Evangelio de hoy – Lunes 25 de marzo de 2024 – Juan 12:1-11 – Biblia Católica

Primera Lectura (Is 42,1-7)

Lectura del libro del profeta Isaías.

“He aquí mi siervo: yo lo recibo; he aquí mi elegido: mi alma se deleita en él; He puesto mi espíritu sobre él, él traerá juicio sobre las naciones. No grita ni alza la voz, ni se hace oír en las calles.

No quebranta la caña cascada ni apaga la mecha que humea; pero proporcionará juicio para obtener la verdad. No se debilitará ni se desanimará hasta establecer la justicia en la tierra; países lejanos esperan sus enseñanzas”.

Esto dice el Señor Dios, que creó el cielo y lo extendió, estableció la tierra y todo lo que de ella crece, el que da aliento a sus habitantes y aliento de vida a los que en ella se mueven: “Yo, el Señor, tengo te llamó a la justicia y te tomó de la mano; Te formé y te nombré centro del pacto del pueblo, luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para sacar cautivos de la cárcel, para sacar de prisión a los que viven en tinieblas.

– Palabra del Señor.

– Gracias a Dios.

Evangelio (Juan 12:1-11)

— PROCLAMACIÓN del Evangelio de Jesucristo según San Juan.

— Gloria a ti, Señor.

Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron la cena a Jesús; Marta servía y Lázaro era uno de los que se sentaban a la mesa con él. María, bebiendo casi medio litro de perfume de nardo puro y carísimo, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Toda la casa se llenó del perfume del bálsamo.

Entonces Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que debía entregarlo, dijo: “¿Por qué no se vendió este perfume en trescientas monedas de plata para dárselo a los pobres?” Judas habló así, no porque se preocupara por los pobres, sino porque era ladrón; cuidaba la bolsa común y robaba lo depositado en ella.

Pero Jesús dijo: “Déjenla; lo hizo en vista del día de mi entierro. Pobres, siempre los tendréis con vosotros, mientras que a mí no siempre me tendréis”.

Muchos judíos, al enterarse de que Jesús estaba en Betania, fueron allí, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Entonces, los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque por su culpa muchos dejaron a los judíos y creyeron en Jesús.

— Palabra de Salvación.

— Gloria a ti, Señor.

Reflejando la Palabra de Dios

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy, cuando nos reunimos para meditar en la palabra de Dios, traemos con nosotros las experiencias diarias que dan forma a nuestras vidas. Llevamos con nosotros las alegrías y las tristezas, las victorias y las derrotas, las esperanzas y los desafíos. En estas experiencias muchas veces nos preguntamos: ¿dónde está Dios? ¿Dónde encontramos fuerza y dirección en medio de las tribulaciones de la vida?

La Palabra de Dios que hoy se nos proclama responde a estas preguntas fundamentales. En la primera lectura, del libro del profeta Isaías, encontramos una descripción inspiradora del Siervo del Señor. El profeta nos dice que este siervo será luz para las naciones, trayendo justicia y paz al mundo. No alzará la voz ni aplastará a los débiles, pero será compasivo y bondadoso. No se desanimará hasta que haya establecido la justicia en la tierra. ¡Qué maravilloso es este siervo, a quien Dios envía para rescatarnos y guiarnos!

Esta descripción del Siervo del Señor nos recuerda a alguien muy especial que encontramos en el Evangelio de Juan, el pasaje que escuchamos hoy. Es la historia de María, Marta y Lázaro, tres queridos amigos de Jesús. Jesús llega a Betania y es recibido en su casa. María, en un gesto de amor y gratitud, unge los pies de Jesús con un perfume caro y los seca con sus cabellos. El perfume llena la habitación con su aroma y María es elogiada por su generosidad.

Pero no todos quedan satisfechos con este acto de amor. Judas Iscariote, impulsado por la codicia, cuestiona el desperdicio del perfume, sugiriendo que podría haberse vendido para ayudar a los pobres. Jesús, sin embargo, defiende a María y dice: “Déjala en paz. Ella guardó esto para el día de mi sepultura”. Jesús reconoce el acto de María como un gesto profético, que señala su muerte y sepultura inminentes.

En esta historia encontramos una lección importante sobre el amor y la devoción a Dios. María ofrece lo mejor a Jesús, no escatima en lo más valioso. No le importan las opiniones de los demás, ni siquiera la apariencia de desperdicio. Su amor la lleva a actuar con generosidad y sacrificio, sin esperar nada a cambio.

Queridos hermanos y hermanas, esta historia nos desafía a reflexionar sobre la forma en que amamos y servimos a Dios. ¿Cuántas veces nos reprimimos ofreciendo sólo lo mínimo? ¿Con qué frecuencia nos preocupamos por lo que pensarán los demás o por lo que podríamos obtener a cambio? Jesús nos llama a ofrecerle lo mejor de nosotros, a amarlo con todo el corazón, sin reservas.

Pero ¿cómo podemos hacer esto en nuestra vida cotidiana? ¿Cómo podemos amar a Dios con generosidad y sacrificio? Permítanme compartir una historia con ustedes.

Había una vez un hombre que vivía en un pequeño pueblo. Tenía una casa modesta, pero siempre encontraba espacio para los necesitados. Abrió las puertas de su hogar a los pobres y hambrientos, compartiendo su comida y su ropa. No tenía mucho, pero felizmente ofreció lo que tenía.

Un día, un visitante le preguntó al hombre: “¿Por qué haces esto? ¿Por qué te preocupas tanto por los demás?”. El hombre sonrió y respondió: “Cuando era joven, estaba perdido y sin esperanza. Fue entonces cuando alguien se acercó a mí y me mostró el amor de Dios. Ahora hago lo mismo por los demás”.

Queridos hermanos y hermanas, esta historia nos recuerda que nuestro amor y servicio a Dios se manifiesta en nuestras acciones hacia los demás. Podemos ofrecer nuestro tiempo, nuestra atención y nuestros recursos para ayudar a quienes lo necesitan. Podemos ser un faro de esperanza para los perdidos y desesperados, mostrándoles el amor de Dios a través de nuestras acciones.

Cuando nos entregamos completamente a Dios, nos convertimos en instrumentos de Su amor en el mundo. Al igual que el Siervo del Señor descrito por Isaías, estamos llamados a ser luz para las naciones, a llevar justicia y paz donde hay desigualdad y conflicto.

Queridos hermanos y hermanas, no podemos permitir que el miedo o la indiferencia nos impidan actuar. El mensaje de hoy nos desafía a salir de nuestra zona de confort y aceptar el llamado de Dios a ser agentes de cambio en nuestro mundo.

Para ilustrar este punto, permítanme compartir otra historia con ustedes. Un día, un hombre caminaba por la playa cuando vio una multitud de estrellas de mar en la arena. Se dio cuenta de que si se quedaban allí, morirían cuando el sol calentara demasiado. Entonces el hombre empezó a recoger una estrella de mar a la vez y a arrojarlas de nuevo al mar.

Otro hombre, que estaba observando la escena, se burló de él y le dijo: “¿Por qué haces esto? Hay tantas estrellas de mar aquí que no harás ninguna diferencia”. El hombre cogió otra estrella de mar, la arrojó de nuevo al mar y respondió: “Le haré una diferencia a esta”.

Queridos hermanos y hermanas, al igual que el hombre de la historia, podemos marcar la diferencia en la vida de una persona a la vez. Podemos ser instrumentos de amor y compasión en un mundo que a menudo parece indiferente y frío. No necesitamos resolver todos los problemas del mundo, pero podemos llevar esperanza y alivio a quienes están a nuestro alcance.

Al aplicar estas lecciones a nuestra vida diaria, debemos recordar que no estamos solos. Dios está con nosotros, guiándonos y fortaleciéndonos en cada paso del camino. Cuando nos rendimos a Él, Él nos da poder para hacer cosas más allá de lo que podemos imaginar. Nos da el valor para afrontar los desafíos y la gracia para superar las dificultades.

Al concluir esta homilía, los animo a reflexionar sobre cómo las lecciones de estos pasajes bíblicos se aplican a sus vidas. Pregúntate: ¿Cómo puedo amar a Dios con generosidad y sacrificio? ¿Cómo puedo ser un instrumento de Su amor en el mundo? ¿Qué medidas prácticas puedo tomar hoy para hacer del mundo un lugar mejor?

Queridos hermanos y hermanas, recordad que cada uno de vosotros es amado y llamado por Dios. Tienes un propósito único en este mundo y puedes marcar una diferencia significativa. Entregaos a Él, ofrecedle lo mejor de vosotros y veréis cómo Él transforma vuestras vidas y las de quienes os rodean.

Que la gracia de Dios esté contigo, fortaleciéndote y guiándote en cada paso del camino. Que el amor de Dios se manifieste en tus palabras y acciones, iluminando el mundo que te rodea. Y que la esperanza de Dios llene sus corazones, capacitándolos para ser agentes de cambio y constructores de paz.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.