Evangelio de hoy – Miércoles, 20 de marzo de 2024 – Juan 8:31-42 – Biblia Católica

Primera Lectura (Dn 3,14-20,24,49a,91-92,95)

Lectura de la profecía de Daniel.

En aquellos días, el rey Nabucodonosor habló y dijo: ‘¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdenago, que no adoráis a mis dioses y no adoráis la estatua de oro que mandé erigir? Y ahora, cuando oigáis tocar la trompeta, la flauta, la cítara, el arpa, el salterio, la flauta y toda clase de instrumentos, ¿estáis preparados para postraros y adorar la estatua que yo mandé hacer? Pero si no adoráis, inmediatamente seréis echados en el horno de fuego; ¿Y qué dios os podrá librar de mis manos?

el rey. Pero si no quiere liberarnos, sabe, oh rey, que no adoraremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que ordenaste que se hiciera.’

Ante estas palabras, Nabucodonosor se llenó de ira contra Sidrac, Misach y Abdênago, hasta el punto que la expresión de su rostro cambió; dio orden de encender el horno con siete veces más fuego que de costumbre; y ordenó a los soldados más fuertes del ejército que ataran a Sidrac, Misac y Adbenago y los arrojaran al horno de fuego.

Los tres jóvenes caminaban de un lado a otro en medio de las llamas, cantando himnos a Dios y bendiciendo al Señor. Pero al mismo tiempo el ángel del Señor había descendido al horno donde se encontraba Azarías y sus compañeros.

El rey Nabucodonosor, lleno de asombro, se levantó apresuradamente y preguntó a sus ministros: “¿No arrojamos a tres hombres fuertemente atados en medio del fuego?” Ellos respondieron al rey: “Es verdad, oh rey”. Él dijo: ‘Pero veo a cuatro hombres caminando libremente en medio del fuego, sin sufrir ningún daño, y el aspecto del cuarto hombre es como el de un hijo de Dios.’

Nabucodonosor exclamó: ‘Bendito sea el Dios de Sidrac, Misach y Abdenago, que envió su ángel y liberó a sus siervos, que pusieron su confianza en él y transgredieron el decreto del rey, prefiriendo dar sus vidas antes que servir y adorar a cualquier otro Dios que no fuera tu Dios.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 8,31-42)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: ‘Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’. Ellos respondieron: ‘Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir: ‘Serás libre’? Jesús respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que practica pecado, esclavo es del pecado. El esclavo no permanece en una familia para siempre, pero el niño permanece en ella para siempre. Por tanto, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres. Sé que sois descendientes de Abraham, pero procuráis matarme, porque mi palabra no es aceptada por vosotros. Hablo lo que vi con el Padre; y haz lo que escuchaste de tu padre.’ Entonces ellos respondieron: “Nuestro padre es Abraham”.

Jesús les dijo: ‘Si sois hijos de Abraham, ¡haced las obras de Abraham! Pero ahora queréis matarme a mí, que os dije la verdad que oí de Dios. Esto no lo hizo Abraham. Tú haces las obras de tu padre.’ Entonces le dijeron: ‘No nacimos de adulterio, tenemos un solo padre: Dios’.

Jesús les respondió: ‘Si Dios fuera vuestro Padre, ciertamente me amaríais, porque yo vengo de Dios y he venido. No vine solo, sino que él me envió.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy quiero comenzar nuestra reflexión con una pregunta: ¿alguna vez te has sentido atrapado? ¿Atrapado en una rutina monótona, atrapado en una relación tóxica, atrapado en un trabajo sin sentido? Todos hemos experimentado momentos en los que nos sentimos atrapados, limitados y sin esperanza. Pero la buena noticia es que las Escrituras de hoy nos traen un mensaje de liberación y verdadera libertad en Cristo.

En la primera lectura, del libro de Daniel, encontramos la historia de Sadrac, Mesac y Abednego, tres jóvenes que se negaron a adorar los ídolos del rey. Fueron arrojados a un horno de fuego por su fidelidad a Dios. Pero, para sorpresa de todos, salieron ilesos del horno, porque Dios estaba con ellos.

Esta historia nos recuerda que incluso en las situaciones más desesperadas, Dios está con nosotros. Él es el Dios que nos libera de los hornos de fuego de la vida. Él es el Dios que nos da valor para enfrentar los desafíos y presiones del mundo. Él es el Dios que nos llama a serle fieles, incluso cuando eso signifique ir contra la corriente.

Pero ¿cómo podemos experimentar esta verdadera libertad en nuestra vida diaria? El Evangelio de Juan nos ofrece una respuesta. Jesús dice: “Si permanecéis en mi palabra, seréis mis verdaderos discípulos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). Jesús nos invita a permanecer en su palabra, a profundizar en su verdad.

Permanecer en la palabra de Jesús significa más que simplemente escuchar o leer las palabras de Dios. Significa vivir según esas palabras. Significa dejar que la verdad de Dios penetre en nuestros corazones y transforme nuestras vidas. Cuando permanecemos en la palabra de Jesús, somos liberados de las mentiras y las ilusiones del mundo. Somos liberados del egoísmo, del pecado y de la búsqueda de significado fuera de Dios.

Imagínese un pájaro en una jaula. La jaula representa todas las limitaciones y prisiones que experimentamos en nuestras vidas. Pero Jesús es la llave que nos libera de esta jaula. Nos invita a extender nuestras alas y volar hacia la libertad. Y esta libertad no es sólo una abstracción, sino una realidad tangible en nuestras vidas.

Cuando permanecemos en la palabra de Jesús, experimentamos la libertad de vivir en comunión con Dios y con los demás. Experimentamos la libertad de amar incondicionalmente, perdonar generosamente y servir con humildad. Esta libertad nos permite afrontar las adversidades de la vida con valentía y esperanza, sabiendo que Dios está con nosotros en todo momento.

Queridos hermanos y hermanas, la libertad en Cristo no es una licencia para hacer lo que queramos, sino un llamado a vivir plenamente según la voluntad de Dios. Es una libertad que nos permite elegir el bien, buscar la justicia y vivir en armonía con los mandamientos del Señor.

¿Cómo podemos aplicar estas verdades a nuestra vida diaria? Permítanme compartir una historia con ustedes. Había una mujer que estaba atrapada en un ciclo de ira y resentimiento. Le guardaba rencor a una amiga que la había lastimado profundamente. Esta ira la consumió y la mantuvo prisionera de sus propias emociones negativas.

Pero un día escuchó un mensaje sobre el perdón de Dios. Se dio cuenta de que cargar con esa ira sólo la lastimaba a ella, no a su amiga. Decidió perdonar sinceramente a quien la había lastimado. Fue un proceso difícil, pero al perdonar, sintió que le quitaban un peso de encima. Experimentó la libertad de perdonar y la paz que conlleva.

Queridos hermanos y hermanas, cada uno de nosotros tenemos nuestras propias prisiones, nuestras propias cadenas que nos atan. Pero la buena noticia es que Dios nos invita a experimentar la verdadera libertad en Cristo. Nos invita a permanecer en su palabra, a conocer la verdad y a ser transformados por ella.

Entonces, ¿cómo podemos aplicar estas verdades a nuestra vida diaria? A continuación se ofrecen algunas pautas prácticas:

Haga de la Palabra de Dios una parte central de su vida: reserve un tiempo cada día para leer la Biblia y meditar en sus verdades. Deja que las palabras de Dios penetren en tu corazón y moldeen tu mente.

Busca la verdad en todos los ámbitos de tu vida: No te conformes con las mentiras e ilusiones del mundo. Busca la verdad en tus relaciones, en tus elecciones y decisiones, en tu conducta ética. La verdad de Dios nos libera del engaño y nos guía por el camino correcto.

Practica el perdón: El perdón es una de las formas más poderosas de experimentar la libertad en Cristo. Perdona a quienes te han herido y deja que el amor y la misericordia de Dios fluyan a través de ti. Recordad las palabras de Jesús: “Si os perdonáis unos a otros las ofensas, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros” (Mt 6,14).

Vivir en comunión con los demás: La verdadera libertad no se encuentra en el aislamiento, sino en la comunión con los demás. Busque relaciones saludables y edificantes. Servir a los demás con amor y generosidad. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Tengan valor para ser fieles a Dios: Al igual que Sadrac, Mesac y Abednego, enfrentamos desafíos y presiones para comprometer nuestra fe. Pero cuando permanecemos fieles a Dios, Él nos da valor y nos libera del miedo. Confía en Dios y sigue sus caminos, incluso cuando sea difícil.

Queridos hermanos y hermanas, hoy Dios nos invita a experimentar la verdadera libertad en Cristo. Él nos llama a permanecer en Su palabra, a conocer la verdad y a vivir según ella. Él nos libera de las prisiones que nos aprisionan y nos capacita para vivir una vida plena y significativa.

Que respondamos a este llamado con valentía y determinación. Que extendamos nuestras alas y volemos hacia la libertad que Dios nos ofrece. Que vivamos como verdaderos discípulos de Jesús, conociendo la verdad y siendo transformados por ella.

Que la gracia de Dios esté con nosotros en este camino de libertad y que experimentemos la plenitud de la vida en Cristo. Amén.