Evangelio de hoy – Miércoles, 27 de marzo de 2024 – Mateo 26,14-25 – Biblia Católica

Primera Lectura (Is 50,4-9a)

Lectura del libro del profeta Isaías.

El Señor Dios me dio lengua entrenada, para que sepa hablar palabras de consuelo al abatido; Él me despierta cada mañana y agita mi oído para que preste atención como un discípulo.

El Señor abrió mis oídos; No me resistí ni retrocedí. Ofrecí mi espalda para que me golpearan y mis mejillas para arrancarme la barba: no aparté el rostro de las bofetadas y los escupitajos. Pero el Señor Dios es mi Ayudador, por eso no dejé desanimarme, mantuve mi rostro impasible como una piedra, porque sé que no seré humillado. A mi lado está el que me justifica; ¿Alguien se opondrá a mí? Vamos a ver. ¿Quién es mi oponente? Acércate. 9a Sí, el Señor Dios es mi Ayudador; ¿Quién me va a condenar?

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Mt 26,14-25)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Mateo.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, uno de los doce discípulos, llamado Judas Iscariote, se dirigió a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Qué me daréis si os entrego a Jesús?” Luego acordaron treinta monedas de plata. Y a partir de entonces Judas buscó la oportunidad para traicionar a Jesús.

El primer día de la Fiesta de los Alimentos sin Levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que preparemos para comer la Pascua?” Jesús respondió: “Ve a la ciudad, busca a cierto hombre y dile: ‘El Maestro dice: mi hora está cerca, celebraré la Pascua en tu casa, junto con mis discípulos’”.

Los discípulos hicieron lo que Jesús les ordenó y prepararon la Pascua. Al caer la tarde, Jesús se sentó a la mesa con los doce discípulos. Mientras comían, Jesús dijo: “En verdad os digo que uno de vosotros me traicionará”. Ellos estaban muy tristes y, uno por uno, comenzaron a preguntarle: “Señor, ¿soy yo?” Jesús respondió: “El que me traicionará es el que mete la mano en el plato. El Hijo del Hombre morirá, como dice de él la Escritura. Pero ¡ay del que traicione al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor si nunca hubiera nacido! Entonces Judas, el traidor, preguntó: “Maestro, ¿soy yo?” Jesús le respondió: “Tú lo dices”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy me gustaría comenzar nuestra reflexión con una pregunta: ¿alguna vez te has sentido traicionado? ¿Alguna vez has experimentado el dolor de la traición, el sentimiento de falta de confianza? Quizás en este momento salgan a la superficie recuerdos dolorosos, ya que la traición es una herida profunda que muchos de nosotros llevamos en la vida. Pero hoy, queridos creyentes, deseo llevarles un mensaje de esperanza y redención, a la luz de los pasajes bíblicos que se nos presentan.

Nuestra primera lectura, del libro del profeta Isaías, nos habla de un siervo sufriente, alguien que fue oprimido y traicionado, pero que permaneció fiel a Dios. Este siervo es un símbolo de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Fue maltratado, herido y escupido, pero no apartó el rostro de quienes lo atacaban. Sabía que su confianza estaba en Dios Padre, quien lo sostendría y fortalecería en tiempos de adversidad. Al igual que Jesús, estamos llamados a confiar en Dios incluso en los momentos más oscuros de nuestras vidas.

Al reflexionar sobre este tema, recuerdo una historia que ilustra la importancia de la confianza en medio de la traición. Había una vez un joven llamado Daniel que vivía en un reino extranjero. Era leal a su rey y sirvió con dedicación. Sin embargo, algunos hombres celosos conspiraron contra Daniel y lo acusaron falsamente ante el rey. Daniel fue arrojado al foso de los leones, un lugar de muerte segura. Pero a pesar del peligro inminente, Daniel confió en Dios. Y esa noche los leones no lo tocaron. Al día siguiente, cuando el rey vio que Daniel estaba sano y salvo, reconoció el poder del Dios de Daniel y lo exaltó sobre todos los dioses. La confianza de Daniel en Dios triunfó sobre la traición de los hombres.

Ésta es la invitación que Dios nos hace hoy: confiar en Él, incluso cuando seamos traicionados por las personas que nos rodean. A veces es difícil perdonar, es difícil volver a confiar. Pero Dios está con nosotros, incluso en las situaciones más difíciles. Él conoce nuestro dolor, Él conoce nuestra angustia. Él es el Dios de la redención, que puede transformar las traiciones en oportunidades de crecimiento espiritual.

En el Evangelio de Mateo encontramos la traición más dolorosa de todas: la traición de Jesús por parte de uno de sus propios discípulos, Judas Iscariote. Judas, el que compartió la intimidad de Jesús, el que fue testigo de sus milagros y escuchó sus palabras de sabiduría, optó por traicionar a su Maestro por treinta monedas de plata. Es difícil imaginar la profundidad del dolor que Jesús sintió esa noche cuando uno de sus amigos más cercanos lo traicionó ante sus enemigos.

Y, sin embargo, Jesús nos enseña una lección invaluable sobre el perdón. Aun sabiendo la inminente traición, no rechazó a Judas, sino que lo recibió en la mesa durante la Última Cena. Jesús ofreció su amistad y amor incondicional, aunque sabía que sería traicionado. Ésta es la naturaleza del amor de Dios: Él nos ama a pesar de nuestras faltas y pecados. Nos llama a perdonar a quienes nos han traicionado, así como Él nos ha perdonado.

Queridos hermanos y hermanas, la traición es parte de la experiencia humana. Todos, de una forma u otra, hemos experimentado este dolor. Pero Dios nos invita a superar la traición, a confiar en Él y a perdonar a quienes nos han herido. Él nos llama a vivir en Su gracia y extender Su misericordia a los demás.

En este momento, quisiera invitarlos a cerrar los ojos y reflexionar sobre las traiciones que han enfrentado en sus vidas. Piensa en alguien a quien necesitas perdonar, alguien que te traicionó y te lastimó profundamente. Ahora, imagina ese mismo rostro ante ti y siente el peso de esa traición. Siente el dolor y el dolor. Pero ahora imagina a Jesús al lado de esa persona. Vea la expresión de amor en los ojos de Jesús, la invitación a perdonar y dejar atrás el dolor. Permita que la gracia divina fluya a través de usted, permitiéndole perdonar y encontrar la curación interior.

Queridos creyentes, el perdón no es un signo de debilidad, sino un signo de fortaleza. Cuando perdonamos, nos liberamos del peso que conlleva la traición. Al perdonar, abrimos un espacio para la reconciliación y la restauración. El perdón no es algo que podamos hacer solos; Es una gracia que Dios nos concede. Por eso, pidamos a Dios la fuerza y el coraje para perdonar a quienes nos traicionaron.

A medida que avanzamos, es importante recordar que la traición no define quiénes somos. Somos hijos e hijas amados de Dios, llamados a vivir en comunión unos con otros. Que encontremos consuelo y aliento en las palabras de Isaías: “El Señor Dios es mi ayuda, por eso no me humillé, por eso puse mi rostro como de piedra, convencido de que no me avergonzaría” (Isaías 50,7).

Queridos hermanos y hermanas, hoy es el día en que podemos elegir el camino del perdón y la reconciliación. Es el día en que podemos liberarnos del peso de la traición y permitir que la gracia de Dios transforme nuestros corazones. Es el día en que podremos seguir el ejemplo de Jesús, que nos amó incluso cuando le fuimos infieles.

Que la luz de Cristo brille en nuestras vidas, iluminando los rincones más oscuros de nuestra alma. Que el Espíritu Santo nos permita perdonarnos y vivir en amor y armonía unos con otros. Que seamos testigos vivos del poder redentor del perdón, para que el mundo pueda ver el amor de Dios en acción.

Pidamos la intercesión de la Virgen María, Madre de la Misericordia, para que nos guíe en este camino de perdón y reconciliación. Que ella, que experimentó dolor y traición en su propia vida, nos enseñe a confiar en Dios en todo momento.

Que Dios nos bendiga y nos conceda la gracia del perdón. Y que, como Jesús, podamos acercarnos al traidor y decirle: “Te perdono. Que la paz de Dios esté contigo”.

Amén.