Evangelio de hoy – Viernes, 10 de mayo de 2024 – Juan 16:20-23a – Biblia Católica

Primera Lectura (Hechos 18,9-18)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

Estando Pablo una noche en Corinto, el Señor le dijo en visión: “No tengas miedo; sigue hablando y no calles, porque yo estoy contigo. Nadie pondrá la mano encima para hacerte daño. En esta ciudad hay una gran cantidad de personas que me pertenecen”. Entonces Pablo permaneció entre ellos durante un año y medio, enseñándoles la Palabra de Dios. Cuando Galião era procónsul en Acaya, los judíos se levantaron en masa contra Pablo y lo llevaron ante los tribunales, diciendo: “Este hombre induce al pueblo a adorar a Dios contrariamente a la Ley”.

Pablo estaba a punto de hablar cuando Galião se dirigió a los judíos, diciendo: “Judíos, si fuera por un delito o una acción criminal, sería justo que yo respondiera a vuestra denuncia. Pero como se trata de palabras, de nombres y de vuestra Ley, tratadlo vosotros mismos. No quiero ser juez en estas cosas”. Y Galião les ordenó que abandonaran el tribunal.

Entonces todos agarraron a Sóstenes, el líder de la sinagoga, y lo golpearon delante del tribunal. Y Galião ni siquiera se molestó en ello. Pablo permaneció en Corinto por varios días. Despidiéndose de sus hermanos, se embarcó hacia Siria, en compañía de Priscila y Aquila. En Cencrea, Pablo se afeitó la cabeza porque había hecho una promesa.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 16,20-23a)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “De cierto, de cierto os digo, vosotros lloraréis y lamentaréis, pero el mundo se alegrará; Estarás triste, pero tu tristeza se convertirá en alegría. Cuando la mujer tiene que dar a luz, se angustia porque ha llegado su hora; pero, después que nació el niño, ya no se acuerda de los sufrimientos, por la alegría del hombre que ha venido al mundo.

Vosotros también sentís ahora tristeza, pero os volveré a ver y vuestro corazón se alegrará, y nadie podrá quitaros vuestra alegría. Ese día no me preguntarás nada más”.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Que la paz del Señor esté con todos ustedes en este bendito día. Es maravilloso estar reunido aquí con ustedes, como una comunidad unida por la fe y el amor a Dios. Hoy quiero hablar de cómo podemos encontrar esperanza y consuelo en las adversidades de la vida, basándonos en los pasajes bíblicos de la Primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 18,9-18) y el Evangelio según Juan ( Juan 16,20-23a).

¡Cuántas veces encontramos desafíos y tribulaciones en nuestro caminar diario! Las preocupaciones, las dificultades y los momentos de tristeza pueden abrumarnos, haciéndonos cuestionar si Dios está realmente presente en nuestras vidas. Sin embargo, en estos pasajes encontramos un mensaje de esperanza que nos recuerda que Dios siempre está con nosotros, incluso en los momentos más difíciles.

En la Primera Lectura somos testigos de la experiencia del apóstol Pablo en Corinto. Enfrentó oposición y persecución a causa de su fe. Pero el Señor se apareció a Pablo en visión de noche y le dijo: “No temas. Continúa hablando y no calles, porque yo estoy contigo. Nadie te atacará para hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso. en esta ciudad” (Hechos 18,9-10). Estas palabras fueron un bálsamo para el corazón de Pablo, trayendo consuelo y aliento en medio de las dificultades.

De la misma manera, en nuestro caminar de fe, podemos sentirnos desanimados y desanimados. Pero Dios nos asegura que está a nuestro lado, siempre dispuesto a fortalecernos y guiarnos. Nos dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no temas, porque yo soy tu Dios. Yo te fortaleceré, te ayudaré, te sostendré con mi diestra victoriosa” (Isaías 41 :10). Estas palabras nos invitan a confiar en el amor y la fidelidad de Dios, incluso cuando las circunstancias a nuestro alrededor parecen sombrías.

En el Evangelio de Juan, Jesús habla a sus discípulos del dolor y la tristeza que experimentarían antes de su crucifixión, pero también les hace una promesa de alegría duradera: “De cierto, de cierto os digo, lloraréis y lamentaréis, pero el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo” (Juan 16:20). Estas palabras de Jesús pueden parecer paradójicas a primera vista, pero revelan una verdad profunda: a través del sufrimiento y el dolor, somos purificados y podemos experimentar una alegría mayor de la que jamás imaginamos.

Imaginemos, por un momento, una semilla plantada en la oscuridad de la tierra. Está cubierto de tierra y, por un tiempo, parece estar perdido y enterrado. Sin embargo, a medida que la semilla absorbe agua y nutrientes del suelo, comienza a brotar. Sus raíces son profundas y su tallo se eleva hacia la luz del sol. Con el tiempo, esa pequeña semilla se convierte en un árbol majestuoso, que proporciona sombra, frutos y refugio a muchos.

Al igual que la semilla, estamos llamados a encontrar esperanza y consuelo incluso en medio de la oscuridad y las dificultades de la vida. El sufrimiento puede ser transformador, moldearnos y hacernos más resilientes. Es a través de las luchas que aprendemos a confiar más profundamente en Dios y a depender completamente de Él. Es cuando nos sentimos perdidos y enterrados que Dios comienza a obrar en nosotros, alimentándonos con su gracia y amor.

Queridos hermanos y hermanas, en nuestra propia vida podemos identificar esos momentos de oscuridad y sufrimiento que nos desafían. Podría ser la pérdida de un ser querido, una enfermedad debilitante, problemas financieros o relaciones tensas. Pero, cuando enfrentamos estas dificultades con fe y confianza en Dios, Él nos fortalece y guía hacia una vida renovada.

Permítanme compartir una historia que ilustra esta verdad. Hubo una mujer llamada María que pasó por una serie de pérdidas y desafíos en su vida. Perdió su trabajo, enfrentó problemas de salud y rompió relaciones. María se sintió perdida y desesperada, cuestionando el propósito de su vida. Sin embargo, en medio de su dolor, encontró consuelo y esperanza en las palabras de Jesús: “Vuestra tristeza se convertirá en alegría”.

María decidió entregar sus preocupaciones a Dios y confiar en que Él tenía un plan para su vida. Recurrió a su comunidad religiosa en busca de apoyo y encontró fuerza en sus oraciones. Con el tiempo, María empezó a experimentar una transformación interior. Su tristeza dio paso a la esperanza y su dolor fue reemplazado por una profunda paz. Descubrió un nuevo propósito al servir a los demás y encontró alegría al compartir el amor de Dios con quienes la rodeaban.

Queridos hermanos y hermanas, como María, podemos encontrar consuelo y esperanza en las palabras de Jesús. Cuando acudimos a Él en medio de nuestras luchas, Él nos fortalece y nos llena de un gozo que el mundo no puede darnos. Pero no nos equivoquemos, encontrar esta alegría no significa que nuestros problemas desaparecerán mágicamente. Al contrario, significa que podemos afrontar nuestras dificultades con valentía y confianza, sabiendo que Dios está con nosotros en cada paso del camino.

Al reflexionar sobre estos pasajes bíblicos y las historias compartidas, es importante recordar que la fe no es sólo una creencia intelectual, sino también un llamado a la acción. Dios nos invita a llevar su mensaje de esperanza y amor al mundo, a través de nuestras palabras y acciones. Nos llama a ser luz en medio de la oscuridad y a llevar consuelo a quienes sufren a nuestro alrededor.

Entonces, ¿qué podemos hacer para vivir estas verdades en nuestra vida diaria? Primero, debemos cultivar una relación personal con Dios a través de la oración, la lectura de la Palabra y los sacramentos. Es a través de estos medios de gracia que nos fortalecemos espiritualmente y nos conectamos con el amor de Dios.

Además, debemos ser sensibles a las necesidades de los demás y buscar formas prácticas de ayudar. Podemos visitar a los enfermos, alimentar a los hambrientos, consolar a los afligidos y escuchar a quienes necesitan a alguien con quien compartir sus dificultades. Pequeños actos de bondad pueden tener un impacto duradero en las vidas de aquellos con quienes nos encontramos.

Queridos hermanos y hermanas, hoy estamos invitados a abrazar la esperanza que viene de Dios, incluso en medio de las tribulaciones que enfrentamos. Recordemos que Él siempre está con nosotros, fortaleciéndonos y guiándonos en cada paso del camino. Que nuestra fe sea una luz brillante en medio de la oscuridad, brindando esperanza, consuelo y amor a quienes nos rodean.

Que el Espíritu Santo nos permita vivir de acuerdo con estas verdades para que podamos ser testigos vivos del amor y la gracia de Dios. Que nuestro ejemplo inspire a otros a buscar la esperanza que sólo se puede encontrar en Cristo.

Que Dios los bendiga a todos y los guíe en su camino de fe. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.