Evangelio de hoy – Miércoles 17 de enero de 2024 – Marcos 2,18-22 – Biblia católica

Primera Lectura (1Sm 15,16-23)

Lectura del Primer Libro de Samuel.

En aquellos días, Samuel le dijo a Saúl: “¡Basta! Déjame decirte lo que el Señor me reveló esta noche”. Saúl dijo: “¡Habla!” Entonces Samuel comenzó: “Por muy pequeño que seas ante tus propios ojos, ¿no eres el líder de las tribus de Israel? El Señor te ungió rey sobre Israel y te envió a una expedición, con la orden de eliminar a los amalecitas, estos malhechores, luchando hasta exterminarlos. ¿Por qué no escuchasteis la voz del Señor, y os lanzasteis al botín y hacéis lo que desagrada al Señor?

Saúl respondió a Samuel: “¡Pero yo obedecí al Señor! Realicé la expedición a la que él me envió. Traje aquí a Agag, rey de Amalec, y exterminé a los amalecitas. En cuanto al botín, el pueblo retuvo, de las ovejas y de los bueyes, lo mejor de lo que había que disponer para sacrificarlo al Señor su Dios en Gilgal. Pero Samuel respondió: “¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios, o quiere obediencia a su palabra? La obediencia vale más que el sacrificio, la docilidad más que ofrecer grasa de oveja. La rebelión es un verdadero pecado de magia, un crimen de idolatría, una obstinación. Por tanto, por cuanto rechazaste la palabra del Señor, él te rechazó a ti: ya no eres rey”.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mc 2,18-22)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Marcos.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo ayunaban los discípulos de Juan Bautista y los fariseos. Entonces se acercaron a Jesús y le dijeron: “¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan?” Jesús respondió: “¿Podrían los invitados a una boda ayunar mientras el novio está con ellos? Mientras el novio esté con ellos, los invitados no pueden ayunar. Pero llegará el tiempo en que el esposo será quitado de en medio de ellos; Entonces ayunarán. Nadie pone un remiendo de paño nuevo en un vestido viejo; porque el parche nuevo tira de la tela vieja y el desgarro se hace aún más grande. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres viejos, y el vino y los odres se pierden. Por tanto, vino nuevo en odres nuevos”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Refletindo a Palavra de Deus

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy, mientras nos reunimos en este lugar sagrado, quiero comenzar nuestra reflexión con una pregunta que resuena en las experiencias diarias de cada uno de nosotros: ¿Qué hacemos cuando nos enfrentamos a los cambios inevitables de la vida? Todos nosotros, en algún momento, nos enfrentamos a transiciones, ajustes y transformaciones que ponen a prueba nuestra resiliencia y fe. Estos cambios muchas veces desafían nuestros conceptos preestablecidos, haciéndonos cuestionar qué es verdaderamente duradero y esencial.

Hoy exploraremos este tema vital a la luz de los pasajes bíblicos que acabamos de escuchar: la Primera Lectura del Libro de Samuel (1 Sam 15,16-23) y el Evangelio según Marcos (Mc 2,18-22). . Ambos pasajes ofrecen ideas profundas sobre cómo debemos abordar los cambios y desafíos que se nos presentan.

Comencemos con una lectura del Libro de Samuel, donde se nos presenta una escena crítica en la vida de Saúl. El profeta Samuel le había dado a Saúl una clara instrucción del Señor: destruir completamente a los amalecitas y todas sus pertenencias. Sin embargo, al inspeccionar el campo de batalla, Samuel se da cuenta de que Saúl no siguió las instrucciones divinas al pie de la letra. Perdonó al rey Agag y a parte del rebaño, alegando que lo hizo para ofrecer sacrificios al Señor.

La respuesta de Samuel a Saúl es crucial, ya que resalta la importancia de la obediencia a las instrucciones divinas: “El Señor prefiere la obediencia a la ofrenda de sacrificios, y la sumisión a la grasa de los carneros” (1 Samuel 15:22). En esta reprimenda encontramos un principio eterno que resuena en nuestras vidas: Dios valora la obediencia por encima de los rituales externos. Busca corazones sumisos que respondan a su voluntad con humildad y fidelidad.

Esta lección nos lleva directamente al Evangelio de Marcos, donde Jesús es interrogado sobre la práctica del ayuno por parte de sus discípulos. Los fariseos y discípulos de Juan Bautista no comprenden el enfoque de Jesús sobre la espiritualidad. Jesús responde con poderosas metáforas sobre ayunar y remendar ropa vieja, ilustrando que su ministerio inaugura algo nuevo, algo que trasciende las prácticas religiosas tradicionales de la época.

El mensaje central aquí es claro: a Jesús no le interesan simples rituales ni tradiciones vacías. Él está inaugurando un nuevo tiempo, una nueva alianza que transforma el corazón humano. Así como una prenda vieja no se puede remendar con tela nueva, las prácticas religiosas antiguas no pueden contener el poder transformador del Evangelio.

Ahora quiero compartir una historia que ilustra esta verdad en las experiencias cotidianas. Había un hombre llamado Juan, criado en un ambiente religioso tradicional. Siguió estrictamente todas las prácticas rituales, observó meticulosamente el ayuno y participó en todas las festividades religiosas. Sin embargo, detrás de esta fachada externa, John luchaba contra el orgullo, la falta de perdón y la hipocresía.

Un día, Juan se encontró con el Evangelio de Jesucristo. Las palabras de Jesús penetraron profundamente en su corazón, desafiándolo a abandonar la religiosidad vacía en favor de una fe auténtica y transformadora. Al aceptar la invitación de Jesús a una nueva vida, Juan experimentó un cambio radical en su corazón. Las prácticas religiosas antiguas no eran suficientes; necesitaba la gracia redentora de Cristo.

Como Juan, estamos llamados a abandonar las ropas viejas de la religiosidad vacía y abrazar lo nuevo que ofrece Jesús. Esto implica un cambio profundo en nuestra forma de pensar, una transformación que va más allá de las simples prácticas externas para llegar a lo más profundo de nuestro corazón.

En este punto, me gustaría resaltar tres principios fundamentales que emergen de estos pasajes bíblicos y de la historia de Juan, principios que pueden guiarnos a través de los cambios de la vida:

1. Obediencia al llamado de Dios:
– Así como Saúl fue reprendido por su desobediencia, nosotros somos desafiados a examinar nuestro corazón y ver si estamos obedeciendo el llamado de Dios en nuestras vidas.
– La obediencia no es sólo cuestión de seguir reglas externas, sino de alinear nuestra vida con la voluntad divina en todos los aspectos.
– Que seamos sumisos al Señor en nuestras decisiones diarias, confiando en que Su guía es para nuestro bien.

2. Abrazar la novedad del evangelio:
– Al igual que las metáforas de Jesús sobre el ayuno y la vestimenta, se nos invita a abandonar las prácticas religiosas vacías y abrazar la novedad transformadora del Evangelio.
– La fe en Cristo no es una mera adición a nuestras vidas; es una transformación radical que impacta cada aspecto de quiénes somos.
– Que seamos renovados por el poder del Evangelio, permitiendo a Jesús hacer algo nuevo en nosotros.

3. La importancia del corazón transformado:
– La historia de Juan ilustra vívidamente que Dios busca corazones transformados, no meros observadores de rituales religiosos.
– Nuestras prácticas de fe deben ser expresiones genuinas de un corazón transformado por la gracia de Dios.
– Que busquemos constantemente la renovación interior, permitiendo que la obra del Espíritu Santo transforme nuestro corazón.

En este punto los invito a un breve momento de silencio. Que, en este silencio, permitamos que el Espíritu Santo hable profundamente a cada corazón, sondeando nuestros motivos, nuestras prácticas y nuestra voluntad de cambiar.

Al considerar estos principios, es crucial reconocer que el cambio no es fácil. A menudo nos enfrentamos a una resistencia interior, luchando contra viejas formas de ser y prácticas arraigadas. Sin embargo, es al aceptar este cambio, al entregarnos a Dios, que encontramos la verdadera libertad y la vida abundante.

Queridos hermanos y hermanas, la vida es un camino de constante transformación. Mientras navegamos por las aguas inexploradas del futuro, podemos confiar en que Dios está con nosotros, guiándonos y moldeándonos a Su imagen. Recordemos que la gracia de Dios es suficiente para sostenernos a través de cambios y desafíos.

Antes de concluir, quiero ofrecer algunas orientaciones prácticas sobre cómo podemos aplicar estos principios en nuestra vida diaria:

1. Practica la obediencia:
– Cultivemos una vida de oración y busquemos la voluntad de Dios en cada decisión.
– Estemos dispuestos a renunciar a nuestra propia voluntad en favor de la guía divina.
– Busquemos la obediencia no como una carga, sino como un camino hacia la verdadera libertad en Cristo.

2. Adopte la renovación constante:
– Busquemos constantemente la renovación a través de la lectura de la Palabra de Dios y de nuestra relación con Cristo.
– Seamos valientes para abandonar las prácticas religiosas vacías en favor de una fe dinámica y transformadora.
– Estemos abiertos a la obra continua del Espíritu Santo en nuestras vidas.

3. Valorar la transformación interna:
– Evaluamos periódicamente nuestros motivos e intenciones, invitando al Espíritu Santo a escudriñar nuestros corazones.
– Prioricemos la construcción de un corazón que refleje el carácter de Cristo por encima de prácticas externas vacías.
– Estemos abiertos a recibir ayuda y guía espiritual mientras buscamos la transformación interior.

Queridos hermanos y hermanas, que aceptemos el cambio como un proceso divino de transformación, confiando en que Dios está obrando algo nuevo en nosotros. Que nuestros corazones sean receptivos a la voz del Espíritu Santo, guiándonos en el camino de la fe.

Al cerrar nuestras reflexiones, quiero recordarles el amor incondicional de Dios que nos acompaña en cada paso del camino. Que su gracia nos sostenga, que su amor nos envuelva y que su esperanza inspire nuestras vidas.

Que la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo esté sobre vosotros, fortaleciéndoos en el camino de la transformación y la fe. Amén.

Que Dios los bendiga y los guíe en Su gracia. Amén.