Evangelio de hoy – Miércoles 19 de junio de 2024 – Mateo 6:1-6.16-18 – Biblia Católica

Primera Lectura (2 Reyes 2,1.6-14)

Lectura del Segundo Libro de los Reyes.

Cuando el Señor quiso llevar a Elías al cielo, en un torbellino, Elías y Eliseo abandonaron Gilgal. Al llegar a Jericó, Elías dijo a Eliseo: “Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado hasta el Jordán”. Y él respondió: Vive el Señor y tuyo, que no te dejaré. Y ambos se fueron juntos.

Entonces los siguieron cincuenta de los hijos de los profetas, y se quedaron apartados a distancia, mientras ellos dos llegaban a la orilla del Jordán. Entonces Elías tomó su manto, lo enrolló y golpeó con él el agua, que se dividió por ambos lados, de modo que ambos caminaron sobre tierra seca. Cuando pasaron, Elías dijo a Eliseo: “Pídeme qué quieres que haga por ti antes de que me quiten de tu presencia”. Eliseo dijo: “Que me sea dada una doble porción de tu espíritu”. Elías respondió: “Pides algo muy difícil. Si me ves cuando me quiten de tu presencia, te lo daremos; de lo contrario, no te lo daremos”. Y aconteció que mientras caminaban y hablaban, un carro de fuego y caballos de fuego los separaban unos de otros, y Elías ascendió al cielo en un torbellino. Eliseo lo vio y gritó: “¡Padre mío, padre mío, el carro de Israel y su conductor!” Después no lo volvió a ver. Y tomando sus vestidos, los partió en dos. Luego recogió el manto que se le había caído a Elías y, volviendo sobre sus pasos, se detuvo a orillas del Jordán. Luego tomó el manto de Elías y lo golpeó en el agua, diciendo: “¿Dónde está ahora el Dios de Elías?” Y golpeó las aguas, y se dividieron a ambos lados, y Eliseo pasó el río.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mateo 6,1-6.16-18)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tened cuidado de no practicar vuestra justicia delante de los hombres, sólo para ser vistos por ellos. De lo contrario, no recibiréis vuestra recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Por tanto, cuando No toquéis trompeta delante de vosotros, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres, de cierto os digo que ya han recibido su recompensa, no saben lo que hace vuestra diestra. para que vuestra limosna quede escondida. Y vuestro Padre, que ve lo escondido, os recompensará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie, en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Al contrario, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está escondido. Y vuestro Padre, que ve lo escondido, os recompensará.

Cuando ayunéis, no os entristecáis como los hipócritas. Se desfiguran la cara para que los hombres vean que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no vean los hombres que ayunas, sino sólo tu Padre, que está escondido. Y vuestro Padre, que ve lo oculto, os recompensará”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy estamos llamados a profundizar en las lecturas que nos ofrece la liturgia, extrayendo de ellas valiosas lecciones para nuestra vida espiritual y cotidiana. Los pasajes que escuchamos hoy, del Segundo Libro de los Reyes y del Evangelio de Mateo, nos invitan a reflexionar sobre temas esenciales como la continuidad de la misión, la verdadera devoción y la humildad en nuestra relación con Dios y con los demás.

Empecemos por la primera lectura, extraída del Segundo Libro de los Reyes. Esta es una historia rica y poderosa sobre la transición del profeta Elías al profeta Eliseo. Elías estaba a punto de ser llevado al cielo en un torbellino, y Eliseo, su fiel seguidor, estaba decidido a continuar la obra de su maestro.

Imaginemos la escena por un momento: Elías y Eliseo, caminando juntos, sabiendo que este sería su último momento juntos. Elías, uno de los profetas más grandes de la historia de Israel, estaba a punto de dejar la tierra, y Eliseo, su aprendiz, estaba listo para asumir el manto del liderazgo espiritual. Elías intenta varias veces separarse de Eliseo, pero este último, con firme determinación, responde: “¡Juro por el Señor y por tu vida que no te dejaré!”. Eliseo sabía que, para continuar la misión de Elías, necesitaba estar presente hasta el final, recibir la bendición y la unción necesarias.

Cuando finalmente llegan al Jordán, Elías, con su manto, divide las aguas y ambos cruzan secos. Recuerda el cruce del Mar Rojo, señal de que Dios estaba presente y activo. Cuando llegan al otro lado, Elías le pregunta a Eliseo: “Pídeme qué quieres que haga por ti, antes de que me quiten de ti”. Y Eliseo pide una “doble porción” del espíritu de Elías.

Aquí vemos la importancia de continuar la misión espiritual. Eliseo no pide riquezas ni poder mundano; pide el espíritu de su maestro para continuar la obra de Dios. Esta es una lección profunda para todos nosotros: la verdadera herencia que debemos buscar no son las posesiones materiales, sino la fortaleza espiritual y la capacidad de cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Pasamos ahora al Evangelio de Mateo, donde Jesús nos da instrucciones claras sobre la práctica de la justicia, la oración y el ayuno. Nos advierte contra la hipocresía y el deseo de lucirse. “Guardaos de hacer vuestras buenas obras delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa ante vuestro Padre que está en los cielos”.

Jesús nos enseña que nuestros actos de piedad – limosna, oración y ayuno – deben realizarse con pureza de corazón y humildad, no para atraer la atención o la alabanza de los demás, sino para agradar a Dios que ve lo oculto. Cuando damos limosna, no debemos tocar la trompeta delante de nosotros, sino hacerlo en secreto. Cuando oramos, debemos entrar en nuestra habitación, cerrar la puerta y orar a nuestro Padre en secreto. Y cuando ayunamos, debemos ungirnos la cabeza y lavarnos la cara, para que no parezca a los hombres que ayunamos, sino sólo a Dios.

Estas instrucciones de Jesús nos recuerdan que la verdadera devoción no está en las apariencias, sino en la sinceridad de nuestro corazón. Dios ve más allá de las apariencias y conoce nuestras verdaderas intenciones. Él nos llama a una vida de autenticidad e integridad, donde nuestras acciones sean una expresión genuina de nuestro amor y reverencia por Él.

Ahora, reflexionemos sobre cómo se conectan estas dos lecturas y qué nos enseñan sobre nuestro propio viaje espiritual. La historia de Elías y Eliseo nos recuerda que la misión de Dios continúa a través de nosotros. Así como Eliseo recibió el manto de Elías, nosotros también estamos llamados a recibir y continuar la misión que Jesús nos dejó. Estamos invitados a ser discípulos fervientes, a buscar la doble porción del Espíritu Santo para guiarnos y fortalecernos en nuestro camino.

¿Y cómo hacemos esto? Mediante la práctica sincera de nuestra fe, como nos enseña Jesús en el Evangelio. Al practicar la justicia, la oración y el ayuno con humildad y sinceridad, cultivamos un corazón puro y una vida alineada con la voluntad de Dios. No buscamos la aprobación ni el aplauso de los demás, sino la intimidad con Dios, que nos ve y nos recompensa en secreto.

Pensemos por un momento en nuestra vida diaria. ¿Cuántas veces caemos en la tentación de hacer las cosas para ser vistos y elogiados por los demás? Quizás en el trabajo, en nuestra familia o incluso en la iglesia buscamos reconocimiento y validación. Jesús nos llama a una vida de humildad, donde nuestras acciones sean impulsadas por el amor a Dios y al prójimo, y no por el deseo de impresionar o ganar estatus.

Reflexionemos también sobre nuestra práctica de oración. ¿Realmente entramos en nuestro cuarto interior, cerramos la puerta y nos encontramos con Dios en secreto? ¿O nuestra oración es a menudo superficial, distraída, más preocupada por las palabras que por la verdadera comunión con Dios?

¿Qué pasa con el ayuno? ¿Es una práctica olvidada o descuidada en nuestras vidas? El ayuno es una manera poderosa de acercarnos a Dios, purificar nuestro corazón y disciplinarnos espiritualmente. Jesús nos invita a ayunar con alegría, no con tristeza o alarde, sino como un acto de sincera devoción a Dios.

Al salir hoy de aquí, llevemos estas lecciones a lo más profundo de nuestro corazón. Como Eliseo, seamos valientes y decididos a seguir nuestra misión espiritual. Pidamos a Dios una doble porción de Su Espíritu para guiarnos y fortalecernos. Y como nos enseña Jesús, practiquemos nuestra fe con humildad y sinceridad, buscando agradar a Dios en todo lo que hacemos.

Hagamos ahora un momento de silencio. Cerremos los ojos y pidamos a Dios la gracia de vivir estas lecciones en nuestras vidas. Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos ayude a ser discípulos fieles, auténticos y amorosos.

Señor, te damos gracias por las lecciones de hoy. Ayúdanos a continuar la misión que nos encomendaste, con el mismo espíritu de humildad y dedicación de Eliseo. Enséñanos a practicar la justicia, la oración y el ayuno con un corazón puro, buscando sólo agradarte. Que seamos luz en el mundo, reflejando Tu amor y gracia en cada acción y palabra. Amén.

Mis hermanos y hermanas, al salir hoy de aquí, llevemos con nosotros la esperanza y la determinación de vivir como verdaderos seguidores de Cristo. Que la gracia de Dios nos acompañe y seamos instrumentos de su paz y amor en el mundo. Recuerde, estamos llamados a vivir nuestra fe con autenticidad y humildad: busquemos a Dios en secreto, y Él, que ve lo oculto, nos recompensará abundantemente. Amén.