El Salmo 138 es un canto de gratitud y alabanza a Dios por sus maravillas y fidelidad al salmista. En el versículo 6, el salmista declara: “Porque Jehová es alto, pero mira a los humildes; pero al orgulloso lo conoce de lejos.” Este versículo subraya la importancia de la humildad ante Dios y su gracia hacia los humildes.
La humildad es una virtud fundamental en la vida de un cristiano. Es la base para una relación sana con Dios y con los demás. Los que son humildes reconocen su dependencia de Dios y su amor incondicional y se someten a su voluntad. Jesucristo enseñó que “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Esto significa que aquellos que se consideran necesitados de Dios y buscan su voluntad por encima de todo son bendecidos por Dios y recibirán la recompensa de la vida eterna.
Dios no mira las apariencias ni el estatus social, sino el corazón humilde y arrepentido. El salmista reconoce esto cuando afirma que aunque Dios es exaltado, tiene consideración por los humildes. Esto significa que a Dios no le importa la posición social o el poder terrenal de un individuo, sino la actitud de su corazón. La humildad es la clave para la cercanía a Dios y para recibir su gracia.
En el versículo 7, el salmista continúa: “Aunque ande en medio de la angustia, tú me revives; extiendes tu mano contra la ira de mis enemigos; tu diestra me salva.” Este versículo demuestra la obra de la gracia de Dios en la vida del salmista. Incluso en medio de las dificultades y tribulaciones, Dios está presente y dispuesto a ayudar. Se extiende para salvar y revivir a aquellos que buscan su ayuda.
La gracia de Dios es un don divino que no merecemos, pero que se da gratuitamente por su amor. Es la gracia que nos permite vivir en paz con Dios y con los demás, a pesar de nuestras faltas y limitaciones. Es la gracia la que nos salva y nos hace nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17). Y es la humildad la que nos lleva a reconocer nuestra necesidad de su gracia.
Por tanto, la humildad y la gracia de Dios van juntas en la vida del creyente. Los que son humildes son agraciados por Dios y reciben su ayuda y salvación. Que sigamos el ejemplo del salmista y busquemos la humildad ante Dios, reconociendo su gracia en nuestras vidas y viviendo en gratitud y alabanza por sus maravillas.
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