Evangelio de hoy – Miércoles 6 de marzo de 2024 – Mateo 5,17-19 – Biblia católica

Primera Lectura (Dt 4,1.5-9)

Lectura del Libro del Deuteronomio.

Moisés habló al pueblo, diciendo: “Ahora, Israel, escucha las leyes y los decretos que os enseño a cumplir, para que al hacerlo, viváis y entréis en posesión de la tierra prometida que el Señor Dios de vuestros padres os dará. He aquí que os he enseñado leyes y decretos conforme el Señor mi Dios me ordenó, para que los practiquéis en la tierra a la que vais a entrar y de la cual tomaréis posesión.

Los guardaréis, pues, y los pondréis en práctica, porque en ellos está vuestra sabiduría e inteligencia ante los pueblos, para que al oír todas estas leyes, digan: ‘¡En verdad, es sabia e inteligente esta gran nación!’ Porque, ¿cuál es la gran nación cuyos dioses están tan cerca de ella como el Señor nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Y qué nación hay tan grande que tenga leyes y decretos tan justos como esta ley que hoy pongo delante de vosotros? Pero ten cuidado. Procura con gran celo no olvidarte de todo lo que has visto con tus propios ojos, y no dejes que nada escape de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, enséñaselo a tus hijos y nietos”.

– Palabra del Señor.

– Demos gracias a Dios.

Evangelio (Mt 5,17-19)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a darles pleno cumplimiento. En verdad os digo que antes que el cielo y la tierra dejen de existir, ni una sola letra o tilde será eliminada de la Ley, sin que todo se cumpla. Por lo tanto, quien desobedezca uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será considerado grande en el Reino de los Cielos”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy nos reunimos aquí en esta iglesia para reflexionar sobre la Palabra de Dios y cómo se aplica a nuestras vidas diarias. Al mirar las pasajes bíblicas elegidos para hoy, somos desafiados a sumergirnos en la profundidad de las Escrituras y comprender la importancia de vivir de acuerdo con las enseñanzas de Dios.

Imaginen, por un momento, que están en un día común de trabajo o estudio. Están rodeados de colegas, amigos y familiares, cada uno con su propia carga de preocupaciones, alegrías y desafíos. Es en este contexto que las palabras de Deuteronomio nos impactan: “Oíd, pues, los estatutos y decretos que yo os enseño hoy, para que los pongáis por obra” (Dt 4,1).

Esta instrucción de Moisés al pueblo de Israel se aplica a nosotros hoy. Estamos llamados a escuchar atentamente y poner en práctica las enseñanzas de Dios en nuestras vidas. Pero, ¿cómo podemos hacerlo de manera significativa? ¿Cómo podemos aplicar las verdades espirituales de la Biblia en nuestras experiencias cotidianas?

Jesús nos da la respuesta en el Evangelio de Mateo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mt 5,17). Jesús vino no solo para cumplir las Escrituras, sino también para mostrarnos cómo vivirlas plenamente. Él vino a traer un nuevo significado, un nuevo propósito a la ley y a los profetas.

Imaginen que están construyendo una casa. Tienen el plano, los materiales y la voluntad de construir algo sólido y duradero. Pero si no siguen el proyecto y las instrucciones del arquitecto, la casa puede derrumbarse. De la misma manera, Dios nos ha dado el proyecto para una vida plena y significativa en las Escrituras. Jesús vino como el arquitecto divino para mostrarnos cómo construir esa vida.

A veces, las verdades espirituales pueden parecer abstractas o distantes. Es como si intentáramos entender la física cuántica sin una base sólida de conocimiento científico. Pero Jesús, en su sabiduría, nos ofrece analogías e historias tangibles para ayudarnos a comprender conceptos difíciles.

Él nos habla de la sal, por ejemplo. “Vosotros sois la sal de la tierra” (Mt 5,13). La sal es un elemento común en nuestras cocinas, pero su importancia va más allá del sabor. Preserva, purifica y da sabor a los alimentos. De la misma manera, estamos llamados a ser la sal del mundo, a preservar y purificar la sociedad en la que vivimos, a dar sabor a las vidas de las personas a nuestro alrededor.

Otra imagen que Jesús nos ofrece es la de la luz. “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14). La luz disipa la oscuridad, revela el camino y trae esperanza. En un mundo a menudo sumido en las tinieblas del dolor, el odio y la injusticia, estamos llamados a ser la luz que brilla, a traer esperanza y orientación a aquellos que nos rodean.

Pensemos en un faro en una noche oscura y tormentosa. Los navegantes confían en la luz del faro para guiarlos de manera segura a través de las aguas traicioneras. De la misma manera, nuestra luz puede ser un faro de esperanza para aquellos que están perdidos en las tormentas de la vida, señalando el camino hacia la paz, la justicia y el amor.

Pero, ¿cómo podemos ser esa sal y esa luz? ¿Cómo podemos vivir de acuerdo con las enseñanzas de Dios en nuestra vida cotidiana? Una forma es a través de la repetición estratégica y el refuerzo de temas clave. Así como un músico repite una melodía para enfatizar su belleza, también debemos repetir los principios espirituales para que se graben en nuestros corazones y se conviertan en parte de quienes somos.

Por ejemplo, cuando Jesús dice: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mt 5,17), nos está recordando la importancia de honrar y valorar la tradición y la sabiduría contenidas en las Escrituras. Debemos estudiar y meditar regularmente en la Palabra de Dios, permitiendo que moldee nuestros pensamientos, palabras y acciones.

Además, a lo largo de la historia, Dios ha utilizado metáforas e imágenes visuales para transmitir sus verdades espirituales. De la misma manera, podemos usar imágenes y metáforas en nuestras vidas para hacer que el mensaje de Dios sea más vívido y memorable. Por ejemplo, podemos visualizar la oración como un puente que nos conecta directamente con el corazón de Dios, o podemos imaginar la fe como un pájaro que nos lleva a alturas más elevadas espiritualmente.

Cuando Jesús habla de cumplir la ley y los profetas, también nos desafía a vivir de manera coherente con nuestra fe. Él nos dice: “Por lo tanto, cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos, por pequeño que sea, y así enseñe a los hombres, será llamado el menor en el reino de los cielos” (Mt 5,19). Esta es una clara llamada a la acción práctica.

Podemos comenzar reflexionando sobre nuestras propias vidas e identificando áreas en las que no estamos viviendo de acuerdo con las enseñanzas de Dios. Tal vez hemos permitido que el egoísmo o el orgullo tomen el control, o tal vez hemos descuidado nuestro deber de amar y servir a los demás. Estas son oportunidades para arrepentirnos, buscar el perdón de Dios y esforzarnos por vivir una vida más alineada con los principios espirituales.

Además, podemos buscar orientación en las Escrituras y en la tradición de la Iglesia para ayudarnos a discernir el camino a seguir. La confesión sacramental, la participación en la Eucaristía y la oración diaria son medios por los cuales podemos fortalecer nuestra conexión con Dios y recibir la gracia necesaria para vivir de acuerdo con su voluntad.

Al concluir esta homilía, quiero enfatizar que el mensaje central que encontramos en los pasajes bíblicos de hoy es la gracia, el amor y la esperanza divinos. Dios nos ama incondicionalmente y nos invita a vivir de acuerdo con sus enseñanzas para experimentar una vida plena y significativa.

Por lo tanto, que cada uno de nosotros se comprometa hoy a escuchar atentamente las palabras de Dios y ponerlas en práctica. Que seamos la sal y la luz en este mundo, llevando esperanza, amor y paz a quienes nos rodean. Y cuando enfrentemos desafíos y dificultades, recordemos las palabras de Jesús: “Por tanto, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt 6,34). Dios cuida de nosotros y nos sostendrá en todas las circunstancias.

Que el Espíritu Santo nos guíe y nos capacite para vivir de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras. Que la Palabra de Dios se haga tangible y aplicable en nuestras vidas cotidianas. Y que, al hacerlo, podamos ser verdaderos testigos del amor y la gracia divina para el mundo que nos rodea.

Que así sea. Amén.