Evangelio de hoy – Sábado, 13 de abril de 2024 – Juan 6,16-21 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 6:1-7)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, el número de discípulos había aumentado y los fieles de origen griego comenzaron a quejarse de los fieles de origen hebreo. Los de origen griego decían que sus viudas quedaban fuera del cuidado diario.

Entonces los Doce Apóstoles reunieron a la multitud de discípulos y dijeron: “No nos corresponde dejar la predicación de la Palabra de Dios para servir las mesas. Hermanos, es mejor que escojáis de entre vosotros siete hombres de buena reputación, llenos de Espíritu y de sabiduría, y les confiaremos esta tarea. Así podremos dedicarnos enteramente a la oración y al servicio de la Palabra”.

La propuesta agradó a toda la multitud. Entonces eligieron a Esteban, un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo; y también Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás de Antioquía, un pagano que seguía la religión de los judíos. Fueron presentados a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos.

Mientras tanto, la Palabra del Señor se difundía. El número de discípulos creció mucho en Jerusalén y una gran multitud de sacerdotes judíos aceptó la fe.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 6,16-21)

— Proclamación del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

Al anochecer, los discípulos bajaron al mar. Subieron a la barca y se dirigieron hacia Cafarnaúm, al otro lado del mar. Ya era de noche y Jesús aún no había salido a su encuentro.

Soplaba un viento fuerte y el mar estaba agitado. Los discípulos habían remado unos cinco kilómetros cuando vieron a Jesús caminando sobre el agua y acercándose a la barca. Y estaban asustados.

Pero Jesús dijo: “Soy yo. No tengas miedo”. Entonces quisieron llevar a Jesús a la barca, pero en seguida la barca llegó a la orilla a donde iban.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy me gustaría comenzar nuestra reflexión con una pregunta que resuena en nuestras experiencias diarias: ¿cómo afrontamos las adversidades de la vida? Todos enfrentamos desafíos, momentos en los que nos sentimos abrumados e incapaces de encontrar una solución. Es en estas situaciones que nuestra fe es puesta a prueba, y es en estas situaciones donde encontramos las verdades transformadoras de la Palabra de Dios.

Nuestras lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre cómo enfrentamos la adversidad y cómo Dios actúa en medio de ellas. En la primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, se nos presenta un desafío que enfrentó la comunidad cristiana primitiva. El número de discípulos crecía rápidamente y surgieron murmuraciones entre los miembros porque algunos se sentían descuidados en la distribución diaria de alimentos.

Ante esta situación, los apóstoles llamaron a la comunidad y les pidieron que eligieran siete hombres llenos del Espíritu Santo para que asumieran la tarea de atender las necesidades de los fieles. Esta decisión sabia e inspirada permitió a los apóstoles dedicarse a la oración y al ministerio de la Palabra. La comunidad floreció y la Palabra de Dios se difundió poderosamente.

Esta narrativa nos enseña una lección importante sobre la importancia de la comunidad y la cooperación frente a la adversidad. Como miembros del cuerpo de Cristo, estamos llamados a unirnos y cuidarnos unos a otros. Cuando enfrentamos desafíos, no debemos aislarnos ni competir entre nosotros, sino buscar soluciones juntos, en un espíritu de amor y servicio mutuo.

Este mensaje se ve reforzado por el Evangelio de Juan, que nos trae la famosa historia de Jesús caminando sobre el agua. Después de alimentar a la multitud con sólo cinco panes y dos peces, Jesús ordena a sus discípulos que suban a la barca y lo precedan hasta el otro lado del mar. Mientras enfrentan vientos en contra y olas agitadas, Jesús se acerca caminando sobre el agua.

Esta escena es rica en simbolismo y profundas implicaciones espirituales. Los discípulos representan a cada uno de nosotros, navegando por las turbulentas aguas de la vida. Las olas y los vientos en contra son las adversidades y desafíos que encontramos en nuestro camino. Y Jesús, caminando sobre el agua, nos muestra que está presente en medio de nuestras dificultades.

Esta historia nos revela tres lecciones esenciales. Primero, nos recuerda que incluso cuando enfrentamos tormentas, Jesús está con nosotros. Él no nos abandona en las aguas turbulentas de la vida, sino que se acerca a nosotros con su gracia y poder para sostenernos y fortalecernos. En nuestras horas más oscuras, podemos encontrar consuelo y esperanza en la presencia de Cristo.

En segundo lugar, esta historia nos enseña sobre la importancia de la fe en medio de la adversidad. Pedro, al ver a Jesús caminando sobre el agua, pide ir hacia Él. Tiene el coraje de dar un paso de fe, pero cuando se deja llevar por el miedo y las circunstancias que lo rodean, comienza a hundirse. Jesús se acerca y lo salva, pero también le advierte sobre la pequeñez de su fe.

Al igual que Pedro, tenemos el desafío de confiar en Jesús y mantener firme nuestra fe, incluso en medio de las tormentas. Cuando nos enfrentamos a dificultades, es fácil dejarnos llevar por el miedo y la incertidumbre. Sin embargo, es precisamente en estos momentos que somos llamados a mirar a Jesús y confiar en su promesa de que Él estará con nosotros hasta el fin de los tiempos.

La tercera lección que extraemos de esta historia es la necesidad de perseverancia y confianza en Dios. Jesús caminó sobre el agua hasta llegar a la barca de los discípulos, pero no lo hizo de inmediato. Esperó hasta que hubieron remado unas tres o cuatro millas. Jesús nos permite afrontar desafíos y dificultades, porque es a través de estas situaciones que nuestra fe se refina y fortalece.

Queridos hermanos y hermanas, los pasajes bíblicos sobre los que reflexionamos hoy nos invitan a reflexionar profundamente sobre cómo enfrentamos la adversidad en nuestras vidas. Estamos llamados a unirnos como comunidad, a cuidarnos unos a otros y a buscar soluciones juntos. No debemos aislarnos ni competir, sino apoyarnos unos a otros en amor y servicio.

Además, estamos llamados a confiar en Jesús, sabiendo que Él está presente en medio de nuestras tormentas. Él camina a través de las aguas turbulentas de nuestras vidas, extendiéndose para apoyarnos y fortalecernos. Debemos tener la valentía de dar pasos de fe y no dejarnos llevar por el miedo ni por las circunstancias que nos rodean.

Y, finalmente, estamos llamados a la perseverancia y a la confianza en Dios. Él nos permite afrontar los desafíos, pero no nos abandona. Él está con nosotros en todo momento, guiándonos y sosteniéndonos. A través de las tormentas, nuestra fe se forma y se fortalece.

Queridos hermanos y hermanas, que estas verdades espirituales se vuelvan tangibles y aplicables en nuestra vida diaria. Cuando enfrentemos la adversidad, recordemos unirnos como comunidad, confiar en Jesús y perseverar en nuestra fe. Busquemos la guía divina en nuestras acciones y busquemos apoyo mutuo.

Al igual que los discípulos en la barca, enfrentaremos vientos en contra y olas fuertes a lo largo de nuestro viaje. Pero tengamos esperanza, porque el mismo Cristo camina con nosotros. Él es nuestra ancla en medio de las tormentas y el faro que nos guía a un puerto seguro.

Que la gracia de Dios nos fortalezca y nos permita vivir de acuerdo con estas enseñanzas. Que nuestras vidas sean testigos vivos del poder transformador de la Palabra de Dios. Y que, en medio de la adversidad, encontremos paz, esperanza y gozo en nuestra fe en Jesucristo.

Oremos para que al enfrentar las tormentas de la vida, seamos fortalecidos en nuestra fe, unidos como comunidad y llenos de la confianza de que Jesús está con nosotros. Que Él nos guíe y sostenga en todas las circunstancias, conduciéndonos a una vida plena y abundante.

Que así sea. Amén.