Evangelio de hoy – Jueves, 9 de mayo de 2024 – Juan 16,16-20 – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 18:1-8)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días Pablo salió de Atenas y se dirigió a Corinto. Allí conoció a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, que acababa de llegar de Italia, y a su esposa Priscila, ya que el emperador Claudio había decretado que todos los judíos debían abandonar Roma. Paulo se puso en contacto con ellos. Y como tenían la misma profesión – eran fabricantes de tiendas de campaña – Paulo empezó a vivir con ellos y trabajaron juntos. Cada sábado, Pablo discutía en la sinagoga, tratando de convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por completo a la Palabra, testificando ante los judíos que Jesús era el Mesías. Pero debido a su resistencia y blasfemias, Pablo se quitó la ropa y dijo: “Tú eres responsable de lo que suceda. No tengo la culpa; De ahora en adelante me dirigiré a los paganos”.

Entonces, saliendo de allí, Pablo se dirigió a la casa de un pagano, un tal Ticio Justo, adorador del único Dios, que vivía al lado de la sinagoga. Crispo, el líder de la sinagoga, creía en el Señor con toda su familia; y muchos corintios, que escuchaban a Pablo, creyeron y recibieron el bautismo.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 16,16-20)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún un poco y ya no me veréis. Y de nuevo dentro de un rato, y me volveréis a ver”. Entonces algunos de sus discípulos decían entre sí: ¿Qué quiere decir con decirnos: ‘Dentro de un poco y no me veréis, y de nuevo dentro de un poco, y me volveréis a ver’, y: ‘Estoy ¿Vas al Padre?'”

Entonces dijeron: “¿Qué significa este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir”. Jesús entendió que querían interrogarlo; Entonces les dijo: “¿Están discutiendo entre ustedes porque dije: “Dentro de un poco ya no me veréis, y de nuevo dentro de un poco y me veréis?”

De cierto, de cierto os digo, vosotros lloraréis y lamentaréis, pero el mundo se alegrará; Estarás triste, pero tu tristeza se convertirá en alegría”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Mis hermanos y hermanas en Cristo, ¡la paz y la gracia sean con vosotros!

Hoy me gustaría comenzar nuestra reflexión con una pregunta sencilla, pero profundamente relevante para nuestras vidas: ¿alguna vez te has sentido perdido en medio de las complejidades y desafíos del mundo en el que vivimos? Tal vez se sienta como un viajero solitario, navegando por mares desconocidos, en busca de respuestas y orientación. Si es así, sepa que no está solo. Nuestro viaje espiritual a menudo nos lleva a cuestionarnos, buscar una comprensión más profunda y encontrar un camino a través de la incertidumbre.

En los pasajes bíblicos que acabamos de escuchar encontramos un mensaje de esperanza y guía. En la primera lectura, se nos presenta al apóstol Pablo, quien se encuentra en Atenas, ciudad conocida por su cultura y filosofía. Pablo se dio cuenta de que los atenienses eran religiosos y adoraban a una multitud de dioses, pero también encontró un altar dedicado al Dios desconocido. Vio esto como una oportunidad para compartir el mensaje del Evangelio.

Pablo, con sabiduría y humildad, comienza a hablarle al pueblo, conectándose con sus creencias y experiencias cotidianas. Utiliza la cultura y la religiosidad de los atenienses para construir un puente, una oportunidad para transmitir la verdad del Evangelio. Pablo reconoce que aunque no conocen al Dios verdadero, tienen sed espiritual. Les recuerda que es Dios quien los creó, quien vive y respira en cada uno de ellos.

Amigos míos, como los atenienses, a menudo nos encontramos buscando algo más grande, algo que dé sentido a nuestra existencia. Vivimos en un mundo donde somos bombardeados constantemente con información e ideas contradictorias. Es fácil sentirse perdido, cuestionando nuestro propósito y lo que es verdad. Pero Pablo nos muestra que la respuesta está en nuestra búsqueda de Dios, el Dios desconocido que está presente en nuestras vidas, incluso cuando no nos damos cuenta.

A lo largo de la historia, la Iglesia ha sido llamada a anunciar el Evangelio en diferentes contextos y culturas. Al igual que Pablo, tenemos el desafío de encontrar formas creativas de compartir el mensaje de Jesucristo en un mundo en constante cambio. Esto requiere que nos conectemos con las personas allí donde se encuentren, utilizando su idioma, sus experiencias y sus búsquedas personales como punto de partida.

Una forma de hacerlo es a través de metáforas y analogías, que nos ayudan a explicar conceptos difíciles de una manera más comprensible. Por ejemplo, Jesús, en nuestro Evangelio de hoy, utiliza la metáfora del parto para ilustrar la experiencia de los discípulos. Compara el sufrimiento y la angustia que enfrentarán con el dolor de una mujer de parto. Aunque el dolor es intenso, es temporal y da paso a una alegría duradera.

Esta poderosa imagen nos recuerda que, en nuestras propias vidas, podemos enfrentar tiempos de dificultad y tribulación. Pero así como el dolor del parto conduce al nacimiento de una nueva vida, nuestras pruebas pueden llevarnos al crecimiento espiritual y a una experiencia renovada de la presencia de Dios en nuestras vidas. A través de estas metáforas, Jesús nos invita a encontrar significado y esperanza en medio de nuestras luchas.

Además, es importante relacionar diferentes temas y mostrar cómo se entrelazan con las verdades espirituales. Por ejemplo, podemos reflexionar sobre el proceso de aprendizaje y crecimiento en el contexto de la educación formal. Así como los estudiantes pasan por diferentes etapas de aprendizaje, desde básico hasta avanzado, nosotros también pasamos por fases en nuestro viaje espiritual. A medida que crecemos en nuestra comprensión y relación con Dios, somos llamados a progresar en nuestra fe, profundizando nuestro conocimiento y viviendo de acuerdo con las enseñanzas de Jesús.

¿Y qué pasa con las historias de la vida cotidiana? Tienen el poder de enseñarnos lecciones profundas y conectarnos con la realidad del mensaje del Evangelio. Una historia que me viene a la mente es la del sembrador. Jesús contó una parábola sobre un sembrador que salió a sembrar sus semillas. Unos cayeron en el camino, otros entre espinos, otros en pedregales y otros en buena tierra. Esta historia nos recuerda la importancia de preparar nuestro corazón para recibir la Palabra de Dios y de cuidar el suelo de nuestra fe para que crezca y dé frutos abundantes.

Como el sembrador, estamos llamados a sembrar semillas de amor, compasión y justicia en nuestras vidas y en nuestro mundo. Debemos estar atentos al entorno en el que vivimos, quitando obstáculos que impiden el crecimiento espiritual y alimentando nuestra fe a través de la oración, la lectura de la Palabra de Dios y la participación de los sacramentos.

Queridos hermanos y hermanas, al reflexionar sobre estos pasajes bíblicos, es importante recordar que el mensaje del Evangelio no es sólo una teoría abstracta, sino una realidad concreta que debe transformar nuestras vidas. Debemos preguntarnos: ¿Cómo se aplican estas verdades espirituales a nuestra vida cotidiana? ¿Cómo podemos vivir de manera más auténtica y coherente con las enseñanzas de Jesús?

Una forma de hacerlo es mediante la repetición estratégica y el refuerzo de temas clave a lo largo de nuestro viaje espiritual. Así como un maestro enfatiza ciertos conceptos importantes a lo largo de un curso, nosotros también debemos enfocarnos en aspectos fundamentales de nuestra fe, como el amor de Dios, la importancia del perdón, el llamado a la santidad y la esperanza de la vida eterna.

Además, es crucial que incorporemos imágenes y metáforas visuales en nuestras reflexiones para que el mensaje sea más vívido y memorable. Piensa en una imagen sencilla, como una vela encendida. Esta imagen nos recuerda que Jesús es la luz del mundo, y cuando permitimos que su luz brille dentro de nosotros, podemos iluminar la oscuridad que nos rodea. Así como una vela brilla no sólo para sí misma sino para iluminar la habitación, estamos llamados a irradiar el amor y la bondad de Dios hacia quienes nos rodean.

Y a medida que nos involucramos con estas verdades espirituales, tenemos el desafío de actuar. No podemos simplemente escuchar la Palabra de Dios y permanecer pasivos. Debemos responder al llamado de Dios con acciones prácticas. Esto puede significar ofrecer apoyo a los necesitados, buscar la reconciliación con aquellos a quienes hemos herido, defender la justicia y la dignidad humana, o simplemente ser un ejemplo vivo del amor de Dios en nuestras interacciones diarias.

Queridos hermanos y hermanas, al concluir esta homilía, quiero recordarles que somos bendecidos con la gracia, el amor y la esperanza divinos. Independientemente de los desafíos que enfrentemos, podemos confiar en la presencia constante de Dios en nuestras vidas. Él es nuestro guía fiel, el que nos sostiene en los momentos de dificultad y nos llena de alegría en los momentos de alegría.

Así que aquí está mi desafío para ustedes hoy: permitan que la Palabra de Dios penetre en sus corazones, transforme sus vidas e irradie a través de ustedes al mundo. Sed agentes de cambio, portadores de esperanza y testigos del amor de Dios. Que nuestra fe sea visible en nuestras acciones y que nuestra vida sea un testimonio vivo de la gracia transformadora de Dios.

Que el Dios desconocido que Pablo proclamó en Atenas, el Jesús que enseñó en metáforas y parábolas, esté con nosotros en cada paso de nuestro viaje. Que Él nos guíe, nos fortalezca y nos inspire a vivir como verdaderos discípulos en este mundo. Amén.