estad atentos a lo que oís: con la misma medida con que midáis, también seréis medidos a vosotros; y aún más os será dado. Al que tiene algo, se le dará más; de lo que no tiene”. tiene, aun lo que tiene le será quitado.”

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, ¡qué alegría es estar reunidos en esta celebración, buscando la palabra de Dios para iluminar nuestros corazones y fortalecernos en nuestro camino de fe! Hoy estamos invitados a reflexionar sobre dos pasajes muy profundos, que nos hablan de la luz de la fe que ilumina nuestro camino y nuestra responsabilidad como cristianos de hacer brillar esta luz en el mundo. El autor de la Carta a los Hebreos y el mismo Señor Jesús, en el Evangelio de Marcos, nos ofrecen preciosas enseñanzas que pueden transformar nuestra vida.

Quiero empezar nuestra reflexión con una imagen: imagina una vela encendida en un lugar oscuro. ¿Qué sucede cuando la luz de esta vela se propaga? No sólo ilumina el lugar en el que te encuentras, sino que también se refleja en todo lo que te rodea, creando sombras suaves y difundiendo calor. De manera similar, la fe que tenemos en Jesús es como esa luz, que no debe ocultarse, sino compartirse y difundirse para iluminar las tinieblas del mundo.

En la primera lectura, el autor de la Carta a los Hebreos nos habla de la confianza y audacia que debemos tener al acercarnos a Dios. Nos recuerda que a través de Cristo tenemos un camino nuevo y vivo hacia el Señor: “Teniendo pues, hermanos, libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús”. ¿Qué significa esto para nosotros? Significa que a través de la muerte y resurrección de Jesús, nosotros que estábamos distantes hemos sido reconciliados con Dios. Ya no necesitamos mediadores humanos, sacrificios o rituales complicados para acercarnos a Dios. A través de Cristo tenemos acceso directo al Padre y es con esta confianza que debemos acercarnos a Él en oración y adoración.

La palabra “audacia” es importante aquí. La audacia no es arrogancia, no es presunción, sino la plena confianza de que, por Cristo, somos hijos amados de Dios. Estamos invitados a entrar en la presencia de Dios con valentía y un corazón abierto, sabiendo que Él nos recibe con amor. Y este acceso a Dios es un regalo inmenso, una invitación a una relación personal con Él. No debemos desperdiciar esta oportunidad.

El autor de Hebreos también nos llama a la perseverancia, recordándonos que, al acercarnos a Dios, debemos mantener firme, sin vacilar, nuestra esperanza, porque “el que hizo la promesa es fiel”. En otras palabras, si Dios hizo promesas, las cumplirá. La confianza que tenemos en sus promesas nos da fuerza para perseverar en tiempos de dificultad. Incluso cuando las circunstancias son desafiantes, incluso cuando la vida nos pone a prueba, podemos mantener nuestra fe porque sabemos que Dios es fiel y cumple su palabra.

Además, el autor nos exhorta a “considerarnos unos a otros para animarnos unos a otros al amor y a las buenas obras”. La comunidad cristiana está llamada a ser un lugar donde nos apoyamos unos a otros, donde nos animamos en la fe, donde nos ayudamos a vivir los mandamientos de Cristo. Esto no es opcional, sino una parte esencial de nuestro viaje. No estamos llamados a vivir nuestra fe solos, sino en comunión con los demás, edificándonos unos a otros.

Ahora vayamos al Evangelio de Marcos, donde Jesús nos habla de la luz. Dice: “La lámpara no se pone debajo del almud, ni debajo de la cama, sino sobre el candelero, para que alumbre a los que están en casa”. La luz de nuestra fe, que recibimos de Dios, no es algo que debemos guardar para nosotros, sino que debemos compartir. La luz no se puede ocultar. Si la fe que tenemos en Cristo es verdadera, debe brillar e irradiar a nuestro alrededor, afectando a las personas con las que interactuamos, las comunidades en las que participamos e incluso al mundo.

Curiosamente, Jesús también nos advierte: “Porque con la medida con la que midáis, también os será medido”. Esto nos enseña que al compartir la luz de nuestra fe, no sólo iluminamos a otros, sino que también nos permitimos ser iluminados. Nuestra fe no es algo egoísta; crece y se fortalece a medida que lo compartimos. Cuanto más damos, más recibimos. Si medimos generosamente la fe, la esperanza y el amor, Dios también nos medirá abundantemente.

En el contexto de nuestra vida diaria, esta palabra de Jesús es una invitación a reflexionar sobre cómo estamos viviendo nuestra fe. ¿Somos como una lámpara encendida, que hay que colocar en un lugar visible, para iluminar el entorno que nos rodea? ¿O estamos tratando de ocultar nuestra luz, por miedo a que revele lo que hay dentro de nosotros? Jesús nos llama a ser luz en el mundo, a brillar en nuestras actitudes, en nuestras palabras y en todo lo que hacemos. La forma en que tratamos a los demás, cómo vivimos nuestras relaciones, cómo nos comportamos en el trabajo o en casa: todo esto debe ser un reflejo de la luz de Cristo en nosotros.

Hoy nos enfrentamos a una invitación a vivir nuestra fe con audacia y generosidad. Audacia para acercarnos a Dios con confianza, sabiendo que Él siempre está disponible para escucharnos y acogernos. Audacia para ser testigos de su luz en el mundo, no ocultando la fe que hemos recibido, sino poniéndola en evidencia para que otros también puedan ser iluminados. Estamos llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo, como dijo Jesús.

¿Y qué significa esto en términos prácticos? ¿Cómo podemos vivir esta fe concretamente en nuestra vida diaria?

En primer lugar, debemos acercarnos a Dios en oración, con confianza y valentía, aprovechando el camino abierto por Cristo. La oración es la clave de nuestra comunión con Dios, y la oración constante nos mantiene conectados con la fuente de nuestra luz.

En segundo lugar, debemos ser intencionales al compartir la luz de nuestra fe con los demás. Esto se puede hacer a través de pequeños actos de bondad, como una sonrisa para alguien que está pasando por dificultades o un gesto de ayuda para un hermano o hermana necesitado. Pero también debe hacerse explícitamente, a través de nuestro coraje de hablar de Cristo cuando surja la oportunidad, de compartir la esperanza que tenemos en Él y de vivir una vida que refleje los valores del Evangelio.

Finalmente, debemos recordar que nuestra fe es una luz que brilla más cuanto más la compartimos. Cada acto de amor, de justicia, de generosidad que realizamos, no sólo ilumina al mundo, sino que también fortalece nuestra propia fe y nos acerca a Dios.

Ahora hermanos, los invito a reflexionar sobre lo siguiente: ¿Cómo puedo ser más audaz en mi fe? ¿Dónde puedo ser más generoso al compartir la luz de Cristo? ¿Qué cambios necesito hacer para que la luz de Cristo brille más claramente en mi vida?

Oremos, pidiéndole al Señor que nos conceda el coraje y la fuerza para vivir nuestra fe con audacia y generosidad, para que podamos ser luz para los demás y llevar Su luz al mundo.

Señor Jesús, te alabamos y te damos gracias por tu palabra que nos ilumina. Te pedimos la gracia de vivir nuestra fe con confianza y audacia, de compartir generosamente la luz que recibimos de Ti, para que otros conozcan Tu amor y Tu verdad. Que tu luz brille en nosotros y a través de nosotros. Amén.

Que la paz de Cristo esté con todos vosotros. Amén.