Evangelio de hoy – Viernes, 22 de marzo de 2024 – Juan 10:31-42 – Biblia Católica

Primera Lectura (Jer 20,10-13)

Lectura del libro del profeta Jeremías.

Escuché los insultos de tantos hombres y los vi sembrar el miedo: “Denunciadlo, denunciémoslo”. Todos mis amigos observan mis fracasos: “Tal vez cometa un error y podamos atraparlo y vengarnos de él”.

Pero el Señor está a mi lado, como un guerrero fuerte; por tanto, los que me persiguen caerán derrotados. Por no haber tenido éxito, se cubrirán de vergüenza. ¡Infamia eterna, que nunca pasa! Oh Señor de los ejércitos, que pruebas al justo y ves los sentimientos del corazón, te ruego que me hagas ver tu venganza sobre ellos; porque os he declarado mi causa. Canten al Señor, alabad al Señor, porque salvó la vida de un pobre de manos de los malvados.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 10,31-42)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, los judíos recogieron piedras para apedrear a Jesús. Y él les dijo: “Por mandato del Padre os he mostrado muchas buenas obras. ¿Por cuál quieres apedrearme?

Los judíos respondieron: “No queremos apedrearte por buenas obras, sino por blasfemia, porque, siendo sólo un hombre, te haces Dios”. Jesús dijo: “¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo dije: Vosotros sois dioses’?

Ahora bien, nadie puede anular la Escritura: si la Ley llama dioses al pueblo a quien se dirigió la palabra de Dios, ¿por qué entonces me acusáis de blasfemia, cuando digo que soy el Hijo de Dios, a quien el Padre consagró? y enviado al mundo? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si yo las hago, aunque no queráis creerme, creed en mis obras, para que sepáis y reconozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre”.

Nuevamente intentaron arrestar a Jesús, pero se les escapó de las manos. Jesús cruzó al otro lado del Jordán y fue al lugar donde Juan había bautizado anteriormente. Y ahí quedó. Muchos se acercaban a él y decían: “Juan no hizo ninguna señal, pero todo lo que dijo de este hombre es verdad”. Y muchos creyeron en él.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy me gustaría comenzar nuestra homilía con una pregunta: ¿con qué frecuencia nos sentimos incomprendidos? ¿Con qué frecuencia nos encontramos en situaciones en las que nuestras palabras y acciones se malinterpretan y nuestras intenciones se distorsionan? Estoy seguro de que cada uno de nosotros ha experimentado esto en algún momento de nuestras vidas. Es una experiencia dolorosa, a veces desalentadora, que nos hace cuestionarnos quiénes somos y cuál es nuestro propósito. Pero quiero decirte que no estás solo. Nuestra fe nos enseña que incluso los profetas y, sobre todo, nuestro Señor Jesucristo, enfrentaron incomprensiones y rechazos.

Nuestra primera lectura, del libro de Jeremías, nos muestra el sufrimiento del profeta ante las adversidades que enfrentó. Jeremías fue un hombre llamado por Dios para entregar un mensaje difícil al pueblo de Israel. Era un mensajero de la verdad divina, pero esta verdad a menudo era rechazada e incluso ridiculizada. Jeremías fue perseguido y difamado por su fidelidad a Dios. Sin embargo, incluso en medio del dolor y la desesperación, encontró fuerza en Dios y proclamó: “El Señor está conmigo como un guerrero poderoso” (Jeremías 20:11).

Estas palabras resuenan hoy en nosotros. Cuando somos mal entendidos, cuando enfrentamos oposición y rechazo, debemos recordar que Dios está con nosotros como un guerrero poderoso. Él nos fortalece y nos da valor para afrontar las dificultades. En lugar de ceder a la tristeza y al desánimo, podemos levantarnos con fe y confianza, sabiendo que Dios está de nuestro lado.

Y el máximo ejemplo de esta fidelidad y valentía se encuentra en nuestro Señor Jesucristo, como se muestra en el Evangelio de Juan. En este extracto, Jesús es confrontado por líderes religiosos que lo acusan de blasfemia. No comprenden la verdad de su mensaje y, en cambio, lo acusan y amenazan. Pero Jesús permanece firme y responde con valentía: “Las obras que hago en el nombre de mi Padre dan testimonio de mí” (Juan 10,25). No se deja sacudir por las acusaciones y continúa proclamando la verdad, incluso frente a incomprensiones y rechazos.

Queridos hermanos y hermanas, al igual que Jeremías y Jesús, también nosotros estamos llamados a dar testimonio de la verdad en nuestra vida diaria. En un mundo donde la verdad a menudo se distorsiona y la moralidad se relativiza, debemos permanecer firmes en nuestros principios y valores cristianos. Esto puede significar enfrentar oposición y rechazo. Puede significar ir contra la corriente y ser incomprendido. Pero como cristianos, estamos llamados a ser luz en medio de las tinieblas, a proclamar la verdad del Evangelio, independientemente de las circunstancias.

Para ayudarnos a comprender esta verdad, me gustaría compartir una historia con ustedes. Había un hombre llamado André que era conocido por su generosidad. Siempre estuvo dispuesto a ayudar a los demás y compartir lo que tenía. Un día se encontró con un mendigo que estaba hambriento y sin hogar. André, sin dudarlo, le dio comida y un lugar para dormir. Pero en lugar de agradecerle, el mendigo se burló de André y lo acusó de hacerlo sólo para sentirse bien consigo mismo.

André se entristeció por la reacción del mendigo, pero no se dejó sacudir. Continuó ayudando a los necesitados incluso cuando no lo entendían. Con el tiempo, quienes lo conocieron comenzaron a comprender la sincera motivación de André y a apreciar su generosidad desinteresada. Su ejemplo los inspiró y comenzaron a ayudar a otros también. André se convirtió en un faro de esperanza en su comunidad, demostrando que el amor y la generosidad pueden marcar la diferencia, incluso en momentos de incomprensión y rechazo.

Esta historia nos recuerda que nuestras acciones hablan más que nuestras palabras. Cuando somos incomprendidos, podemos encontrar consuelo y fortaleza al saber que Dios ve nuestros corazones y conoce nuestras intenciones. Nos invita a perseverar en hacer el bien, incluso cuando seamos incomprendidos, confiando en que Él está obrando a través de nosotros para cumplir su voluntad.

Queridos hermanos y hermanas, el mensaje central que nos traen hoy estos pasajes bíblicos es que debemos permanecer firmes en la fe, incluso cuando enfrentamos incomprensiones y rechazo. Debemos confiar en Dios, que está con nosotros como un guerrero poderoso, fortaleciéndonos y dándonos valor para afrontar las dificultades. Jesús es el ejemplo perfecto de esta valentía y fidelidad, y nos invita a seguirlo en todas las circunstancias.

Para aplicar estos principios en nuestra vida cotidiana, debemos reflexionar sobre algunas cuestiones fundamentales. ¿Cómo respondemos cuando nos sentimos incomprendidos? ¿Nos dejamos sacudir por el rechazo y la crítica, o estamos encontrando fuerza en Dios? ¿Perseveramos en hacer el bien, incluso cuando no recibimos reconocimiento o gratitud a cambio? ¿Estamos dispuestos a ser una luz en medio de la oscuridad, incluso si eso significa enfrentar oposición?

Ahora me gustaría ofrecer algunas orientaciones prácticas para aplicar estos principios en nuestra vida diaria. Primero, debemos buscar el fortalecimiento espiritual diariamente, a través de la oración y la lectura de la Palabra de Dios. Es a través de esta comunión con Dios que encontramos la fuerza y ​​el coraje para afrontar las dificultades y permanecer fieles a nuestra misión.

En segundo lugar, debemos tratar de comprender y perdonar a quienes nos malinterpretan. No siempre será fácil, pero el perdón nos libera del resentimiento y nos permite avanzar con amor y compasión.

En tercer lugar, debemos buscar la sabiduría y el discernimiento para saber cuándo hablar y cuándo permanecer en silencio. No siempre es necesario responder a todas las críticas o acusaciones. A veces nuestro ejemplo habla más que nuestras palabras.

Y finalmente, debemos encontrar apoyo y compañerismo con otros hermanos y hermanas en la fe. La vida cristiana no es un viaje solitario y nos necesitamos unos a otros para animarnos y fortalecernos unos a otros.

Queridos hermanos y hermanas, la vida cristiana es un camino de fidelidad y valentía. Como seguidores de Cristo, enfrentaremos malentendidos y rechazo. Pero como nos enseñan Jeremías y Jesús, no estamos solos. Dios está con nosotros como un guerrero poderoso, fortaleciéndonos y capacitándonos para ser testigos fieles en un mundo que a menudo no comprende la verdad.

Que encontremos consuelo y fortaleza en la certeza de que Dios está con nosotros, incluso en momentos de incomprensión. Que perseveremos en hacer el bien, incluso cuando no seamos comprendidos. Y que la gracia divina, el amor y la esperanza estén siempre presentes en nuestras vidas, permitiéndonos vivir de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras.

Que así sea. Amén.